la extensión de la palabra. La sociedad en que vivimos no perdona nada. ¡Nos vemos!
La religiosa, mantuvo la bocina pegada al oído mucho tiempo después que el hombre había colgado, y se dijo:
-La Educación del padre, es la de la hija.
El timbre dio la salida a todas las estudiantes, a la media hora de recreo, que les tocaba. María Claudia parada en medio del pasillo comenzaba a sentirse el centro de la atracción, todas pasaban a su lado, mirándola, unas con respeto, otras con suave sonrisa. El grupo encabezado por Arelis, se detuvo junto a la muchacha… Todas sonrieron a las carcajadas, de la que guiaba.
-¿Qué pasó, Carbajal? Sé que siempre te ha gustado llamar la atención, pero… Esto es hacer el “ridículo”, pareces una estatúa.
-Prefiero hacer el ridículo, por un castigo, que ser una “sucia delatora y sapa como tú”
-¿De qué hablas?
-¡Cuídate, Sanabria! Porque esto me lo vas a pagar.
-¡Ay, sí! ¡Qué miedo! Lo que tienes que hacer Carbajal, es portarte bien y no meterte conmigo o te arrepentirás… Y sino, pregúntale a tu amiguita Castro.
-¿Qué le hiciste a Eloísa?
-Vamos muchachas, no quiero perder mi recreo, en tan poca cosa.
-Con su permiso. ¿Puedo hablarle?
-Claro hermana, Petra. Pase y siéntese.
-Gracias.
La hermana no podía evitar el nerviosismo, al darse cuenta la directora, dijo:
-Me imagino a lo que vino. Vino a pedirme por la señorita Carbajal. ¿No?
-Pues, sí.
-No voy a quitarle el castigo. Permanecerá en el pasillo todo el día y no tendrá visitas el fin de semana.
-Puedo, saber qué fue lo que hizo.
-Cargaba una caja de cigarrillos y la vieron fumando en el pasillo.
-¿Usted la vio?
-¡Hermana, por favor! La cajetilla la tenía en el bolsillo de la camisa. No trate de disculparla, es culpable y pagara el castigo.
-Disculpe, Madre Mercedes, pero… Si queremos corregir a esa muchacha, no lo debemos hacer con castigos.
-¡Ah, no! ¿Y entonces?
-Permita que el padre venga a verla, el sábado, ese hombre siempre anda de viaje y la muchacha lo quiere, sería injusto que…
-El señor Carbajal, saldrá de viaje esta tarde, así que aunque yo quitara el castigo, ella no veía al padre.
-Pues… ¿Y no podría hacer nada con lo del pasillo? Lleva varias horas ahí y…
-Y se quedará hasta llegar la noche. Hermana Petra, no deja que el cariño que siente por esa muchacha, la haga tomar partido.
-No la entiendo, Madre.
-Para usted, la señorita Carbajal, nunca hace nada malo, todo el mundo es culpable, menos ella… ¡Se queda en el pasillo, hasta la noche! Encárguese de darle agua y algo de comer.
-Como usted ordene. Con su permiso.
-¿Cómo que no vamos el sábado? ¡Es el único día que puedo ver a María Claudia!
-Lo sé, Fernando. Pero está castigada. Le suspendieron las visitas.
-¿Por qué?
-Tú conoces a mi hija. Cuando ve una regla, tiene que romperla. Le descubrieron cigarrillos y fumando.
-¿¡Y por esa tontería no veré a mi novia!?
-Son normas de la institución.
-Yo sigo pensando que, María Claudia, no debería estar ahí.
-Quiero a mi hija, una mujer educada, refinada, como su grado en la sociedad lo requiere.
-Sí, pero…
-¿Crees que tú, podrías enseñarle lo que le enseñan en ese colegio?
-Después que sea mi esposa…
-Ese es otro tema, Fernando. Yo no veo a mi hija muy segura de querer casarse contigo.
-No diga eso, señor Carbajal. María Claudia y yo somos novios hace un año.
-Y solo se ven los sábados y vigilados por un ejército de monjas. ¡Por favor, muchacho!
-Ella se casará conmigo.
-Eso espero. Me agradas y sé que la harías feliz.
-¡Hermana Petra! ¡Hermana! ¡Venga, por favor!
-Sí, María Claudia.
-¿Qué le pasó a Eloísa?
-Pues…
-Vamos, hermana… Recuerde que no puede mentir. ¿Qué le sucedió?
-La encontraron en el baño, totalmente llena de huevos y harina, y lo peor es que comió esa mezcla cruda y no se siente muy bien.
-¿Quién le hizo eso?
-Ella no dijo nada
-¡Maldita sea!
-¡Carbajal!
-Yo sé quién fue… ¡Me la va a pagar doblemente!