Destino

Capitulo 15

         El tono de aquella voz masculina, le erizó la piel y reconoció a Bernabé y sin ver, ni escuchar, dedujo que la otra era Cándida. Ahora no podía hacer nada, hasta que el vehículo se detuviera y se dijo, complacida:

         -Nunca pensé que sería tan fácil escapar y en carro.

         Cándida al lado de Bernabé. Comenzaba a asustarse, continuaba sin ver nada, con el codo, llamó la atención a la amiga, que continuaba embobada mirando al conductor: hombre joven y bien parecido. Disimuladamente volteó a mirar a la angustiada compañera,  que preguntó con voz baja:

         -¿Adónde vamos?

         -¡Tranquila!...

         - ¿Qué sucede? Tú amiga está preocupada.

         -No…No… ¿Cómo crees? Es que tiene ganas de ir al baño.

         Los ojos de Cándido, matarían a Bernabé, que le sonrió burlona.

         -Ya casi llegamos. Y podrás ir al baño.

         María Claudia, comenzaba a sentir el mismo miedo de Ribero. Sintió algo de alivio al ver unas casas, algún pueblo pensó; pero la oscuridad absoluta de las viviendas le dio la seguridad que algo estaba mal. Pero no supo cuánto, hasta que notó las luces de otro automóvil, que parado esperaba.

         Cuando la camioneta se detuvo, Bernabé también tuvo miedo.

         -¿Qué sucede? ¿Por qué te detienes aquí?

         -Voy a saludar a un amigo. ¡Ahora vengo! Traigo algo para él, atrás en la camioneta.

         Se bajó del vehículo, dejándolo encendido y María Claudio, que lo había escuchado, comprendió que todo era mentira, porque lo único atrás, era ella. Se bajó e inclinada se acercó a la puerta del chofer y aquellas voces la paralizaron.

         -¡Oigan muchachas! Quiero que conozcan a mi amigo.

         -¡Vaya! ¡Vaya! En vez de una palomita, me traes dos… ¡Qué bien!

         Y trató de tocar la cara de Cándida, aquel hombre repulsivo, barbudo y feo.

         -¡Suelte!

         -¡U y! Me tienes miedo, muñequita. Será un placer que me conozcas bien.

         Y los dos reían, haciendo que Bernabé buscando valor donde no tenía, dijera molesta:

         -¡No me gusta la broma, Pedro! ¡Vámonos!

         -Pues… Ustedes llegaron al llegadero. ¡Se quedarán aquí y con él!

         María Claudia, escuchó suficiente, sabía que  debían salir de ahí y ya… Así que abrió rápidamente la puerta y puso la camioneta en marcha. Los hombres apenas tuvieron tiempo de reaccionar, tratando de parar el vehículo, sujetándolo y luego, sacaron armas de fuego.

         -¡Detente!

         Dispararon varias veces, para luego ir al otro auto.

         -¡Vamos no pueden escapar!

         Bernabé y Cándida aun aturdidas de miedo, miraban aterradas a la conductora, que miraba fijamente el camino.

         -¡Sor María! ¿Cómo llegó usted aquí?

         -¡Mejor cállate Bernabé! ¡Qué lo que no te hizo ese tipo, te lo voy hacer yo!

         -¡Sor María, yo!

         -¡Nada, Cándida! Deja de llorar. Ya estamos en este lio. ¡Dios, ahí vienen! ¡Este perol no anda mucho!

         Las muchachas miraron atrás y vieron las luces que se acercaban cada vez más y más. Disparos  que se estrellaban con la carrocería del auto.

         -¡Nos van a atrapar! ¡Dios mío!

         María Claudia, miró a Cándida y no pudo decirle nada, pero Bernabé lo hizo por ella.

         -¡Tranquila, saldremos de está! ¡Verás!

         Una bala en la llanta delantera izquierda, hizo que Sor María perdiera el control.

         -¡Demonios, no podremos ir mucho más lejos! ¡Escuchen bien, voy a apagar las luces y saldré del camino! Tal vez pasen y no nos vean, apenas se detenga el auto, se  bajan. ¡Escucharon!.

         -¡Sí!

         -¡Claro, Sor María!

         El golpe secó contra algo, hizo que la camioneta se parara.

         Y de inmediato, las tres descendieron y Sor María, sujetó lo mano de Bernabé, diciendo:

         -Sujeta a Cándida, no se suelten por nada. ¡Caminen!

         Y casi a ciegas las tres comenzaron a caminan, ayudándose una  la otra con las mutuas caídas.

         María Claudia sintió que soltaban su mano.

         -¿Qué Pasó? ¡Bernabé! ¿Dónde están?

         Al regresar sobre sus pasos, encontró a ambas muchachas en el suelo.

         -¿Qué…?

         -¡Cándida se lastimó un tobillo! ¡No puede caminar! ¡No voy a dejarla aquí!

         -¡No puedo levantarme!




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