Destino

Capitulo 13

         -Quiere explicarse, Don Augusto.

         -Pues, es un tema algo desagradable.

         -¡Debe contármelo todo!

         -Está bien. Todo comenzó en el internado…

         La Madre Mercedes, en su oficina y en sus pensamientos, escuchó que llamaban a la puerta.

         -¡Pase!

         -¡Disculpe, Madre!

         -Entre Hermana Clara. ¡Dígame!

         -¡Nada! Hasta donde sé y puedo ver… Está completamente bien.

         -¡Está segura, Hermana! ¡Fue mucho tiempo inconsciente!

         -Lo sé Madre. Pero está bien. La dejé en la cocina, porque seguía con hambre.

         -¿Usted qué opina Hermana? Tendrá posibilidades de consecuencias a largo plazo.

         -Pues, la verdad, no lo creo.

         -Bien. Vaya y dígale a Sor María, que venga, que quiero hablarle.

         -Sí Madre. Con permiso.

         La seriedad de la Superiora, era total, debía tomar una decisión y tan metida estaba en sus ideas que solo a la tercera llamada, reaccionó.

         -¡Pase!

         -¿Me mandó a llamar?

         -Sí, Sor María. ¿Cómo se siente?

         -Bien.

         -Eso me alegra. Antes de enfermar, hablé con usted y… Quiero que acabe de decidirse.

         -¿Sobre qué, Madre?

         Aquella pregunta, deja callada a la Superiora, que luego de unos minutos, dijo:

         -¿No recuerda la conversación que tuvimos, antes que cayera enferma?

         -Pues… ¿Se refiere a que debo decidir si irme o quedarme?

         La Superiora, sonrió con algo de alivio, al comprender que los recuerdos de la adolecente novicia estaban bien.

         -Sí, de eso mismo. ¿Qué decisión ha tomado? Si se queda, será bajo las reglas de la orden… ¡Sin inventos! Y si ha decidido irse, yo misma la llevaré a su casa.

         -¿A mi casa?

         - Sí. La llevaré y la dejaré con su familia, para que luego la “orden” no asuma sus locuras fuera de aquí.

         -¿Y si no le digo donde vivo?

         -Lo busco en los papeles que nos envió. ¿Se queda o se va?

         La decisión era una sola y María Claudia, lo sabía… Debía evitar ir con la Superiora, así que con voz suave y baja, dijo:

         -Me quedo.

         -¿¡Qué!? ¡Hablé más alto, Sor María!

         -¡Qué me quedo!

         -¿Quiere quedarse?

         -Sí.

         -Vaya a su celda.

         -Pero Madre…

         -¡Obedezca!

         La situación de María Claudia, había empeorado. Eso que la llevaran a una casa, donde nadie la conocía, no era lo mejor… Si se iba, tenía que hacerlo sola y sin que nadie la viera.

         Fue directa a su celda, sin pensar en nada más, que, en qué era lo mejor para ella: Seguir en la seguridad de aquel lugar o escapar sin saber a dónde.

         La puerta se abrió bruscamente, haciendo sobresaltar a la Superiora.

         -¡Sor María…!

         La entrada abrupta del Sacerdote, hizo que la Madre lo mirara entre asombrada, asustada y preocupada.

         -¡Disculpe Madre! La Hermana Clara me comentó que Sor María estaba aquí, y…

         -¡Pues ya no está, Padre! La mandé a su celda.

         -Pero está bien, ¿no?

         Aquella preocupación del Sacerdote, no le gustó nada a la religiosa.

         -¡Sí Padre!... Sor María está bien. Gracias a Dios. Ya puede estar “tranquilo”

         El tono de la voz de la mujer, puso serio al Cura, que sintiéndose presionado o tal vez, ofendido, dijo:

         -Estaba preocupado al igual que todas las alumnas. Les diré que Sor María está bien.

         -Sí, vaya y dígales.

         Al quedar a solas, la mujer del hábito, se dijo:

         -¡Tal vez sería mejor que Sor María se fuera, por el bien de mucha gente!

         María Claudia, daba vueltas en la cama y en el silencio del lugar, la música de sus tripas le recordaban el hambre que le carcomía el estómago. Ya no podía aguantar más, así que salió en buscar de algo de comer… Apenas salía de la parte del convento, vio, aquella sombra pasar envuelta en un manto negro: el hambre desapareció y cambió su rumbo, siguiendo a la figura, hasta el portón y vio, como se abría… Mantuvo hasta la respiración, esperando saber de una vez que sucedía. La pesada puerta se abrió, y unas manos sujetaban a la persona cubierta con la capa. Fue fácil para María Claudia entender que sucedía; la persona afuera, quería que la de adentro saliera… La reacción negativa de dar un paso atrás, hizo que la puerta se cerrara y  la sombra regresara a la casa y la muchacha sin preocuparse de quién entró, trató de ver  al que se iba, ya la puerta estaba cerrada con llave y solo logró ver una tenue luz de linterna que se alejaba y luego un carro que encendía a la distancia.




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