Isabela no pudo encontrar a Chía por ningún lado a la hora de la salida y por celular esta no contestaba, al ver que no lograría nada decidió en caminar hasta la cafetería donde le gustaba ir a comprar un té e irse a su casa. Para su suerte esta estaba cerrada por alguna situación y tuvo que caminar tres cuadras más para llegar a su segunda opción. El lugar estaba lleno así que tuvo que hacer fila por veinte minutos. Miraba a la gente a su alrededor al notar un par de parejas sintió nostalgia. Llevaba más de seis años soltera, porque contaba el tiempo... su madre era muy sutil en esa cuenta y se lo dejaba claro siempre que platicaban. Cuando al fin fue su turno un joven la atendió.
— Un té de frutos rojos, por favor — dice Isabela.
— Muy bien, nada más Isabela — dice el joven frente a ella, Isa duda un momento, ya que no le había dicho su nombre.
— Perdón...
— No me recuerdas, tanto he cambiado — dice él con una sonrisa mientras prepara su pedido. Isabela lo observa con más detenimiento sin poder reconocerle. Cabello negro, ojos color miel, una sonrisa encantadora en un hombre de casi uno noventa de estatura, llevaba sus lentes de aumento en el cabello.
— No, la verdad es que no te recuerdo, ¿Nos conocemos? — dice con mucha duda, poniéndose nerviosa por la forma tan familiar en la que la ve.
— Cabello peinado hacia atrás con tres kilos de goma, hablaba muy diferente por culpa de mi retenedor... — dice él poniéndose los lentes.
— Renato — dice Isabela mirándolo a los ojos. Renato había sido su mejor amigo en la primaria y en el último año él tuvo que irse de la ciudad por cuestiones del trabajo de su papá.
— Realmente no te costó tanto reconocerme — dice entregándole su té.
— ¿Cómo me has reconocido? — pregunta ella.
— Aparte de las trenzas y de la mochila color rosa, eres la misma Isabela... por favor me gustaría platicar contigo no sé si tengas tiempo de quedarte — dice él, Isabela sonríe y acepta esperarlo en una de las mesas. Él deja su mandil y la sigue.
— No tendrás problemas...por dejar tu trabajo — dice ella señalando a la barra, él le sonríe y le señala que se siente.
— Soy amigo del dueño — dice cuando se sientan.
— Tienes privilegios entonces — bromea.
— No puedo creer que seas tú, pensé que nunca más te volvería a ver, pero es agradable haberme equivocado.
— Perdón por no alcanzarte, no pude llegar para despedirnos como quedamos — dice mirándolo con tristeza.
— No te preocupes, mejor cuéntame de ti... quiero saber que es de tu vida...
Isabela comenzó a platicar con él, recordaba a Renato de la primaria y era interesante verle de nuevo totalmente diferente, la plática se fue entre anécdotas de infancia y de sus nuevas vidas, después de dejar los rodeos él aceptó ser socio del dueño de la cafetería y que solo había pasado a checar unas cosas, pero al ver que estaba lleno decido ayudar. Poco a poco volvieron a platicar con la misma familiaridad.
Por su parte Braulio se había quedado en la oficina sin humor de salir, tenía que pensar las cosas, le dieron cerca de las diez de la noche cuando por fin decidió que debía irse, pensó de nuevo en ir en algún bar de la zona, pero recordó las palabras de Bruno, no quería aceptarlo, pero estaba cayendo en los mismos vicios pasados. Prefirió irse a casa de su madre y encerrarse en su habitación con tal de no salir. Antes de apagar su computadora un correo llegó, al abrirlo se encontró con una invitación a un congreso en una de las ciudades más paradisiacas, una excelente salida a todo y a todos... era un congreso nacional de marketing y la oportunidad de buscar clientes, pero debía convencer a Bruno que era una buena idea la idea le causo molestia y termino cerrando todo. La idea de tener que pedirle permiso a su hermano para hacer esos gastos le genera mucha inconformidad. Aunque podría irse pagando él mismo sus gastos no como una empresa. Miró el lugar de Isabela... dejarla sola con Bruno no lo creyó una buena idea. Salió del edificio pensando lo que tenía que hacer.
Pablo revisaba sus correos en la laptop de Bruno tecleo unas cosas y un correo nuevo apareció al abrirlo sonrió satisfecho, era mismo congreso al que todos los años iban.
— Bruno nos llegó una invitación al congreso nacional, no tengo que preguntarse si iremos... porque es obvio que si — dice en voz alta, aunque sabe que él no le contestara.
Bruno permanecía en su cama mirando al techo, aunque no había podido dormir como se lo propuso decidió que salir y enfrentar las preguntas y ataques de Pablo no era buena idea. Aún pensaba en las palabras de Braulio, pero al final no puede hacer nada y solo tiene que dedicarse a las cuestiones de la empresa para poder regresar a su vida normal. Aunque no sabe si Pablo a esta altura dejara el asunto en paz.
Miro de reojo el reloj en la pared marcando cerca de las doce el tiempo pasó muy rápido, salió de su habitación topándose con su mejor amigo dormido en el sillón, tomó al pequeño gatito y regresó a su habitación.
Isabela tenía más de una hora en su departamento la conversación con Renato se extendió tanto que la cafetería fue cerrada con ellos ahí, él amablemente la acompaño hasta tomar un taxi no sin antes pedirle su número, ahora intentaba localizar a Xiomara, pero era imposible al parecer su amiga no escuchaba el celular o ya estaba dormida, cosa que no creyó posible, pero lo dejo pasar desea dormir. Suspiró cansada cuando al fin toco su almohada, su celular sonó y tuvo que tomarlo para leer el mensaje que se anunciaba.