Isabela acomodaba algunos pendientes en la oficina, estar sola en ese lugar le parecía increíble, pero los días habían sido así, todas las citas se habían pasado a las siguientes semanas y Omar estaba fungiendo como el jefe emergente ante cosas realmente urgentes.
Miraba el reloj de reojo esperando salir lo antes posible para encontrarse con Bruno en el hospital, el ruido del elevador la alertó, esperó a quien había llegado para atenderlo rápidamente, al salir cuál fue su sorpresa, Tara la esperaba con una sonrisa maliciosa en sus labios.
—Te he estado buscando en el hospital, pero tuve que venir hasta aquí —dijo entrando a la oficina de Bruno, eso la tomó por sorpresa había olvidado cerrar con seguro.
—No puede estar aquí —ordenó Isabela
—Querida es la oficina de mi esposo, te recuerdo, mi esposo y tú solo eres su amante —vociferó con acidez.
—Le pido que se vaya antes de llamar a seguridad —dijo secamente Isabela.
—Mira estoy aquí para hacerte un favor mosca muerta, tanto deseas a mi esposo, debes lidiar con todo esto —dijo aventándole el sobre que llevaba en las manos al rostro. Isabela dejó el sobre caer.
—¡Salga de esta oficina! — trató de mantener las formas.
—Eres tonta, Bruno no puede estar a tu lado, yo soy la única mujer que lo ama. Lo acepto con sus demonios, tú a la primera, huiras de él —dijo con dolo.
—No tengo por qué hablar contigo sobre mi relación, ustedes ya no están juntos desde hace tiempo.
—Querida eso es engañarte a ti misma, miras este anillo es más de lo que me une a él.
Isabela volvió a insistir en que se retirara, Tara caminó con pose demandante frente a ella, señalo el sobre y se alejó hacia el elevador, Isabela suspiró harta de lidiar con esa mujer, miró el sobre en el suelo. Lo tomó con la intención de tirarlo, pero no pudo con las ganas de saber que trama aquella mujer, cerró la oficina con seguro y se sentó, dudo por un momento.
Abrió el paquete sobre el escritorio, un folder presentaba unas cuantiosas hojas, al abrirlo algunas fotos la congelaron amargamente, sus ojos no podían descifrar si eso era una broma absurda de aquella mujer. Las fotos la mostraban a ella cubierta de sangre, algunos cortes en brazos, una herida en el rostro, un moretón cerca de la boca. Cada foto era el retrato de un abuso en el cuerpo de Tara. Dejó las fotos de lado para indagar en el escrito que cundía en por lo menos veinte hojas.
Comenzó a leer, sus ojos se abrían a cada palabra que decía en el documento, relataba hechos y momentos tan duramente que tuvo que tomar un poco de aire. Volvió a leer cuando creyó que podía continuar...
El acusado se presenta con la mirada perdida, signos de haber consumido alcohol y estupefacientes. La víctima asegura haber sido atacada en distintas ocasiones.
Leer el nombre de Bruno le carcomió el alma duramente, cerro el folder de golpe llevándose las manos al rostro, era Bruno Campos el monstruo que dicho documento relataba, terminó de leerlo a pedazos, todo hablaba del daño causado por él hacía Tara. Golpes, maltratos, insultos. Comenzó a llorar fuertemente cuando dio fin a la última hoja, debió leerlo tres veces antes de poder procesar algo en su mente, no daba crédito a ello.
Eso debía ser una mentira cruel, pero los hechos eran relatados de tal manera que la hacían dudar, la firma de varios abogados y testigos daban por sentado todo eso. Permaneció inmersa en sus pensamientos, trató de hilar cada pensamiento que la hiciera pensar con claridad.
Recordó el episodio que vivió a su lado en el hospital y punzo en su corazón, las cosas encajaban en la descripción de dicho documento. Se puso de pie con las hojas aferradas a su cuerpo, las metió en el sobre, solo tenía que encarar a Bruno, era la única salida a todas esas dudas.
Por su parte Bruno caminaba rumbo a su automóvil, después de haber tenido ese acercamiento con Braulio había quedado inmerso en sus pensamientos, recibió un mensaje de Isabela que llamó su atención...
¿Dónde estás?
Voy rumbo a mi departamento a cambiarme —contestó él.
Te veo ahí.
Habían sido tan cortos sus mensajes que no parecían ser ella, tal vez algo grave pasó en la oficina y necesita platicarlo con él, no quiso pensar tanto, se enteraría de todas maneras cuando ella ponga un pie en su departamento y no sonaba tan mal estar a solas un rato. Las semanas habían sido agobiantes, manejó con precaución hasta su departamento, entró y apuró en tomar un baño, pero la puerta sonó, «llegó muy rápido» pensó. Su mirada se transformó cuando miró a Tara de pie en la entrada. Intentó cerrar la puerta, pero ella se lo impidió.
—Debemos hablar, esto tiene que acabar Bruno —dijo con cierta angustia que no esperaba de ella, dudó un momento y ella lo aprovechó, se acercó de golpe robándole un beso que inmediatamente Bruno rechazó dando un par de pasos hacia atrás limpiándose con el dorso de su mano.
—Ay cariño si amabas mis besos —disfruto decirlo.
—No puedes estar aquí, vete —ordenó duramente Bruno intentando sacarla.
—Sabes, le he mostrado a tu mojigata amante el hombre que realmente eres — soltó cuando él la tomó del brazo, Bruno abrió los ojos sorprendido.