VIOLETTA
Despierto cuando el hambre se apodera de mi ser y ahogo un grito al encontrarme en una habitación que no conozco. No obstante, percibir el olor de Izan me hace pensar las cosas y darme cuenta de lo que pasa.
Me trajo a su casa.
No lo miro por ningún lado, por lo que asumo que debe estar en alguna otra habitación. Voy al baño, me lavo la cara para ir a buscarlo.
Me doy tremenda sorpresa al ver la cantidad de cosas que hay en todas las paredes, cuatros muy lindos que parecen pintados a mano, hay largos pasillos que me acongojan por un segundo hasta que noto un leve olor que me alborota el estómago. Izan debe estar en la cocina, está cocinando algo que huele muy rico.
Camino en busca de la cocina. Siguiendo el olor, bajo escaleras hasta que finalmente escucho ruido en una habitación separada por un arco y una barra de la sala.
—¿Izan?
—¿Qué haces levantada? —Preocupado, deja la cuchara que trae en la barra y se me acerca a revisar que esté bien.
—Es que me desperté y, quiero que sepas que, despertar en una habitación que no conozco, no es algo que me tome a la ligera. —Me río—. ¿Qué nos estás haciendo de cenar?
Intento mirar lo que está en la estufa desde mi posición. Él sonríe y me lleva dentro, mostrándome que justo acaba de terminar de hacer carne con verduras, arroz y también tuvo tiempo de hacer un puré de papas.
Nos ponemos a cenar en la mesita de la sala, sentados en el suelo. Ya lo hemos hecho pero en mi departamento una noche en la que me sentía fatigada y preferí sentarme en el suelo. Recuerdo que me reí muchísimo cuando él se sentó frete a mí y disfrutamos juntos de la cena. Hoy definitivamente no es la excepción.
Hablamos de muchas cosas. Incluso de los cuadros que tiene arriba de una chimenea, que según esto es falsa, donde está él en una foto con traje elegante, mostrando una placa con el logo de ZaiPro, y al lado una en lo que parece ser una tiendita donde se reparan celulares llamada “Médicos tecnológicos”. Me cuenta que inició ahí, justo reparando teléfonos y computadoras. Que conoció a Laura una tarde ahí, ella había llevado su computadora a arreglar y que, mientras él la revisaba, Laura le hablaba de lo que podría tener su computadora y los arreglos que se le podrían hacer. Dice que hasta discutieron porque él se sacó de onda que ella supiera cómo repararla y de todos modos la había llevado con él. Al final terminaron reparándola los dos y hasta él le pidió trabajar con él. Laura se negó al principio porque a su familia no le gustaba mucho eso, querían que fuera maestra y pensaban que ese empleo la distraería, pero, después de mucho insistir, Laura aceptó y comenzaron a hacerse famosos por el buen servicio. Ahorraron dinero juntos por cuatro años mientras aprendían sobre programación, y, finalmente, lograron volverse socios de un ZaiPro en ascenso. Ahora es una empresa grande que cuenta con más socios que se han unido a la causa con el pasar de los años.
—Es maravilloso —digo, cuando termina de hablar y yo de cenar—. Pero, ya es tarde, ¿ya me vas a llevar al departamento?
Me gusta oírlo hablar de su pasión porque he notado que ama con locura su trabajo, pero ya deben ser como las diez. Aún tengo que ver cómo quedó mi cámara y si tiene algún arreglo.
Izan me ve con el ceño fruncido.
—Te vas a quedar aquí —dice, con cautela—. Mientras dormías, Marina te trajo un poco de ropa y yo planeaba ir por todas tus cosas mañana.
—¿Qué estás diciendo? ¿Y en qué momento aprobé eso? —Me levanto, molesta—. ¿O al menos pensaron en preguntarme? ¿En esperar mi opinión?
Parece asustado. Se levanta para tratar de calmarme.
—Marina me pidió eso para cuidar mejor de ti, no te alteres, ¿sí? —Preocupado, me rodea con sus brazos—. Tú y mis hijos son lo más importantes para mí, Violetta, quiero que estén bien los tres.
Que diga eso tan de repente me descoloca, pero niego con la cabeza. Sus hijos deben importarle, no yo.
—Estaré bien en el departamento, no es como que sea una irresponsable, tomaré los medicamentos que me dieron y las vitaminas, y no trabajaré si quieres, no es necesario tenerme aquí.
—Pero yo quiero tenerte aquí, preciosa. —Me besa la frente—. Me gusta mucho estar contigo.
Mi corazón comienza a latir como un loco, sin poder creerme sus palabras. Suelto una risita e intento separarme.
—No, Izan, te gusta mucho tener sexo conmigo. —Que le diga eso, logra hacer que me suelte—. Y a mí también, ¿vale? No puedo negarlo. ¿Pero qué crees? El doctor dijo que no podríamos hacerlo en al menos tres o cuatro semanas, por el bien de los bebés.
Él asiente.
—Ya sé eso, también me lo dijo a mí. —Aclara su garganta—. Y es verdad que me gusta tener sexo contigo, pero también me gusta estar contigo.
—Estás mintiendo para convencerme de quedarme, no tienes que hacerlo. —Suspiro, rindiéndome. Tengo que razonar las cosas. Yo estoy esperando dos hijos de él, claro que querrá cuidarme—. Vale, ¿dónde voy a dormir?
Levanta una ceja.
—¿Conmigo? ¿En mi cama, a mi lado?
—No, claro que no. —Mis palabras lo hacen reír—. Dormiré en otra habitación, si quieres que viva aquí, tendrás que aceptar eso.