La preocupación de María Claudia aumentó… ¿Quién abrió la puerta de madera, a quién esperaba, o porqué quería entrar?
A la cabecera de la mesa, la Madre Superiora, miró a todas las religiosas y al ver a las novicias, frunció el ceño, al ver a María Claudia casi dormida y ya servida la comida, su voz sonó fuerte, haciendo que todas la miraran.
-¡Agradezcamos a Dios el alimento! ¡Sor María! ¡Sor María!
La Hermana Teresa, que estaba cerca de la muchacha la golpeó suavemente, para hacerla despertar.
-¿Qué?
-¡Vaya a su cuarto, Sor María!
-¡Disculpe, Madre es….!
-¡Obedezca!
Sin replicar se levantó, nadie volteo a mirarla, todas continuaron con la comida.
La molestia de la muchacha la hizo hablar sola, camino a su cuarto.
-¿Quién rayos se creerá que es? Más tonta yo que aún estoy aquí.
Y fue directa a la salida, la reja le cerró el camino, pero aquello no la detuvo. Estaba decidida a irse; pero cuando trató de subir la reja, el hábito fue un estorbo, se levantó la falda sujetándola en el cinturón y comenzó a subir, mas ni a la mitad había llegado cuando escuchó:
-¡Vaya, vaya! ¿Qué significa esto?
Descendió para encontrarse con la risa triunfadora de Bernabé.
-¿A dónde iba, Sor María?
-¡Trataba de llegar al cielo!
La respuesta burlona de María Claudia, molestó a la joven, que pensando que tenía la de ganar, dijo:
-¿Qué pensará la Superiora si se entera de esto?
-No sé… Ve y díselo. Yo lo negaré, a ver a quién le cree, pero recuerda que tú también tienes rabo de paja…
-¿A qué se refiere?
-¡Piénsalo! Pero es mejor para ti, que mantengas la boquita cerrada, que la que puede perder eres tú.
-¡No me amenace! ¡Voy con la Superiora ahora mismo!
-¿A sí? ¡Vamos pues, te acompaño!
El asombro de la muchacha cuando se vio sujetada por el brazo y prácticamente arrastrada al comedor, de donde salían las religiosas, en absoluto silencio.
-¡Está usted loca! ¡Suélteme!
-¿No querías hablar con la Superiora? ¡Ahí la tienes! ¡Madre!
-¡Cállese!
-¡Sor María! ¿Qué hace usted aquí? Le ordené que fuera….
-Sí Madre… Y la estaba obedeciendo, pero la señorita Urdaneta quiere decirle algo. ¡Con permiso!
Bernabé palideció ante la mirada fulminante de la Madre Superiora.
-¡Diga qué pasa, Urdaneta!
Sudaba sin saber qué hace.
-¡La escucho!
-Bueno Madre… La verdad… ¡Esa aprendiz de monja está loca!
-¿Qué?
-La descubrí, subiéndose a la reja de la puerta.
-¿A si?
-Sí… Creo que quería escapar.
-¿Escapar Sor María? ¿De qué?... Puede irse cuando quiera, sólo tiene que pedirlo.
-Pero… ¿Y por qué se estaba trepando…?
-¡Quién sabe, señorita Urdaneta! Vaya al patio, que pronto llegará su familia.
-¡Sí, Madre! Con permiso
Si la muchacha estaba enfurecida, la Superiora quedó preocupada.
-¡Hermana Teresa!
-Sí Madre.
-Busque a Sor María. Que vaya a mi oficina.
-¿Qué sucede?
-Nada, Hermana. Espero que nada ¡Búsquela por favor! Y luego reciba a los familiares de las alumnas.
-Sí, Madre.
María Claudia, a medio pasillo se tropezó con Cándida.
-¡La buscaba, Sor María!
-¿Ahora para qué?
-Mi hermano viene hoy y me gustaría que lo conociera.
-¡Mira Ribero…! Creo que no voy a tener mucho tiempo para…
-¡Por favor, Sor María!
-Está bien, Ribero… Pero déjame…
-¡Sor María!
-¿Qué pasa, Hermana Teresa?
-¿Eso le pregunto a usted, Sor María? La madre quiere verla en su oficina y no tenía buena cara.
-¡Nunca la tiene!