25 de julio del 2015
12: 14 h
—Yo creo que simplemente deberías llevarlo al parque de diversiones —comenta—. Es lo más lógico, hoy en día los niños aman las atracciones. Es fácil hermano, deja de matarte la cabeza, en una hora estarás con él ¿por qué estás tan nervioso? —Megan lo mira, sorprendiéndose por su estupidez.
—A veces me replanteo la capacidad que tiene tu cerebro Luis —suspira—. Saldívar, estate quieto, lo conocerás, pasarás un buen fin de semana con él y listo. No deberías matarte con las posibilidades, solo hay dos; o va mal, o va bien. Tan difícil no es —sonríe, sarcástico—. Sé que eso no suena mucho más fácil de lo que te estás sintiendo, pero ¿qué más te puedo decir? Todo dependerá de ti y del niño. Eso es todo.
—Está en modo psicóloga, solo hallarás lógica en sus palabras —dice a su vez Luis, hacia su amigo, quién no se despegaba de la computadora.
Darío hace una mueca, sin ganas de escucharlos. Ambos no estaban ayudando a calmarlo, lo estaban poniendo más nervioso de lo que ya estaba. Y eso lo dejaba con un humor de perros que no podía controlar.
—Mejor me voy. Escucharlos me revolverá las tripas. Simplemente es inútil —les dice, con bolso y panfleto en mano.
Lo había pensado muy cuidadosamente cuando ella le había avisado que lo dejaría llevárselo ese fin de semana para que se conozcan, pero quería diversas opiniones porque él no ha tenido ninguna interacción con niños, apenas sabía manejarse con Lolo, su perro, al final, había decidido adoptarlo, y todos en la casa lo habían acogido con más cariño del que él imaginó. Tragó saliva unas cuantas veces, tratando de calmarse. Lo consiguió a medias.
—Nos vemos. Ya os contaré —sonríe, inseguro—. O simplemente lo adivinaréis, depende del resultado —salió, finalmente. Su rostro era todo un poema, lleno de inseguridades y tormentos.
No sabía cómo saldría aquel encuentro, y eso era lo que le ponía más intranquilo. Cualquier cosa podría pasar.
17: 09 h
Contrario a lo que tenía pensado, la actitud de su hijo fue taciturna durante todo el viaje, se negó a hablarle, a pesar de que él lo estaba intentando muy duro, no lo conseguía. Suspiró cuando vio donde acamparían por aquella noche, eso era algo que su padre y él disfrutaban mucho, esperaba que él lo hiciera también, pero al parecer, estaba completamente disgustado con él en todos los sentidos. Y lo entendía.
—León —lo llamó, precavido, tanteando el terreno. El pequeño lo miró—. Sé qué esto puede ser una sorpresa para ti, para mí también lo es, y que tus sospechas se han confirmado al verme de esta manera, pero —hace una pausa, no sabiendo cómo continuar—. ¿No podrías darme una oportunidad? Tanto tú como yo no sabíamos el uno del otro, y el tenerte ahora, el conocerte, me ha hecho muy feliz —sonríe—. Aunque no debe ser lo mismo para ti ¿cierto? Eres muy inteligente, sé que comprendes muchas cosas, solo dime sí te quieres ir, no te presionaré. Yo tampoco sé cómo debería comportarme con un niño a mi cuidado, y que este sea mío —ríe nerviosamente, sabiendo que tendría que darle media vuelta al coche, y llevarlo junto a su madre—. De todos modos, sé cual será tu decisión. No creo que tengas que mencionarla de cualquier modo.
León se quedó mirándolo durante un rato, pensativo. No queriendo contestarle. Dejó su mirada en la ventana, comenzando a hablarle.
—No puedes saberlo —dijo, confundiéndolo—. No puedes saber que es lo que voy a elegir. No eres yo —movió los labios, inseguro. Él tampoco sabía que hacer—. Mamá dijo que no me enojara contigo, que ha sido ella la que nos mintió a todos —hizo un puchero—. Aun así, no sé cómo es que quiere que sea. Yo ya tengo un papá. Aunque no sea el mejor de todos, lo tengo —se quejó, sin saber que aquellas palabras le estaban hiriendo a su verdadero padre. Continuó—. Lo siento mucho, pero no sé que quieres de mí. Estoy muy confundido.
Darío dejó la cabeza en el volante, absorbiendo todo lo que le había dicho aquel pequeño tan maduro para su edad. Suspiró.
—Empecemos por algo muy sencillo —lo miró, sonriente—. ¿Qué tal una acampada con un extraño que en lo absoluto tiene que ver con alguna obligación? Es algo mucho mejor que fingir cosas que no son ¿no crees? —Asintió, pero en su cara estaba algo de temor.
—¿Acampar? ¿En medio de la noche? —Miró afuera, nervioso—. Ah, eh, ¿p-p-porque no hacemos otra cosa? —Frunció el ceño, confundido por ello.
—¿Algo está mal? ¿Por qué no quieres acampar? La mayoría de los niños les encanta hacer este tipo de cosas. ¿No quieres? —Un poco desilusionado, comienza a decir.
—No es eso lo que me preocupa —susurró, muy bajito—. No quiero ponerme en vergüenza. Eso es todo.
—¿Por qué razón estarías poniéndote en vergüenza? Estaremos disfrutando de la noche como nunca, traje dos tiendas de campaña, por sí te sentías incómodo de dormir con un extraño —atento, lo observó—. Solo hay dos opciones, o te vas y duermes en tu dulce y cómoda cama, o te quedas conmigo a contar y disfrutar de historias. Todo depende de ti muchacho —se encoge de hombros cuando él lo mira con aquellos ojos interrogantes y temerosos que le recordaban tanto a su madre.
Apretó los dientes, inseguro. Su mamá dijo que le diera una oportunidad, sin embargo, lo único que hacía era perder puntos con él, todo lo que habían hecho en aquel día le disgustaba. Mucho más la última de sus propuestas, pero ya estaban allí y sabría que tampoco llegarían temprano a su casa. Estaban demasiado lejos.
—Está bien, me quedaré —salió del auto, incapaz de controlar su temor—. Tampoco tengo muchas opciones. Solo tengo que aguantar hoy y mañana. Hoy y mañana —se dijo a sí mismo, esperando a que aquel hombre sacara todas las herramientas para la noche, y aquello comenzara. Definitivamente.
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Editado: 15.02.2021