Desde que la luna me acompaña

24

19:18 h

«Confrontación, la soledad en sus ojos, el miedo de comenzar de nuevo y visitas con sorpresas inesperadas». Parte 1.

—¿Estás aquí? —Preguntó temeroso, Nicolau.

—Sí, estoy aquí, Nicolau —dejó caer su bolso en el sofá, no mirándolo directamente—. Es hora de que hablemos de lo que estamos experimentando.

—Bien. Hablemos, primero —intentó coger su mano, pero se detuvo, sabiendo como sería su reacción. La echó hacia atrás con renitencia—. Primero tienes que comer algo, he preparado la cena, esperándote. No sabía si hoy decidirías venir o no, solo —mordió su labio, inseguro—, te extraño Luz. En verdad no quisiera que algo como esto nos separara. No estábamos juntos, podía acostarme con quién quisiera y sin embargo, no lo hice hasta que esa mujer me atrapó.

—Lo sé, sé que es de esa manera y que me he estado comportando de una manera realmente inmadura, pero —suspira, mirándolo fijamente después de un momento—. También es difícil aceptar que tendrás un hijo con alguien más que no sea yo. Así que, lo siento, siento haberlo pensado sola, pero sí no lo hacía, estaría volviéndonos locos a ambos —agarró sus manos, transmitiéndole su sinceridad, y su miedo también—. Y yo quería estar contigo, a pesar de las dificultades. Y para eso debía tener la cabeza fría.

—¿Entonces me quieres decir que ...? —No termina de completar la oración un poco impactado de que ella haya estado tan calmada después de todos los gritos que le echó no hace mucho tiempo.

—Nicolau, lee entre líneas por favor, es demasiado sencillo —rueda los ojos, frustrada—. Acepto lo que viene, pero tengo algunas condiciones.

—¿Condiciones? —Extrañado, le responde.

Con el celular en mano marcó el número de aquella mujer que la ha dejado sin dormir por muchísimos días.

—Sí, unas que tiene que cumplir al pie de la letra.

—¿Hola? ¿Quién es? —Una sonrisa se forma en los labios de Luz, débil, y sin mucho ánimo.

—La madrastra del hijo que esperas de mi hombre. ¿Eso te da una idea?

Irma hizo una mueca sabiendo que eso era el comienzo de una relación incómoda y desagradable, pero todo por el bien de su hijo.

—Así que tomaste una decisión —sonríe vagamente—. ¿Qué es lo que quieres, estúpida? Dilo sin rodeos y termina de una vez esta llamada sin sentido.

Luz sonrió y puso el altavoz, dejando que Nicolau formase parte también, de lo que ahora, sería parte de ellos en unos cuantos meses. 

—¿Cuando comienzo yo con rodeos, Irma? Me subestimas.

Suspiró y comenzó a hablar de lo que quería que hiciera mientras estaban en ese tipo de situación. Y una vez fue aclarado todo, ambos, Nicolau y Luz, se miraron por primera vez después de días sin mantener el contacto. Nicolau hizo una mueca, tratando de parecer tranquilo, cuando no lo estaba.

—¿Eso es todo? ¿No la harás firmar algo para que cumpla con su palabra? —Ella se acercó a su cuerpo, cansada, y lista para dormir a su lado.

—Ahora no, Nico. Hoy solo quiero estar contigo, los dos, en una cama, con nuestra película y una buena comida en mis pies. ¿Podríamos? —Susurró, bajito.

No queriendo derrumbarse cuando lo mirase a los ojos, y se arrepintiera de lo que estaba haciendo. Nicolau sonrió, apretujándola más hacia él.

—La cena está fría, pero es lo suficientemente buena como para ignorarlo. Ven, elijamos una que te guste —sonrió de costado, soltándose de sus brazos y yendo a por el control.

—Entonces no te importará que elija una de terror ¿No? Lo gallina se te debió quitar ya —ensancha su sonrisa, maliciosa—. Así que podríamos pasarnos toda la noche viendo una.

—Así que era eso —le responde, sus ojos eran suficiente evidencia de lo mucho que le disgustaba la idea—. Te estás aprovechando. Hacerme ese mal, ¿Tanto te divierte? —Ella asiente—. Iré a buscar los tapones, sabía que los necesitaría esta noche, mi intuición nunca falla, sabía que no te darías por vencida tan rápido —suspira, con el sudor ya corriendo por su frente—. Esta noche no será nada fácil. ¿Por qué tenía que sugerirle que eligiera de todas formas? Soy un idiota.

Se fue refunfuñando, Luz se quedó mirándolo con una sonrisa de bobalicona y nostalgia.

—Realmente no me hubiese gustado perder esa sonrisa —recuesta su cabeza en la pared, pensativa—. No me hubiese gustado perderte, Nicolau.

Se fue hacia la habitación, sin saber, que él también, había escuchado su declaración.

—Ni a mi cariño, ni a mí.

12 de agosto, 16: 25 h

—¿De verdad tienes que ir allí? Es demasiado peligroso. Recuerda que últimamente has tenido varios ataques violentos, ¿por qué quieres saber de esa chica? Probablemente ni sea tu hermana y te estés confundiendo de persona. Es una delincuente, pudo habérsela robado a alguien más y tú no lo sepas, ¿entiendes? —Regañó por enésima vez, Megan. Tratando de convencerle a que no haga aquello—. Además, ¿qué hace tu hermano viviendo allí? ¿Es que acaso no quiere su vida?

—Sí que la quiere, pero es el único lugar que soporta el escándalo que hace cada que está practicando. Y eso es todo el tiempo —suspira—. Además, no importa sí sea o no mi hermana. Necesito saber sí la persona que estaba en la foto es mi madre y en qué condiciones vive. No puedo quedarme con la duda. Necesito saber eso.

—Realmente eres terco —gruñe—. Está bien, ve. Haz lo que quieras. Solo necesito que me prometas que estarás bien y volverás sano y salvo. A pesar de todo, te quiero conmigo por mucho tiempo más, eh. No necesito que me den la noticia de que hayas muerto por ahí y yo sin lograr impedirlo.

Darío ríe por el dramatismo de su amiga.

—Vamos Megan, que me sé defender muy bien, mejor concéntrate en tu boda que no falta mucho para que se realice ¿no? —Dice, cambiando de tema—. Así que, cariño, presta atención a lo que de verdad necesita tu cuidado. Yo sé cuidarme solo, mamá Megan. Estaré bien —sonríe—. Hablamos más tarde, ya es hora de investigar o se hará tarde. Bye.




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