Destino

Capitulo 14

-¿Qué pasó? ¡Se quedó dormida!

         -¡No Madre! No está en su celda, no la encuentran por ningún lado.

         -¿Cómo que no la encuentran?

         -No Madre.

         -¿Buscaron en el bañó?

         Y mientras pregunta con cinismo, la Madre sonrió.

         -¡Tampoco está ahí!

         Aquella afirmación hizo que la mujer se levantará de su asiento.

         -¡Búsquenla, no pudo salir del convento!

         -Eso estamos haciendo, pero dentro de unos minutos llegaran los representantes y hay que tener todo preparado.

         -¡Es verdad! Que la Hermana Teresa se encargue y las demás busquen a Sor María. ¿Y la Hermana Clara?

         -No la he visto, Madre.

         -Vamos a buscar a Sor María y que ninguna de las alumnas se dé cuenta.

         Los carros que traían a los padre y familiares de la internas, comenzaron a detenerse frente a la gran casa. Siendo recibidos por las alumnas y la Hermana Teresa, que trataba de vigilar para que todo estuviera bien.

         La Madre Superiora con paso acelerado, entra a la enfermería, al no ver a la Hermana Clara, la llamó:

         -¡Hermana! ¡Hermana Clara!

         -Aquí estoy Madre. ¡Dígame!

         -¿Ha visto a Sor María?

         -¡No desde anoche!

         -¿Le dio el purgante?

         -Sí.

         -Nadie sabe dónde está.

         -La dejé en su cuarto.

         -¿Pero la vio, bien?

         -Sí, Madre.

         -¿Dónde se metió entonces?

         -¡Hermana Clara! ¡Hermana!

         La llegada intempestiva  de Bernabé y Cándida, dejaron a las dos religiosas asombradas y aunque no esperaban a la Superiora, igual continuaron hablando las dos a un tiempo.

         -¡Sor María!

         -¡Está tirada…!

         -¡Un momento! ¡Una que hable, la otra se calla! ¡Urdaneta! ¿Qué sucede?

         -¡Es Sor María, Madre! ¡Está tirada en una de las camas…!

         -¡Sí, Madre! ¡Está pálida y fría!… Vinimos por la Hermana Clara, para…

         -¡Está bien Rivero! ¡Cálmese! ¡Llévenos a donde está!

         Gustavo, acompañado de otro joven, de considerable altura y una flacura visible, con cabellera amarilla cual trigo maduro; se acercaron a la Hermana Teresa.

         -¡Disculpe Hermana!

         -Sí, señor Rivero

         -¿Ha visto a mi hermana? Siempre me está esperando aquí, pero hoy no la he visto.

         La preocupación de la monja se duplicó ante aquella pregunta y con sonrisa forzada, dijo:

         -Debe venir en camino. Con su permiso voy a ver si la veo.

         -¡Vengan! En esa cama…

         -¡Ahí la dejamos, Madre! ¡Se lo juro!

         -¡No jure Rivero!

         -¡Pero es la  verdad, Madre! Estaba tirada en la cama, boca abajo, pálida, casi verde.

         -¿Están seguras, muchachas?, porqué…

         -¡Sí hermana Clara!

         -Pues… Sí estaba tan mal, ¿a dónde fue?

         Y a la pregunta de la Superiora la respuesta se presentó… María Claudia salía del baño, dejando a todas  asombradas… Su semblante asustó y con voz apagada, casi gagueando, dijo:

         -Disculpen, pero es que no me siento nada bien. He ido mil veces al baño… Dejé mi celda y me vine para acá, que el baño queda cerquita…

         Y se desplomó sobre la cama. Las cuatro quedaron en silencio y cuando la Superiora iba a hablar… Se calló ante la rapidez de Sor María al incorporarse e ir al baño.

         -¿Será que comió algo que le hizo daño, Madre?

         -¿Quién sabe Rivero? ¡Hicieron bien en buscar a la Hermana Clara! Ahora vayan a recibir a sus familiares, que nosotras nos encargaremos de Sor María.

         Al quedar solas, la Superiora, acercándose a la Hermana Clara, preguntó en voz baja:

         -¿Cuánto le dio de purgante?

         -Una buena dosis, Madre. Usted dijo que el estreñimiento era fuerte.

         -Sí.

         -Pero lo que olvidamos, las dos Madre, es que Sor María venía de unos días de gripe y mal alimentación… ¡Estaba muy débil!

         -¡Y ahora está peor! Apenas se sostiene en pie.




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