Destinados a encontrarnos

Capítulo VI - La decisión de Alice

Estaba recostada en mi cama, mirando el mensaje que acababa de enviar a Henry. Las palabras parecían desvanecerse por un momento, como si no pertenecieran a mi vida.

Yo:

"Acepto la oferta. Nos vemos pronto."

Un estremecimiento recorrió mi espalda. Aunque sabía que debía tomar esa decisión, algo en mí sentía el peso de la incertidumbre. ¿Había hecho lo correcto? ¿Aceptar esa oferta sin conocer las implicaciones? Sabía que necesitaba ayuda, no podía seguir sin un trabajo ni un lugar donde vivir.

En cuanto presioné "enviar", un mensaje llegó rápidamente:

Henry:
¿En serio? Estoy a dos minutos de tu casa. Nos vemos.

¿Y cómo sabe dónde vivo?, me pregunté, perpleja.

Un nudo se formó en mi estómago mientras dejaba el móvil sobre la mesa y me levantaba. ¿Por qué Henry había decidido venir personalmente?

Mi pequeño apartamento estaba impecable (bueno, mío, mío no era), como siempre. Los muebles eran sencillos pero funcionales, y la decoración transmitía calidez. La sala, el centro de mi mundo, era mi refugio. Las paredes grises, el estante lleno de libros, el suelo de madera brillante, y el aire con olor a lavanda por las velas aromáticas. Cada rincón reflejaba quién era yo: ordenada, tranquila, pero con pasiones ocultas en los pequeños detalles. En seis meses que llevaba viviendo aquí, logré transformarlo en mi refugio. Creo que ya sé en donde gasté todos mis ahorros…

El timbre sonó y mi corazón saltó. Respiré hondo antes de abrir la puerta. Allí estaba él, Henry, con su porte elegante y su mirada decidida.

—Hola, Alice —dijo con voz calmada. Su sonrisa ligera no lograba ocultar algo más profundo en sus ojos.

—Hola —respondí, tratando de sonar natural, pero mi corazón latía con fuerza. Verlo allí, tan cerca, hizo que mis dudas se multiplicaran. — ¿Cómo sabes dónde vivo? — pregunté con cara de incredulidad.

—Soy un hombre de muchos recursos— me contestó con una sonrisa. ¡Dios que guapo es!

Henry cruzó el umbral sin esperar a que lo invitara a pasar. Su presencia llenaba el espacio, y yo me aparté para dejarlo pasar. Observó la habitación con discreción, evaluando cada detalle.

—Tu casa es acogedora —comentó, mirando los estantes llenos de libros.
—Veo que te gusta la lectura.

Sonreí, algo nerviosa, sorprendida de que se fijara en esos detalles. Pero algo en mí apreciaba que Henry los notara.

—Sí, es uno de mis pasatiempos —respondí más relajada. —Me ayuda a desconectar, a perderme en otros mundos.

Henry me miró con una nueva comprensión, como si lo que había dicho tuviera un peso que él entendía sin necesidad de explicar. La tensión en el aire se hizo palpable, algo entre nosotros era evidente, pero ninguno sabía cómo manejarlo. Había una atracción silenciosa, algo que ambos sentíamos pero que no queríamos confrontar.

Pude notar que quiso acercarse, pero se contuvo, como si temiera que malinterpretara su gesto de amabilidad. Y lo agradezco, porque acepté su oferta por necesidad, sentir tal presión de su parte podría empañar dicha decisión. Si teníamos algún sentimiento, ninguno de los dos quería que se viera entrelazado en esta situación.

—Me parece fascinante —dijo finalmente. —No todos aprecian los libros. Creo que eso te hace especial. Y tengo que decir, que también me encanta leer.

Me ruboricé. No estaba segura de si era un cumplido o algo más. La calidez en su tono me desconcertaba, pero me hacía sentir algo incómoda y agradable al mismo tiempo.

—¿Por qué estás aquí, Henry? —pregunté, finalmente decidida a dejar las cosas claras. No podía seguir jugando al misterio, mi vida estaba a punto de cambiar y necesitaba saber a qué atenerme.

Él me observó un momento, como si seleccionara sus palabras con cuidado. Después dejó una carpeta sobre el sofá.

—Vine a traerte el contrato del apartamento —dijo con voz firme, — como te había comentado, no tendrás que pagar renta. Es un lugar que tengo, pero no lo uso. Solo es una inversión. Sé que te vendría bien. Lo hago así formal, para que tengas todo en regla y puedas poner esa dirección en las administraciones públicas.

Miré la carpeta, sintiendo el peso de la decisión. Henry me estaba ofreciendo algo que no podía rechazar, pero no dejaba de preguntarme por qué lo hacía. ¿Qué ganaba él con todo esto?

—Gracias —dije finalmente, aunque mis palabras sonaban vacías. No sabía cómo expresar lo que sentía.

Henry asintió, pero no se movió. Se quedó allí, mirándome con intensidad.

—Quiero que sepas que no espero nada a cambio —dijo, como si pudiera leer mis pensamientos. —Solo quiero ayudarte. Y creo que tú también necesitas una oportunidad para empezar de nuevo.

Lo miré, buscando alguna señal de que no fuera sincero. Pero en sus ojos solo había sinceridad, y eso me hizo dudar.

—No estoy segura de lo que estoy haciendo —confesé, mostrando una vulnerabilidad que no había mostrado a nadie en mucho tiempo. —Es todo tan... inesperado. Pero supongo que no tengo muchas opciones. Aunque había pensado dormir en mi coche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.