Destino

Capitulo 17

         -Sor María… ¿Usted nos está diciendo que finjamos ser novios para que esos dos…?

         -¡Exacto Jesús! ¿Qué de malo podría haber?... Solo así sabrán, donde pisar, si ellos se molestan y los  celan pues…

         -¡Claro! ¡Cándida se molestará conmigo!

         -¡Y Gustavo conmigo!

         -¡Esa es la idea!

         -Ahora reafirmo lo que le dije hace rato, Sor María… ¡No la veo como monja!

         -Pues… Como dice un dicho… “Dios escribe derecho con renglones torcidos”

         -Bueno, Sor María yo no…

         -Tranquila Cándida, que yo me iré dentro de unos días.

         -¿Cómo?

         -He decidido ir con la Madre Superiora a las aldeas indígenas.

         -¡No puede ser!

         -Sí… Estaré un tiempo fuera y pues… ¡Ya saben muchachos, yo les di las armas! ¡La guerra les corresponde a ustedes! Yo estaré desde la cerca, viendo los acontecimientos.

         Ambos muchachos se quedaron mirándola asombrados y luego se vieron, diciendo a una voz:

         -¡Lo haremos!

         Sonrieron y se dieron la mano en señal de trato cerrado.

         A la salida del último vehículo, las puertas se cerraron y Sor María fue abordada por la Madre Superiora.

         -¡Espere!

         -Sí, Madre. ¡Dígame!

         -¿Quién era ese joven que andaba con usted hace rato?

         -¿Conmigo? Debe referirse a Jesús… Es un amigo de Gustavo.

         -¿Jesús, Gustavo? ¡Sor María, por favor!

         -Perdón… Jesús es un amigo del hermano de Rivero.

         -¿A sí?... La verdad ahora recuerdo que lo vi con Cándida ¿Y por qué tuvo que irse en un taxi y no con el “señor Rivero”?

         -¡Ah, usted ve! ¡Eso sí que no lo sé!

         La miró fijamente y luego de un silencio, dijo:

         -Venga conmigo a la oficina.

         -¿Por qué?

         -Necesito que me dé el número de teléfono de sus padres.

         La muchacha tratando de no ponerse nerviosa, contestó:

         -No tengo más que el que usted tiene.

         -Lo sé. Pero hubo un accidente y necesito que me lo dé. ¡Venga!

         María Claudia, sonrió satisfecha y fue tras la directora.

         -¡Bernabé! ¿Qué haces aquí? Pensé que te ibas a despedir de mi hermano.

         -Sí, iba hacerlo pero… Me quedé hablando  con Jesús y Sor María.

         -¡No me nombres a esa tonto!

         -No, no lo llames así. ¡Sólo te quiso ayudar!

         -¡Ah, caramba!

         -Pues, sí… EL me explicó lo que pasó. Gustavo no debió tratarlo  así. ¡Y tú que no explicaste! Pero bueno, ya no importa.

         Bernabé miró a Cándida de reojo y continuó.

         -Es un muchacho muy simpático y  guapo.

         -¿Guapo? ¡Por favor, Urdaneta! ¡Estás ciega!

         -¡Será!

         -¿Y sabes cómo se fue? Porque mi hermano dijo que no lo llevaría.

         -El llamó a un taxi. Me dio hasta su número de teléfono.

         -¿A sí? ¡Qué bien! ¡Más  te digo que ese hombre es un tonto! ¡Pero allá tú!

         Y se fue algo molesta, haciendo que Bernabé sonriera al pensar.

         -¡Cómo que Sor María tenía razón! Como me gustaría saber lo que dice Gustavo cuando se entere que Jesús vendrá a verme.

         Claudia María, cruzada el patio, cuando el padre Rafael le salió al paso, disimuladamente miró a su alrededor y le habló:

         -¿Cómo está Sor María? ¿Puedo hablarle?

         -Bien Padre, ¿Y usted?

         -Bien.

         -¿Usted dirá Padre Rafael?

         Miró nuevamente a todos lados, haciendo que Sor María también lo hiciera, preguntando:

         -¿Busca algo, o espera a alguien, Padre?

         -No, no…

         -¡Ah...! ¿Dígame pues, qué desea?

         Pero si el hombre de la sotana, hubiera elevado la vista, vería la figura rígida  de la Madre Superiora, que los veía desde la ventana de su oficina.

         -La verdad, Sor María… Me contó la Madre Superiora que usted la acompañará a zona indígena.

         -Sí Padre. Así es.




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