Tenia ocho años cuando comenze a practicar fútbol americano, mi padre decía que era un deporte de hombres no apto para débiles y por ello yo debía jugarlo, para demostrar que en nuestra familia no había lugar para maricones, al principio no entendia muy bien demasiadas jugadas y trayectorias que aprenderse de memoria, y la memoria no era precisamente mi fuerte pero siempre quise que mi padre estuviera orgulloso inclusive si eso me hiciera olvidarme de mi propia felicidad.
Es por ello qu continúe me esforze y a los 18 años ya era uno de los mejores y mas jóvenes jugadores de toda la universidad y no solo eso, si no tambien el orgullo de mi padre y yo no podia estar más contento.
Hasta que llego aquella pregunta a la que tanto miedo le había tenido siempre, «¿Para cuando una novia hijo?» solía preguntar mi padre y la mayoría de las veces lograba evitarlo riendome con nerviosismo y poniendo de excusa que los entrenamientos no me dejaban tiempo alguno para otra cosa que no fueran mis estudios.
Pero él comenzaba a dudar y yo sabía que el tiempo se me agotaba, mi mayor temor era que descubriera mi secreto.
Ya no sabia que hacer estaba desesperado y vivia atento a cualquier actitud que pudiera delatarme, sin lugar a dudas eso ya no era vida tan solo me había convertido en un despojo.
Así que una noche me arme de valor, tome mi bicicleta y pedalie lo mas rápido que mis piernas me permitieron hasta llegar al campo de la universidad que era como un estadio, un lugar abierto y a la vez cerrado y protegido de la mirada de chismosos por medio de las gradas.
El lugar donde tantos juegos había disputado, donde tantas veces mi padre me había dicho que yo era su orgullo.
Me coloque de frente a las gradas, mas precisamente hacia la zona donde mi familia, incluido mi padre solía sentarse, cogí aire, llene mis pulmones y grite: «SOY GAY».
Realmente me había liberado de toda la frustración contenida, esta había desaparecido, pero poco me duro la alegria cuando escuche los aplausos tras de mi, lentas palmadas como de quien no le interesa la cosa.
—Felicidades— dijo con tono sereno y una sonrisa de lado el capitán del equipo.
No pude hacer mas que sonrojarme al verlo ahí parado, era la última persona que deseaba se enterara después de mi padre y por una idiotez mía ahora lo sabia, y de primera mano, yo mismo lo había gritado estando él presente.
El capitan de fútbol Ethan aquel que era considerado un niño prodigio en los deportes por todos, algo arrogante a veces pero siempre amable y servicial si buscabas un consejo o ayuda en alguna jugada.
No lo entendia que hacia él a esas horas de la noche en el campo, sabía que era el capitán pero eso no era motivo para vivirsela ahí.
Un sonrojo comenzo a apoderarse de mis mejillas, pero este no era solo por verme descubierto, si no por estar en frente de aquel que me causaba esos incómodos sueños húmedos, donde tenia erecciones que parecia ni el hielo podría bajarme.
—Por favor no le digas a nadie —suplique.
Y observe como su mandíbula se tensaba como si algo le molestara.
No se en que momento paso pero de repente me acorralo contra la pared de una de las gradas y me beso, comenzó con un roce ligero y suave, pero ascendió hasta el grado en el que él poso sus manos en mi cintura y empezó a colar sus finos dedos por debajo de mi camiseta, su lengua luchaba por abrirse paso en mi boca y yo no pensaba permitirlo pero tuve que ceder cuando él me dio a entender subiendo mas sus manos que no tenía prisa en que yo abriera la boca, y lo hize separe mis labios y su lengua entro explorando toda mi cavidad bucal, despertando con cada roce una nueva sensación.
Fue como besar el cielo por un instante.
Separó su boca de la mia y una fina linea de saliva quedo colgando entre su boca y la mia señal de que eso realmente había ocurrido.
Él chico con el que constantemente soñaba me había besado y esta vez no era solo un sueño.
—Ser gay no es malo, no tienes nada de que arrepentirte y no sabes cuanto tiempo llevo deseando hacer esto— dijo Ethan mirándome a los ojos.
Dejo quietos los dedos que se habian colado debajo de mi camisa, como si esperara una respuesta para continuar, un asentimiento de cabeza o cualquier cosa pero yo me había quedado paralizado.
¿Ethan me quería?
Jamas me lo hubiera imaginado, y si alguien alguna vez me lo hubiese dicho yo mismo me hubiera reído en su cara de lo absurdo que sonaba.
¿Y si solo quería jugar conmigo?
Las dudas me llegaban de golpe y mi cerebro no lograba procesar tantas emociones.
—Sera mejor que me vaya — dije separándome de Ethan pero muy en el fondo esperando a que él me pidiera que me quedara.
Me despegue de él y comenze a caminar hacia el lugar donde había dejado mi bicicleta.