Destino

Capitulo 19

         -¿Sí yo no sé dónde están, lo va a saber usted? ¡Ya le dije que si no contestaron el teléfono, es porque se fueron al interior!

         -¿Alguien debe quedar en esa casa?

         -¡No, nadie! ¿Cuál es su problema Madre? Me deja ir y yo… ¿O me escapo y será lo mismo?, pero peor para usted y la orden, porque…

         -¡Preparé sus cosas, nos vamos mañana!

         -¡Sí!

         Se puso de pie y ya cuando salía, la voz de la Superiora la hizo mirar atrás.

         -Recuerde despedirse de las alumnas y las Hermanas, que le han tomado cariño.

         -Fernando, recuerda que mañana iremos al colegio a ver a Mariza.

         -Sí mamá, no se me olvidó. Y ya compré el ramo, lo tengo en agua.

         -¿Y no podías comprarlo mañana? ¡Se puede marchitar!

         -¡Le diré que fue por el calor del auto!

         -¡Eres un sínico hijo! Debes cuidar a esa muchacha…

         -¡Tranquila, está bobita por mí!… Hará lo que yo quiera.

         -Más te vale, porque ya no tenemos dinero.

         Jesús recostado a uno de los árboles, permanecía pensativo y al escuchar que alguien venía y creyendo que era Sor María, salió al claro, para casi tropezarse con Cándida que venía presurosa.

         -¡Ah!

         -¡Sor Mari…! ¡Cándida!

         -¡Casi me matas del susto!

         -¡Disculpa, pero pensé que era…!

         -¿Qué haces aun aquí Jesús?

         -¡Pues no es esperándote a ti, fea! ¡Así que deja la histeria! ¿Y tú a que viniste?

         -¡Pues, no a verte a ti precisamente, estúpido! ¡Pensé que te habías ido!

         -No, aún no...

         -Pues deberías. ¡Ya nada tienes que hacer aquí!

         -Sí es verdad… Bueno la verdad… Creo que aún debo hacer algo importante.

         -¡Hazlo entonces y lárgate de mi vida para siempre!

         -¡Claro! ¡No te preocupes, que así lo haré, irme lejos! Pero antes…

         Y sin darle margen a defenderse, ni a nada, la sujetó por la cara y la beso en la boca con tal pasión que su lengua le llego a la garganta a la pobre muchacha, que con sus ojos abiertos, trataba en vano de librarse de aquel abrazo, golpeándolo por todos los lados.

         Cuando separó su boca  de  la de ella, la sujetó por los brazos inutilizándola y acercando su rostro al de ella, dijo:

         -Desde niño he querido besarte fea… Probar tus labios, sentir tu cuerpo junto al mío. Ahora, si me voy…

         La soltó empujándola con suavidad.

         -Ya no tengo nada que hacer aquí. ¡Adiós para siempre fea!

         La joven sin poder reaccionar lo vio alejarse, como en un trance que la mantenía, paralizada.

         María Claudia al ver a que Jesús venía hacia ella, se detuvo a esperarlo: el joven al verla sonrió y antes de que llegara a ella, sintió que lo alaban por la espalda.

         -¡Sor María, quiero…! ¡Ah!

         Cándida, se le guindó del cuello besándolo como antes él a ella.

         María Claudia, abrió los ojos de asombro, sonrió levemente y se fue, sin hacer ruido.

         -¡Guao!

         Fue lo único que Jesús pudo decir, cuando sintió que lo dejaban respirar… y la muchacha colgada de su cuello, con ambos brazos, lo besó suave en los labios, diciendo:

         -¡Siempre fuiste un estúpido que no me dejaba en paz y me molestaba!

         -¡Y tú una fea, que quise que se diera cuenta, que era hermosa para mí!

         Y nuevamente sus labios se juntaron en un beso de amor, donde la pasión loca, guardó sus ganas en un fuerte abrazo.

         -¡Ahí está el hombre, Inspector!

         -Sí ¡Vayan por él!  ¡Haremos cantar al pajarito! ¡Si él sabe dónde está María Claudia Carbajal, lo dirá!

         Y en cuestión de segundos, el amigo de Fernando, se vio rodeado y atrapado; siendo llevado al auto.

         María Claudia sin poder dejar de sonreír al recordar a Cándida se tropezó con la Hermana Teresa.

         -¡Sor María! -¿Sí Hermana?

         -¿Ya la Madre le dijo que se van mañana?

         -Sí, Hermana Teresa.

         -¡Puedo pedirle que no se vaya!

         -¿Qué?

         -Aquí la necesitamos mucho, además de no estar en el peligro de esa selva.

         La muchacha no supo que hacer, cuando vio el llanto en los ojos de la religiosa, sonrió levemente y abrazándola la dijo al oído:




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