Destino

Capitulo 21

         Logró ponerse a salvo y al ver el boquete en la tierra, descubrió entre las aguas, atascado en un trozo de madera aquel rosario… Con rapidez llevó la mano a donde estaba el suyo y al sentir la cruz entre sus dedos, el pánico le cubrió el rostro y comenzó a gritar;

         -¡Madre! ¡Madre! ¿Dónde está?

         Sus ojos desorbitados, comenzaron a buscar ribera abajo, el agua bajaba con fuerza… Sabía que si la corriente la arrastró, jamás  la encontraría con vida. Segundos, minutos de angustia, de desesperación.

         -¡Dios mío! ¡Qué esté bien!

         Y de pronto, como la respuesta a su suplica, vio a la Superiora, boca abajo, sujeta de un trozo de árbol, atorado en las rocas.

         Sin pensar en claro y solo con la idea de salvarla, se lanzó…Estaba cerca de la orilla, pero el caudal fue más fuerte de lo que imaginó y fue arrastrada unos metros más abajo. Con gran esfuerzo logró alcanzar a la Superiora, permanecía desmayada y notó un golpe que sangraba en su frente.

         -¡Madre! ¡Despierte! ¡Madre!

         No podría llegar a la orilla con ella así, tal vez si estuviera despierta. Notó que respiraba y que la rama estaba a punto de desprenderse y las dos correrían rio abajo, sin solución. Hizo lo único que le quedaba por hacer, gritar por ayuda.

         -¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Estamos en el rio! ¡Ayúdennos! ¡Despierte Madre! ¡Despierte! ¡Dios mío!...  ¡Auxilio!

         Luego de tantos gritos, el cansancio la venció, sin soltar a la Superiora, miró al cielo encapotado, pidiendo ayuda:

         -¡Dios! Te prometo que si salimos de esto con bien… ¡Olvidare la locura de escapar y regresaré a casa! ¡Lo juro!

         La desmayada mujer, se escabullía entre las aguas y María Claudia la sujetaba por debajo de los brazos, pero ella misma, ya no lograba sujetarse.

         -¡Auxilio! ¡Ayúdennos! ¡Estamos aquí, en el rio! ¡Ayuda! ¡Estamos…aquí!

         Ya sus brazos no podía aguantar el peso de la Superiora y cuando casi la soltaba, cayó algo sobre su cabeza y los gritos en la orilla que le devolvieron la esperanza.

         -¡Sujete la cuerda Sor María!

         El agua del rio nublaba su mirada y llenaba su boca, con esfuerzo logro distinguir al Doctor,  al Sacerdote con 5 o 6 indios.

         Como pudo se aferró a la cuerda, atando a la Superiora también.

         -¡Asegúrese bien, que las vamos a jalar!

         -¡Sí…Ya está!

         Y con fuerza halaron la cuerda… las dos mujeres por unos segundos desaparecieron  en las aguas; para casi de inmediato emerger en la orilla, donde sobraron manos para ponerlas en tierra firme.

         -¿Está bien Sor María?

         -Sí, lo estoy… La Superiora es la que necesita ayuda. ¡Doctor por favor!

         -¡Aún  tiene pulso! ¡Leve pero lo tiene! ¡Llévenla al consultorio! ¡Rápido!

         Los indígenas llevaron a la Superiora y el médico los seguía, mientras el Sacerdote ayudo a María Claudia.

         -¿Está bien Sor María?

         -Sí. ¿Cómo pudo venir al rio, si sabe lo peligroso que es y...? ¡Y encima le teme al agua!

         -El territorio es traidor… Quizás no estaba cerca del agua y…  ¿Cómo pudo encontrarla?

         -Pues tal vez pensé como ella o Dios echo una mano.

         -¡Espere! ¡Sor María!

         Pero la muchacha rápidamente fue tras los demás. Haciendo que el Cura tuviera que acelerar el paso.

         -Ya el Doctor y la enfermera atendían a la Madre Mercedes y todas las Hermanas rezaban, cuando María Claudia llegó y el Sacerdote detrás-

         -¡Venga Sor María! Tiene que cambiarse y ver si…

         -No hermana… No iré a ningún lado sin antes saber cómo está la Superiora.

         Fueron tan firmes sus palabras que ni la Hermana Ángela, ni el Cura dijeron nada más.

         El tiempo pasaba lento y el doctor no salía con una respuesta.

         -Buen día Don Augusto.

         -Buen día. ¿Tiene noticias de mi hija?

         -Ninguna.

         -¿Y Fernando?

         -El asegura nunca haber sabido de su paradero.

         -¿Cómo puede confiar en él?

         La presión que le hemos hecho, es mucha, si supiera lo hubiera dicho.

         -No sé. ¡No puedo creerle!

         -Nos dijo lo que hizo, que le mintió a usted sobre…

         -¿Sobre qué?

         -Pues…

         -¿Qué sucede inspector? ¡Dígame!

         El señor Fernando, me dijo que le mintió a usted, que su hija  no…




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