-¿Qué es esto?
-Su mesa. Aparte las manos que voy a poner el plato.
-Pero…
-Tomé… Esta es la cuchara… Agarré y aquí está el plato… Sujételo con esta mano. ¡Ahora coma! ¡Y hágalo rápido que es sopa de gallina y fría se pondrá gelatinosa de grasa!. Mientras voy a buscar un poco para mí, antes que me dejen sin nada. ¡Ya regreso!
Se alejó del lecho, pero no salió de la habitación, quedó mirando en silencio lo que haría la religiosa y luego de unos largos segundos; la Superiora, buscó que la cuchara entrara al plato y se llevó una cuchara de sopa a la boca… Aquello alegró tanto a Sor María, que con su mano hizo un gesto vulgar de alegría.
-¿Dónde estabas Augusto?
-Haciendo lo que me dijiste Arancha. Ya paré la búsqueda de María Claudia.
-Verás cómo regresa uno de estos días, pero debes tener cuidado cómo la vas a recibir.
-¡Por Dios! ¡Solo quiero abrazarla!
Y sin querer evitarlo rompió a llorar y la mujer lo abrazó, consolándolo con su silencio.
-¿Puedo hablarle, Doctor?
-¡Claro Sor María!
-Quiero que sea sincero. ¿La Madre Mercedes quedará ciega?
-Sor María, no puedo darle una certeza de nada.
-Su opinión como médico, de años de experiencia… ¡Por favor!
-El golpe fue fuerte y pudo dañar algo en el cerebro y eso sería irreversible, por la falta de atención a tiempo: pero mi opinión es…Que tiene muy inflando esa parte y que al volver a la normalidad… Podrá ver.
-¡Entonces lo mejor, sería sacarla de aquí de inmediato!
-¡Sí!
-¿Hay forma de comunicarse, llamar a la ciudad?
-Sí, tenemos un radio trasmisor, pero no sirve… Y los celulares usted se imagina que menos.
-¿Para qué me dice entonces que sí?
-Porque es la verdad. El radio no sirve en ese tiempo de lluvia…
-¡Ah! ¿Hay que tener los accidentes cuando no llueva?
-¡Entiendo su molestia, pero ese es el riesgo de venir a…!
-¡Pues no…! ¡Los que vienen a ayudar deberían hacerlo bien, no arriesgando sus vidas! ¡Es tonto! ¡Rayos! ¡Si pudiera avisar, vendrían a buscar a la madre con un avión!
-¿A sí? ¡Cuánto poder tiene Sor María!
El sarcasmo del doctor la molestó y salió sin decir nada más.
La madre Mercedes, con el plato sobre la tabla y la tabla sobre sus piernas, estaba casi inmóvil, sin saber qué hacer y con tono de voz bajito; preguntó:
-¿Hay alguien?
Nadie respondió y siguió quieta, a los minutos la voz de Sor María, la puso alerta.
-¡Esto es estúpido!
-¿Qué le sucede Sor María?
-¡Veo que ya terminó! ¡Deme llevaré el plato a la cocina! ¡no se vaya, ya regreso!
-¡No puedo ir a ningún lado!
Maria Claudia se detuvo y la miró, bajo la cabeza ante su torpeza y salió para regresar, casi de inmediato.
-¡Ya!… ¿Desea que le traiga algo más?
-¡No! ¿Por qué anda molesta?
-¡Por nada!
-¡Ah! ¡Está bien! ¡Es una buena razón!
-¡No es posible que no se pueda…!
María Claudia comenzó a hablar, casi gritando antes el asombro de su Superiora.
-¡…Sacar a un enfermo de este fin de mundo! ¡Por eso solo los tontos vienen a ayudar!
-Gracias por lo que me toca y usted también entra en ese grupo de tontos
-¡Claro que no! ¡Yo no vine porque quise, si no…!
-¿A no? ¿Entonces por qué vino?
La muchacha miró a la Superiora, que trataba, al azar de saber dónde estaba.
-¡Responda Sor María! ¿Qué o quién la obligó a venir? ¡Espero que no me esté echando a mí la culpa!
El silencio duró unos minutos y como respuesta, escuchó:
-¡Voy hablar con el Doctor, a ver si la puedo sacar de esa cama! ¡El sol al fin salió y tal vez le haga bien!
-¡No! ¡Sor María! ¡Sor María!
La angustia doblegó su gran carácter y sin importarle que alguien la viera, rompió en un amargo y profundo llanto.
-¡Padre!
-¿Sí, Hermana Ángela?
-Creo que lo mejor para todos, es que la Madre Mercedes se vaya.