Destino

Capitulo 4

         -¡Pero Madre!

         -¡Obedezca!

         La muchacha bajo la cabeza y salió de la oficina, tras ella trato de salir María Claudia, pero la Superiora la detuvo:

         -Aún no he terminado con usted Carbajal.

         La joven con disgusto, cerró la puerta con algo de brusquedad, el golpe hizo que la Madre Superiora, elevara la vista, pero el silencio fue su reproche; se había puesto cómoda en su silla y luego de un instante sin palabras, dijo:

         -¿Es que usted no piensa dejar de dar problemas Carbajal?

         -No le habrá hecho caso… Es una mentirosa.

         -¡Dijo la verdad y usted lo sabe! Dijo la verdad en el salón de clase y estoy casi segura que usted también fue culpable de sentarla en mi silla.

         -Ahora resulta, que soy yo culpable de todo lo que sucede en esté lugar… Tal vez también soy culpable de que usted se haya metido en esa “ropa de cucaracha negra”

         La reacción de la Madre Superiora, la hizo dar un paso atrás. La mujer verdaderamente molesta se puso de pie, casi gritando:

         -¡Respete éste hábito, Carbajal!

         -¿Por qué? ¡Yo no lo llevo puesto!

         -Carbajal, cuidado con lo que dice.

         -Yo sólo digo la verdad. ¿Dígame que no es cierto? Sanabria y yo vinimos a ser castigada… Y usted la deja ir como si nada, en cambio a mí…

         -Las faltas fueron diferentes. Usted hizo parecer como tonta a una de las Hermanas, frente a un salón de clases, en cambio Sanabria…

         -Solo me delató. Pero en el salón, usted dijo que eso era tan grave o más que lo que yo había hecho… Y ahora nada, sólo parada en el pasillo una hora, que no hay nadie para verla y burlarse. Pero yo hago cualquier cosita, nada de nada y me suspende las visitas y me impide salir de este lugar.

         -Escuche bien, Carbajal. Yo castigo por “por igual” a las alumnas. No tengo privilegios por ninguna y si usted no sale del instituto o si nadie viene a verla, no es culpa mía, sino que no tiene a nadie que desee verla.

         Aquellas últimas palabras, hicieron que la muchacha cambiara 

la expresión de su rostro, la ironía, la altives y el orgullo, desaparecieron, para dar lugar a una mueca de tristeza y dolor. La superiora, comprendió que había cometido un error, abrió la boca para disculparse, pero María Claudia se le adelantó:

         -¡Le agradezco que me recuerde que mi padre, ni quiere verme y que solo soy un estorbo para él, y que no sabe qué hacer conmigo!

         -Yo no dije eso.

         -Yo escuché lo que usted dijo, pero no soy idiota, al buen entendedor, pocas palabras bastan… Termine de darme el castigo y déjeme ir, que no me hace ningún bien estar viéndole la cara.

         -Bueno… Ya que tanto daño  le hace mi presencia, señorita Carbajal… Ese será su castigo. ¡Quedarse aquí! “viéndome” hasta la hora de cenar. Vaya al rincón y parece, mirándome. ¿Qué espera? ¡Obedezca!

         -¿Cómo lo hiciste Arelis? Pensé que la Directora te iba a castigar con más dureza.

         -Yo no le tengo miedo a esa vieja. Y esa hora que me dejo en el pasillo, me la va a pagar. Ella sabía que yo no era culpable y aun así… ¡Ojala y la cambiaran! ¿Sabes quién sería una directora estupenda? La Hermana Matilde.

         -¿Por qué?

         -Ella detesta a Carbajal, ¿te imaginas que hermoso sería?

         -No sueñes Arelis, la Madre Mercedes no dejará el cargo de Directora, así que no te pongas en mal con ella y vamos a comer.

         Ya estaban todas a la mesa, cuando llegó María Claudia. Con lentitud fue a su lugar, pasando junto a Arelis, sin mirarla siquiera.

         -¿Qué paso, María Claudia? ¿Dónde estabas?

         -¡Viendo la horrible cara de la Directora!

         -¿Todo este tiempo?

         -Me dejó parada en la dirección.

         Eloísa, no pudo más que reírse, al ver la mueca de disgusto de su amiga.

         -Yo no le veo la gracia… Mejor comamos, que estoy cansada.

         El silencio en el comedor, se hizo absoluto, pero con la salida, brusca de Eloísa todas rompieron a reír. María Claudia, con gesto molestó, tiró los cubiertos y también salió, la siguió hasta el baño, donde encontró a la amiga, vomitando hasta el alma.

         -¿Qué te pasó?

         -Aún no estoy bien. Cada vez que como algo, siento que… ¡Dios!

         Eloísa con gran prisa, se subió la falda, metiéndose en uno de los cuartos; María Claudia, asomó la cabeza a la puerta, preguntando:

         -¿Ya hiciste?

         -¿Qué?

         -¿Ya salió?

         -¿Qué pregunta es esa María Claudia?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.