Destino

Capitulo 16

         -Dentro de unos días, el colegio entrará en su aniversario y siempre hay eventos especiales. Los representantes vienen…

         -Como todos los sábados…

         -No, no., Sor María. Se hace como una fiesta con almuerzo… Y eso son varios días.

         -¡A caramba! No sabía eso.

         El rostro de María Claudia se cubrió de preocupación.

         -Sí. Deben estar al llegar los carros que traerán los alimentos.

         -¿Por eso su prisa?

         -Sí… Debo hacer que todo vaya a la cocina y…

         -¡Espere un momento Hermana! ¿Los alimentos vienen para que usted los cocine?

         -¡Claro!

         -¡Pero eso es tonto! ¿Por qué no mandan a pedir todo listo?

         -¡A los representantes le gusta mi sazón!... Además, es costumbre que sea comida…

         -¡Está bien Hermana Juana! ¡Escuche! Yo tengo que estar aquí, hasta que los hombres pongan la cerradura nueva.

         -¿Ah? ¿Y qué pasó?

         -Pues… Se dañó la vieja, creo que la llave se partió adentro o algo así. Si llega esa gente yo le avisaré.

         -Está bien Sor María. Gracias.

         -¿En qué piensas Fernando? Que en estos días te veo preocupado. No me digas que aun andas con lo de María Claudia.

         -La verdad mamá…

         -¡Ya olvídala, Hijo! Y hazme caso. Ven conmigo a conocer a la hija de mi amiga. La muchacha es bonita y su familia tiene una gran fortuna… Y déjate de buscar problemas con los Carbajal.

         -Creo que voy hacerte caso mamá, porque lo que pensaba hacer, puede traerme muchos dolores de cabeza.

         -Pues, no se hable más. ¡Te avisaré cuando iremos a que conozcas a Mariza Gutiérrez!

         La Madre Superiora en su escritorio, miraba con atención unos folletos, cuando el llamado a la puerta la distrajo.

         -Pase.

         -¡Aquí le traigo las llaves!

         La mirada fueron las palabras de reproche, que Sor María no escuchó, pero entendió y corrigió, diciendo:

         -Disculpe… Con su permiso, aquí están las llaves de la nueva cerradura.

         -Bien. ¡Siéntese!

         -Pero…

         -Siéntese, que quiero que vea algo.

         María Claudia sin ocultar su disgusto, obedeció y tomó  los papeles que le daba la Superiora.

         -¿Y esto qué es?

         -Unos folletos, de…

         -¡Están casi desnudos!

         -¡Son indígenas! Es a donde nos marcharemos, dentro de unos días.

         -¿Qué?

         -Es la aldea indígena donde prestaremos nuestros servicios en enfermería, educación y…

         -¡Yo no! ¡Yo ni soy enfermera, ni maestra…! ¡Recuerde nuestro trato! ¡Cada una por su lado!

         -No tiene que recordármelo, Sor María; pero necesita saber esto, para que si alguna de la alumnas, o las Hermanas le pregunte, usted esté en la capacidad de responder.

         -Supongo que ya todo el convento y el colegio, se han enterado que yo iré con usted en esa, desquiciada misión.

         -Pues no, casi nadie lo sabe. ¿Y por qué le llama desquiciada?

         -¡Por qué lo es! Ni usted, ni ninguna de las Hermanas, tienen porqué dejar la cómoda vida que tienen, para ir a meterse en una selva a cuidar a gente, que supongo, ni han pedido su ayuda…

         -¡Están muriendo por escases de todo! ¡Medicinas, enfermería, desnutrición, educación básica!

         -¡Por favor, Madre! ¡Qué se encargue el gobierno, que debe cuidar a todo su pueblo!… Que mande, médicos, enfermeras, maestros… Pero ustedes las monjas… ¿Para qué?

         El asombro con que la Madre la miraba, poco le importó y siguió hablando.

         -¿Qué andan buscando? ¿Qué las llamen santas? ¡Por favor!

         -¡Sólo buscamos ayudar al más necesitado! ¡Y mejor cállese, Sor María! Y cuidado con exponer sus ideas, si alguien le habla de este asunto… Cada día me pregunto, que sentimientos son los suyos, que la hicieron entrar en un convento, si  usted de religión o compasión, no tiene nada y menos de obediencia y supongo que lo de castidad le resbala por la piel, y si le queda, es porque no le ha quedado de otra o no la han dejado…

         -¿Qué? ¿Qué quiso decir, Madre?... Esa parte apenas la entendí…Pero casi me ha hecho sentir una, puta vigilada.

         -¡Cállese! ¡Y haga el favor de salir! ¡Y enciérrese en su celda, hasta que la mande a llamar!

         La ira de la Superiora, era tal, que María Claudia, sin replicar, salió y ya a solas, la religiosa, dejándose caer pesadamente en la silla, dijo, mirando al techo:




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