Destino

Capitulo 12

         Se le acercó en silencio y ya a su lado, cuando iba a decir algo, la muchacha le habló, primero:

         -Le dejé algo de comer tapado en la olla.

         -AH… No lo vi. ¿Qué hace aquí?

         -Bueno Madre, cada quien tiene su forma de buscar la paz o de hablar con Dios. Usted reza y yo admiro lo hermoso que él ha hecho.

         La superiora la miró, extrañada y luego vio lo que la joven observaba… El amanecer, el sol plasmado sobre el pequeño lago… Era algo de verdad celestial.

         Volvió a mirar a la muchacha, que no había movido un dedo, desde que ella llego y se retiró en silencio a la cabaña.

         -Buenos día, señorita Rivero… Antes que entre a clase, quiero hablarle un momento.

         -¡Claro Hermana Teresa! Dígame.

         -Es sobre…

         -¿Qué pasa, Hermana? Desde ayer temprano, que no he visto a Sor María. ¿Le sucedió algo?

         -¡No! ¡Dios bendito, claro que no! Sor María anda con la Superiora.

         -¿Y eso?

         -Son cosas de la orden… Pero lo que quería era decirle, que le diga a su hermano que…

         La llegada de Bernabé, saludando alegremente a Cándida, hizo  que la religiosa, las mirará extrañada y en un descuido, ambas entraron al salón.

         La Superiora comiendo lo que la joven le había dejado, la miraba desde la puerta, no se había movido y el día había cambiado, lo oscuro de la tormenta, encapotaba el lugar y en segundos las represas del cielo se derrumbaron en una torrencial y enorme  tormenta.; la joven corrió a la casa, al llegar estaba empapada de pies a cabeza.

         -¡Rayos! ¡Qué manera de llover!

         -Sí. Miré como se mojó Sor María. Quítese la ropa y…

         Aun no había terminado de hablar, cuando la muchacha le respondió, algo molesta:

         -No es necesario, no es para tanto.

         -¡No la quiero enferma! ¡Quítese toda la ropa mojada! ¡Ahora!

         La muchacha ante el enfado y la orden, obedeció. Se desvistió, con algo de pena, miró al otro lado, María Claudia, sin toca, se sintió morir, pero no podía dejársela puesta, así que se cubrió con la sábana, hasta la cabeza, solo dejó al descubierto su cara.

         El viento y el agua arreciaban  y durante horas no se detuvo. La Superiora comenzaba a ponerse nerviosa, las aguas se acumulaban  afuera, el auto no podía salir con el terreno así.

         Sor María sentada en la  que era su cama, la miraba y su paso, incesante hasta la puerta, la hizo sonreír, diciendo:

         -¿Le sucede algo Madre?

         -No

         -Entonces, ¿por qué hace zanjas en el suelo con tanto caminar?

         Se detuvo y la miró, parecía un sapo, solo la cara se le distinguía.

         -Llueve muy fuerte y el lugar se está inundando. Se nos hará difícil salir de aquí ahora.

         -Bueno Madre. Véalo del punto de vista positivo… Póngase a meditar que para eso vino ¿no? Siéntese y deje de mirar hacia fuera y solo escuche la lluvia y verá que no hay más meditación que el canto de la gotas… A mí me relajan.

         -¡Éste lugar puede inundarse! ¿No lo entendió, Sor María?

         -Sí, Madre. La escuché y lo sé, pero… ¿Podemos irnos? ¿El agua está aquí adentro?

         Ante las preguntas, las repuestas que nadie dijo, hizo que la madre Superiora fuera a su lecho y se sentara, Los truenos hacían estremecer la edificación y la muchacha sin inmutarse, solo recostada a la madera, cerró los ojos, mientras la Superiora la miraba sin comprenderla.

         -Hace años que no llueve así, Hermana Teresa.

         -Sí hermana Francisca y eso me tiene preocupada. La Superiora fue a la cabaña.

         -¡No puede ser! Dios… el lago está cerca y tiende a desbordarse.

         -Lo sé. Por eso mi miedo.

         María Claudia, miró a la Superiora, que aunque sentada no lograba mantener las manos tranquilas, mirando con preocupación la puerta: el rosario  rodaba entre sus dedos, mas no rezaba… Ni siquiera miró a la muchacha cuando se puso el hábito, aún mojado y poniéndose de pie le dijo:

         -¡Vamos a rezar, Madre!

         -¿Qué?

         -Póngase de pie… Usted comience, yo la sigo.

         El asombró como respuesta, la voz entre cortada y temblorosa de la Superiora…

         -Padre nuestro….

         -Hermana Teresa. ¡Hermana!

         -¿Qué sucede, Hermana Juana?

         -El agua comienza a empozarse en el patio y en los alrededores…

         -Ya lo he visto desde la ventana. Mantengan a las alumnas en los  salones de clase. No quiero miedo, ni pánico.




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