VIOLETTA
—Hola, Violetta, ¿cómo estás? —Pongo los ojos en blanco cuando veo a Laura parada en mi puerta por décima vez esta semana, trae la misma caja de chocolates con una nota y otra prueba de embarazo. Ya completé diez y solo hace seis días que no veo a Izan para hablarlo de nuevo—. ¿De casualidad no está Marina contigo?
—Está en el kínder. —Tomo la caja—. No ha de tardar en llegar, ¿quieres entrar para esperarla?
—Vaya, es la primera vez que me invitas a pasar, ¿eso es bueno?
—No hagas que me arrepienta, lo hago porque estoy aburrida, hoy me echaron del centro comercial donde tomaba fotos y no tengo nada interesante qué hacer más que deprimirme.
Laura se lamenta. Entra y se sienta en el sofá. Yo acomodo en mi mesita la caja de chocolates junto a las demás que Izan me ha mandado con ella o con Marina.
—¿No te has hecho ninguna prueba?
Le niego mientras me siento frente a ella y tomo un chocolate para comérmelo.
—No, ni he leído las notas, además, este es el primer chocolate que como. —Le muestro la envoltura antes de ponerla en la mesa, llevarme el chocolate a la boca y luego tomar una nota para leerla.
“Aceptaré todas tus condiciones. -Izan” dice. Yo hago una mueca antes de suspirar.
—Izan es muy perseverante, pero también respeta la negación. Aunque, bueno, en este caso, la posibilidad de que tengas a su hijo lo tiene entre la espada y la pared, quiere insistir, pero eres su nuevo miedo desbloqueado. —Se ríe y toma un chocolate.
—Dímelo a mí, he tenido los meses más difíciles de mi vida y existe la posibilidad de estar embarazada de alguien que no conozco, al menos tú y Marina han salido ganando aquí.
—¿Qué gané? —Entra Marina, mostrándonos ahora su mandil y su cabello llenos de diamantina azul.
—Una maravillosa novia, sirenita: yo.
—No soy tu novia, rubia. —Le saca la lengua a Laura, pero aun así sonríe—. ¿Están comiendo chocolates sin mí?
—Justo los acabo de abrir —digo, tomando otro y otra nota—. Están tan buenos, son de los caros.
“Si estás embarazada, te compraré todo lo que se te antoje. -Izan”. Sonrío sin evitarlo y niego con la cabeza.
Marina nos acompaña y juntas nos terminamos dos cajas mientras hablamos. También leemos en voz alta algunas notas que varían entre hablar de su paternidad y mi decisión que será recibida de la mejor manera por él.
En algún punto de la conversación, Laura se disculpa por lo del otro día en mi habitación, las desgraciadas se atrevieron a degenerar el lugar donde duermo y ese día ninguna parecía sentir culpa cuando salieron de mi habitación acomodándose la ropa. Incluso Laura tenía algunas estrellas en la cara que pasaron desde la de Marina.
—Fue una locura —acepta, avergonzada. Yo ya no quiero hablar de eso.
—Locura es todo este asunto, ¿saben? —Me cubro la cara y me hago bolita en el sofá con la última notita en la mano y sin leerla—. La estúpida prueba cayó por ese hueco desgraciado, ni siquiera vimos si dio positivo o negativo, entré en pánico y lo eché, me siento muy avergonzada. Él no tiene la culpa de todo este desorden.
—Él quería tirar la toalla, ¿no, Laura? —Marina sigue disfrutando de los chocolates mientras me platica. La rubia asiente—. Pero Laura le insistió y por eso nos hace darte los chocolates como ofrenda de paz y las pruebas, según dijo, nuestro trabajo es tratar de convencerte. Es mejor saber ya esto, y mira, me enoja un poco que de buenas a primeras te interesaras por su dinero, pero...
—Tú saliste corriendo a abrir las piernas de buenas a primeras cuando Laura te llamó “Sirenita”, calenturienta, no me juzgues.
Ella suelta una risita y se hace atrás el cabello cuando Laura se burla de ella.
—No iba a juzgarte, iba a decirte que entiendo, pero hay que saber si estás o no embarazada, Izan no dejará de insistir, Laura me contó que eres su única esperanza de ser padre.
—Ya sé. —Sollozo. La situación me angustia—. Y, si de verdad estoy embarazada, podría pedirle lo suficiente para largarme a otro país si es necesario, porque sin importar las cosas, también sería mi hijo, pero yo no podría darle una vida digna ahora, caray, ¡estoy a un paso de vivir en la calle!
Marina solo se pone a mi lado y soba mi espalda, Laura parece comprender mi angustia y también trata de darme ánimos, señalando el suelo.
—En ese caso, ¿voy por un martillo o te haces otra prueba?
Confundida, le hago una mueca
—Me refiero a que saquemos la prueba del hueco para verla —agrega.
Me acomodo para mirar el hueco, es como de unos cinco centímetros de ancho y de profundidad no sabría distinguir, pero quizá podamos dar con algo si usamos la parte trasera de un martillo para jalar la madera.
De solo pensar que sí podríamos sacar la dichosa prueba de ahí, comienzo a entrar en pánico otra vez.
—No quiero saber si de verdad estoy embarazada. —Me cubro la cara—. Me da miedo, porque yo sí quiero bebés, pero no estoy en mi mejor momento.
—Hay que verlo por el lado bueno, incluso si te lo quieres quedar, seguirá siendo hijo de Izan también, no creo que quiera desamparar a su hijo.
—Por Dios, Laura, ¿te oyes acaso? Ese bebé dependerá de Izan, digamos, pero yo sigo siendo una fotógrafa desempleada.
Laura parece entender mi preocupación pero Marina pone los ojos en blanco.
—Mejor duerme un rato, ¿sí? La lógica también se te cayó por el hueco.
—No quiero. —Inhalo y exhalo, decidiéndome por seguir comiendo chocolates—. Mejor hablemos de otras cosas.
Ella suelta un bufido pero acepta y nos cuenta que tuvo un percance con la brillantina y un niño. Y, cuando Laura empieza a hablar de su día en su trabajo, yo siento que ya he comido demasiados chocolates por lo que voy corriendo al baño a vomitar.
—¿Estás bien? —habla Laura, ella y Marina están en la puerta del baño, preocupadas—. Ese es un síntoma de embarazo, ¿no?
—Solo fueron demasiados chocolates, no empieces. —Me levanto y tomo papel para limpiar mi boca, sentándome en el inodoro con la tapa cerrada. Miro la nota que aún llevo en mi mano y analizo las cosas mejor, sintiendo escalofríos—. Bueno... en realidad no es la primera vez que tengo náuseas, además también me mareo.