Desliz en camino [nd1] (en físico)

CAPÍTULO 7

VIOLETTA

Tomo mi cámara y me miro una última vez en el espejo. Me solté el cabello y me hice algunos risos no muy marcados. Y Marina me maquilló que, porque según esto, en la boda hay mucha gente elegante y por eso tenía que entonar. Incluso traigo un vestido color guinda y zapatillas con tacón bajo negras.

Marina está vestida para la ocasión con un vestido azul cielo que le moldea el cuerpo y le luce mucho con el color de su cabello.

—¿Nos vamos? —Se acomoda el cabello, alborotándolo de las puntas.

—Sí... ¿Por qué parece como si fuéramos unas invitadas oficiales a la boda? Sé que debemos entonar, pero siento que vamos demasiado elegantes. —Tomo mi maleta y caminamos afuera.

—Ay, cállate, nunca nos había tocado una boda de ricos, además extrañaba los tiempos en donde tú trabajas en un evento y yo me mezclaba para divertirme. Ese perro de Lizardo disfrutó de eso por mí durante tres años, no me juzgues por aprovechar el momento.

No respondo a eso porque de acordarme me hace sentir culpable por haberla excluido en eso, todo por un baboso que me sacaba dinero y se aprovechaba de mí sin que yo me diera cuenta.

O más bien lo ignoraba por estar ciegamente enamorada.

Hasta el camino me resulta silencioso, pero a Marina parece darle igual, porque, una vez que llegamos, emocionada, me abre la puerta del carro.

—Buenas noches, soy Violetta Sousa, la fotógrafa. —Le muestro mi cámara al hombre en la puerta de entrada y le señalo a Marina—. Ella es mi asistente.

Nos deja pasar, explicando que la ceremonia y fiesta serán en el jardín trasero, además de decirnos cómo llegar y, una vez ahí, Marina se mezcla con los pocos invitados que han llegado hasta ahora y yo me acerco a quien parece ser el novio. Este me agradece mi presencia y puedo notar lo nervioso que está.

Qué tierno. Creo que mi parte favorita de las bodas es ver a los novios tan nerviosos que no se dan ni cuenta de que están temblando como gelatina. A veces fotografiar eso resulta divertido, pero hoy me propongo simplemente hacer mi trabajo normal.

Tomo fotos del lugar y, cuando la ceremonia comienza, procuro capturar cada momento hermoso de la pareja, tal como me gusta y sé que amarán cuando les entregue todo su paquete fotográfico.

Cuando la fiesta comienza, las fotografías las hago en un lugar fijo donde se ha puesto una corona grande de flores y tienen hasta un marco hecho de fomi que dice “vivan los novios” junto a sus nombres “Melissa y Gilberto”.

Después de un rato, cuando no se acerca mucha gente para este lado, Marina se pone en medio de la corona para que le tome una foto con Laura.

—¿Tú qué haces aquí? —le pregunto a la rubia, confundida. Ella mira a Marina como preguntándole con la mirada por qué yo no sé esa información.

—¿Porque nos invitaron? —dice obvia, señalando atrás de mí. Al girar, miro de lejos a Izan, hablando animadamente con el novio mientras bebe una copa de Champaña. Sus ojos conectan con los míos y levanta la copa en señal de saludo. El acto me acalora las mejillas y dejo de mirar, avergonzada.

—Marina...

—No te lo queríamos decir porque te molestarías. —Se esconde en el cuello de Laura mientras esta la tiene abrazada de la cintura—. Izan fue el que te consiguió el trabajo, el novio es su socio. Me pidió que te dijera que había sido yo para que no te enojaras con él.

Tomo aire y lo suelto, calmando cualquier cosa extraña que sienta.

—Vale, posen. —Levanto la cámara, intentando no darle importancia. No traigo ganas de enojarme últimamente, porque eso significaría que enferme y también les haga daño a los bebés mi mal humor—. ¿Y el cumpleaños también lo consiguió Izan?

Una vez que tomo la foto, Marina acepta mi pregunta con un asentimiento.

—Sí, la del cumpleaños es Isabella, su sobrina —responde Laura—. No te enojes, él lo hizo con una buena intención.

¿Buena intención? Vale, podría, pero igual me hace sentir tan mal porque él no tendría por qué conseguirme empleo, ni siquiera Marina, pero con ella no se me complica tanto aceptarle algo así. A ella le tengo confianza en ese aspecto, a Izan no, muy apenas lo conozco y la impresora se la acepté porque con ella sí podré trabajar.

—¡Señorita fotógrafa! —Un hombre borracho llega a abrazarme por los hombros. Huele demasiado a alcohol, mismo que comienza a activar mis náuseas y hago una mueca—. Tómanos una foto juntos, tú y yo, amaría tener una foto con una mujer tan hermosa al lado de mi cama.

—Déjala, Tomas —habla Laura, acercándose para separar al tipo de mí, yo intento quitarlo también mientras procuro no caerme o tirar mi cámara, está invadiendo demasiado mi espacio personal—. No la molestes, no hagas que llame a seguridad.

—Cállate, Laura, tú ya tienes a tu mujer bonita, déjame conseguir la mía. —El hombre me da un sonoro beso en la mejilla y yo chillo de incomodidad. Entonces siento cómo alguien lo jala al tiempo en el que me sostienen de la cintura.

—Tomas, ya tienes demasiadas copas encima, es mejor que te controles si no quieres que te dé yo mismo una buena tunda, cabrón. —Es Izan. Me doy cuenta que él fue el que lo jaló lejos de mí y ahora me tiene firmemente agarrada de la cintura. Siento un pequeño escalofrío en mi espalda al ver la posición en la que nos encontramos y de nuevo se me acaloran las mejillas.

El tal Tomas también mira en alterno a su cara enojada y a nuestra extraña unión.

—Perdón, jefe, no tenía idea de que era su mujer. —Levanta las manos en señal de rendición y se va.

El novio y la novia incluso también se acerca a ver lo que pasa. Dios, ¿cómo llegamos a esto?

—¿Estás bien, señorita Sousa? —pregunta la novia, preocupada.

Me separo rápido de Izan.

—Sí, estoy bien... Gracias, Izan. —Me giro hacia Laura y Marina que cuchichean antes de notar que las veo. Tomo aire y vuelvo a ver a los novios y a Izan—. Seguiré tomando fotos, si me lo permiten.




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