IZAN
—Wey, hazme caso que te estoy hablando, chingado. —Laura me da un empujón, molesta—. Te pregunté si robaron algo importante.
—Eh, no, Joel dijo que solo los atrapó cuando intentaban desconectar una computadora, pero no se llevaron nada.
La llamada de la madrugada era del guardia de seguridad de la empresa. Un par de adolescentes entraron por la parte trasera del edificio para intentar robarnos.
Pero yo no puedo pensar en otra cosa que no sea en Violetta y nuestros encuentros, así que no me puedo concentrar realmente.
—Menos mal. —Suspira, agotada—. ¿Hoy tenemos algo importante por hacer?
—No —digo sin saber, pero reviso la agenda y lo confirmo—. ¿Por qué lo preguntas?
—Es que creo que estoy enfermando y pues quiero descansar al menos hoy.
—Entonces ve a casa. —Me levanto yo también para irme. Le prometí a Violetta volver luego de arreglar esto y ya llevo como cuatro horas aquí, esperando que reparen la cerradura.
—No hasta que me digas por qué vienes con la misma ropa que ayer. —Me mira, alzando una ceja y escondiendo una sonrisa.
—Bueno...
Ya sé que no debo darle demasiada información de lo que haga con Violetta por lo chismosa que es con Marina, pero no puedo mentirle, porque ella no hace eso conmigo, se le contrae la cara cuando lo hace y a mí se me revuelve el estómago. Así que lo suelto.
—Dormí con Violetta.
—Ah, ya, es verdad, iban a hablar, ¿entonces te quedaste dormido allá y cuando Joel te llamó te despertó? —Laura parece irse por el lado tranquilo. Supongo que sí se siente muy enferma—. Ya veo, no tuviste tiempo de ir a tu casa a cambiarte.
—Sí, es justo eso —digo, pero me delato solo. Los nervios hacen que ella note que no puedo mentirle y que lo estoy tratando de hacer.
—Oh, Dios, estás nervioso, ¿por qué estás nervioso? —Se cubre la boca para que no vea su sonrisa—. Sí hablaste con Violetta del beso, ¿verdad?
No, en realidad de hablar no hicimos nada.
—Ay, Laura, prométeme que no te vas a burlar, ¿sí?
Tomo una gran bocanada de aire y ella asiente, aunque su sonrisa no desaparece y hasta sigue tratando de esconderla, esta vez, bebiendo del té que se preparó.
—No hablamos del beso, pero… tuvimos sexo, tres veces, y hubieran sido cuatro veces de no ser por este inconveniente, Joel me llamó cuando estábamos por ir a la cama otra vez.
Laura escupe algo de su té y con lo que le queda en la boca se está ahogando. Tose hasta que logra reponerse. Me ve con los ojos exageradamente abiertos, pero ya no sonríe ni parece querer burlarse.
—Órale, le gané otra apuesta a Marina. Cuando se fueron de la casa de tu hermana, le dije “apuesto a que copulan por la emoción del momento” y ella se rió de mí, pero le gané. —Lo último lo dice bajito, pero la alcanzo a oír—. Eso es una noticia muy buena, amigo.
Sus gestos muestran lo contrario. Aunque no sé, a mi vista, creo que está demasiado sorprendida como para saber qué piensa. O lo suficientemente enferma para hacerme burla de esto.
—Fue todo una locura —digo yo y me paso una mano por el cabello—. Ni siquiera sé qué nos poseyó, solo que ni protestamos cuando comenzamos a besarnos como unos adolescentes urgidos.
Laura finalmente se ríe de mi escándalo aunque con pocas ganas por cómo se siente. Yo me siento asustado y a la vez emocionado.
—No tiene nada de malo, cielo, a ambos le hacía falta un buen sexo. —Se me acerca y me da una palmada en la espalda—. ¿Y cómo fue?
Que lo pregunte me hace reír, nervioso.
—Laura, ella no me hizo preguntas incómodas, me dijo que no tenía necesidad de hacérmelas. —Mi corazón se acelera mientras le cuento—. Solo se preocupó porque no me sintiera incómodo yo, porque fuera placentero y...
No le digas que te dio placer con la boca y que fue maravilloso, hombre, ya eso es de más.
—Estoy muy feliz por eso, por ti —me interrumpe porque nota que me pone más nervioso hablar de eso—. Además, tu cara dice más de lo que tú puedes decir, no te había visto tan feliz desde esa bruja de Rebecca.
Que la mencione me hace hacer una mueca.
—Lo siento, última vez que la menciono, no lo hago con intención de amargarte el momento. —Suspira, tomándose las sienes, mostrando que le duele la cabeza—. Entonces... ¿Ya le puedo mostrar a Violetta las cosas que le hemos comprado a los bebés? Ayer Marina y yo les compramos unos sonajeros preciosos, creo que Violetta los amará.
Parece ilusionada.
—No hemos hablado de nada. Dios, no sé. —Suelto un bufido, sin entender bien qué sentimiento me provoca eso—. ¿Crees que su decisión con el trato cambie? Digo, que quiera ser la mamá de mis bebés, no solo biológicamente sino por completo, o como se diga, sabes a lo que me refiero.
Laura se ríe, pero no parece burlarse.
—Caray, me encanta verte tan feliz, Izan, ni siquiera tengo que verte riéndote para saber que lo estás. —Me da un apretón en el brazo—. No tengo idea de lo que pueda sentir ella o pensar, pero no quiero que te hagas ilusiones, ¿sí? Violetta es una marea de emociones con el embarazo, así que...
—No he pensado siquiera en eso, Laura, tranquila. —Me río pero en realidad no es gracioso—. Hablaré con ella hoy, lo prometo, pero tú no nos hagas burla, ¿sí? Una cosa es que hayamos tenido sexo, otra muy distinta a que forzadamente tengamos que cambiar nuestro estatus.
—Ah, vale, ¿entonces fingirás que no ha pasado nada entre ustedes? —me reprende con la mirada.
—Claro que no, ¿por quién me tomas? Lo digo porque vi su cara cuando analizó lo que pasó antes de venir acá, ¿bien? Parecía aterrada.
La vi entrar en pánico sin llegar a exagerarlo, más bien trató de fingir que todo estaba bien, incluso se despidió de mí con un beso en la boca en la puerta y sonrió cuando le prometí volver más tarde.