DESTINO
El pasillo lustroso reflejaba la imagen de las dos y el silencio era profanado por sus pasos sobre el brillante piso.
-¿Qué hiciste esta vez María?
- ¡Nada hermana!
-¡No mientas! Si la directora te ha mandado a buscar debe ser por algo.
- Esa mujer es una amargada, que la ha agarrado conmigo.
-¡No digas eso! La madre Mercedes es una….
-¡Amargada!
-¡María, por favor!
-Es la verdad hermana Petra… ¿Dígame? ¿Desde cuándo conoce a la directora?
-Desde que llegue a trabajar a este internado, hace cinco años, ella ya era la directora.
-Y en ese tiempo… ¿Cuántas veces la ha visto reír? ¿Cuántas veces?
La religiosa guardó silencio, se detuvo frente a la puerta y respiró profundamente, diciendo:
-Compórtate, mide tus palabras. Por favor, María Claudia, no te busques más problemas.
-¡No hice nada!
-¡Entra!
-¿Sola?
-¡Claro!... La directora no es ningún monstruo.
-Eso es según el punto de vista.
El rostro de reproche de la ovalada hermana, hizo sonreír levemente a la muchacha, haciendo que sus hermosos ojos azules se iluminaran.
-¡Ahora si la expulsan y el padre se encargará de ella!
-¿Qué hiciste Arelis? Yo no sé porque la detestas tanto. Ella no es…
-¡Si la vas a defender, me avisas y te vas con ella!¡No quiero traidoras a mi lado!
-N o o o… Yo siempre estaré contigo pero…
-¡Mira ya entró! Va con el rabo entre las patas. ¡Ojalá la directora la tire a la calle!
Ambas muchachas asomaban la cabeza por la pequeña ventanita de la puerta.
La monja en su escritorio, permaneció con la vista metida en los papeles. La llegada de la muchacha no la hizo mover, sólo elevó la mirada, al escuchar su voz.
-¿Me mandó a llamar?
-Señorita Carbajal, los años que lleva en esta institución educativa, no le han servido para nada, ¿Verdad? ¿Dónde está su educación? Antes de entrar a cualquier parte, se llama a la puerta y luego se saluda.
-¡Usted me mandó a llamar! ¿No?
-¡Salga y haga las cosas bien!
La joven sin evitar, ni querer ocultar su odio, miró con ira a la directora, se mordió el labio inferior y salió.
-¿Qué pasó? ¿Ya hablaron?
-¡La desgraciada esa, quiere que llame a la puerta!… Pero se va a quedar con las ganas. Si quiere hablarme, me va a tener que ir a buscar.
-¡Espera! ¡María Claudia, por Dios! ¿Por qué no haces las cosas bien, una vez en tu vida? Haz lo que la directora dice, por favor… Si llama a tu padre…
-¡Que lo llame! Al fin y al cabo, es la única manera que tengo de verlo.
-¡Te van a expulsar!
-Para lo que me importa…
-La relación con tu padre se pondría peor.
La joven guardó silencio por unos segundos, al cabo de los cuales, tocó con fuerza a la puerta.
-Adelante.
-¡Buenos días!
-Buen día, señorita Carbajal
-¿Por qué me mandó a llamar?
-Usted no se cansa de romper las reglas de este instituto, ¿verdad, señorita Carbajal?
-No la entiendo.
-Están prohibidas las visitas los días de semana, el alcohol y los cigarrillos.
-¿Me mandó a llamar, para decirme lo que todos los días, dicen en cada clase?
-Pues, esas “muchas” veces no son suficientes para usted, ¿verdad?
-No la entiendo.
-La vieron fumando en el patio de atrás.
-¿Quién?
-Eso no interesa.
-¡Claro que interesa! Quiero saber quién fue, para llamarla mentirosa en su cara.
-¿Entonces, usted niega haber fumado y que tiene cigarrillos en su poder?
-¡Claro que lo niego!
-Es más pecado, negar el pecado, que hacerlo.
La religiosa se levantó de la silla, dejando ver toda su altura, las facciones de su cara, estaban en completa rigidez, su mirada era penetrante sobre la joven, que no se inmutó con su cercanía.