Destinados a no ser

Capítulo 6: Ve y dile que tuvo razón

En un rincón de la cafetería, Kira moría de risa mientras escuchaba a Domhnall. Su mano tambaleante sujetaba una taza de chocolate caliente y una bufanda color rosa pastel claro se balanceaba alrededor de su cuello con gracia. Llevaba unos jeans azules y una sencilla camisa blanca, su cabello estaba desprolijamente recogido, algunos mechones sueltos le caían sobre la cara. El pelirrojo la miraba encantado, su traje impecable azul marino y su taza de café expreso contrastaba visiblemente con ella. Pero nada de eso parecía importarles, estaban sumergidos en una conversación entretenida y no habían dejado de reír.

—Igual, debería estar muy loca tu adorada esposa para aceptar cuidar cinco críos solita —rió Kira divertida— O sino es que tendréis genes de gente tranquila en tu familia, eso en la mía es imposible... es más probable que los niños visiten el juzgado que el templo. —Ella estaba sumamente risueña—. De todos modos, te digo, es posible que las chicas estén más ilusionadas que otra cosa. Los hombres históricamente han sido escasos —sentenció antes de empezar a enumerar con los dedos—. O están locos, o son pervertidos, o infieles, o simplemente son menos. Básicamente, y en muchos casos, sois vosotros los que elegís con quien estar.

—Tendré que pagar una niñera —redobló la apuesta el pelirrojo—. ¡No podría verla nunca de lo contrario! —Exclamó aumentando las risas—. Comenzaré a ahorrar desde ahora la mayor parte de mi sueldo si quiero poder mantenerlos a los seis en el futuro.

Él esperó a que ambos pudieran calmarse para continuar.

—¿Sabes? Eres la tercera chica que me dice eso y me siento bastante tonto, porque me doy cuenta que jamás he podido elegir —contó con una sonrisa en los labios— ¡Jamás! —Exclamó aún divertido—. Todas las chicas por las que me intereso un poco terminan estando locas o literalmente, desaparecen —explicó—. Por eso te dije que no me quería enamorar —le confesó.

—Yo tampoco quiero, ya lo sabes. —Ella se encogió de hombros—. Estoy intentando recomponerme después de haber estado con alguien que fue muy importante en mi vida. —Hizo una pausa—. Tal vez, el amor no es para mí. —Ella le devolvió una sonrisa mientras se inclinaba hacia el pelirrojo—. Ya somos dos los que jamás hemos podido elegir —soltó con una risita—. Al menos tú tienes esperanzas de encontrar a una chica, aunque este medio-loca, yo en cambio, estoy desahuciada. —Ella rió de forma espontánea y alegre—. Mira, si tengo un solo hijo, me voy a dar por satisfecha, en parte por sacarme el gusto y adorarlo a más no poder —le confió levantando ligeramente un hombro, luego titubeó—. Mmm, me recuerdas al amigo de mi padre, la mujer que él amó murió. La gente dice por ahí que tuvo una hija con una medio novia y, pafff, la tía es un tormento y encima inmortal. Seguro os encontrastéis con la misma gitana —bromeó.

El pelirrojo rió ante la idea de una gitana echándole una maldición.

—Mmm... —pensó—. Hay una historia de corazón roto solitario en algún lugar de mi corto pasado. La tristeza me duró menos de quince días, pero el mundo ¿qué sabe? —preguntó retóricamente—. ¡Puedo decir que fueron años de tortura! —aventuró—. Que caí bajo el efecto de las drogas, del alcohol y que sólo lograba llenar el hueco que esa persona había dejado, en los brazos de otras mujeres que me recordaban a ella —fabuló jocosamente.

—¿Menos de quince días? ¿Llevas un seguro en el corazón como las armas? —inquirió alegre—. Probablemente ese amor era muy polifacético, porque no te puedo imaginar recordándola con un solo tipo de mujer ¿o vas a hacer el cuento de la personalidad? —Ella no dejaba de reír—. Porque como el mundo te vea saltar de una gótica a una lolita, no veas la que se te arma con las fans.

Ambos rieron, Domhnall intentó recobrar la compostura.

—Es una historia corta y aburrida —confesó—, dejemos el asunto en que no era amor —sentenció— o tal vez sí —añadió juguetonamente mientras le guiñaba un ojo—. Ahora, si voy a ser un casanova podría exagerar la historia y buscar, justamente, amor en diversos brazos, justificando mi comportamiento en tratar de buscar desesperadamente la persona que pueda llenar ese vacío —imaginó y levantó un dedo para acotar—, sin discriminar a nadie.

Ambos se lanzaron a desternillarse de risa nuevamente.

—Buena idea —aseguró Kira—. Además, con el paso del tiempo lo puedes maquillar hasta que el cuento del corazón solitario se convierta en uno en el cual estabas rodeado de mujeres atractivas que te acosaban y así nos pasaríamos el rato echando unas risas.

Domhnall apoyó el rostro sonriente contra su puño, inclinado hacia delante, mientras que con su otra mano jugaba con el borde de la taza de café. Kira le observaba con dulzura.

—Mi abuela siempre me dice que está la historia —pausó ella dramáticamente— y la —recalcó— historia —La castaña le miró cariñosamente—. Y, que no todas las personas pasan a la historia como realmente eran —señaló con un dejo de seriedad.




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