Destino

Capitulo 24

         -¡Sí, soy Sor María! Tiene un excelente olfato. Se está volviendo…

         -¿Qué hace usted aquí?

         -¡Obedeciendo órdenes!

         -¿Qué?

         -Sí. El Padre Lucas me mandó a que viniera a cuidarla.

         -¡No puede ser!

         -¡Es así! Me lo puso como penitencia.

         Ante aquella frase, la Superiora retiró su mano y en voz fuerte contestó:

         -Pues… olvide eso Sor María, que…

         -¡No, no Madre! Recuerde que debemos obedecer. Así que hágase a la idea de tenerme como su sombra, hasta que vuelva a ver. Ahora disculpe, pero voy a ver que como, que tengo un hambre de los demonios. ¡Con su permiso! ¿Ah? ¡Vengo dentro de un rato para llevarla al jardín…! Cuando el alumnado se despida de sus familias, ¡Ya regreso!

         La Superiora al sentirse sola se llevó las manos al pecho y sus ojos dejaron salir el llanto, que ahogaba su corazón.

         -¡Sor María!

         -¡Hola Hermana Juana! ¿Qué tiene para comer? ¡Tengo un hambre!

         -¿Viene a quedarse?

         La muchacha miró fijamente a la monja, sonrió mientras aceptaba el plato de comida.

         -No sé Hermana. Me mandaron para encargarme de la Madre Mercedes.

         -¡Bendito sea Dios! ¡Ojalá y pueda hacer algo Sor María! La Superiora apenas prueba comida y…

         -¿Qué quiere hacer? ¡Morir!

         -¡A veces, perdóneme Dios! ¡Creo que eso es lo que quiere!

         -Mientras como, prepáreme algo para ella. Yo misma se lo llevaré.

         Cándida y Bernabé, luego de despedirse de sus familiares y novios, caminaban juntas buscando a Sor María: la encontrando saliendo de la cocina.

         -¡Sor María!

         -¡Hola muchachas! ¿Cómo está todo?

         -Bien… Todo bien. ¿Y usted?

         -¡U y! Veo tu alegría Cándida… El Jesús se estaba portando bien…

         La cara de la muchacha se llenó de rubor y en su auxilio Bernabé:

         -Sí, sí Sor María…Todo bien. ¿Y usted? ¡Pensaba que no regresaría! ¡Incluso yo creí que…bueno, que no sería monja!

         -Ya ves Bernabé. Aún sigo. ¡Vine a cuidar a la Superiora, luego me iré!

         -¿A otro convento?

         La pregunta de Cándida, hizo respirar profundamente a la muchacha, que contestó:

         -Solo Dios sabe… Vayan… No se busquen problemas. Hablaremos más tarde. Voy a darle de comer a la Madre y a sacarla del cuarto.

         -¡No ha querido salir, ni que nadie la entre a ver! ¿Cree que pueda hacer que salga?

         -¡Eso intentaré Bernabé! ¡Lo intentaré!

         Cuando ya las muchachas se iban, llegó la Hermana Teresa.

         -¿La comida es para la Madre Mercedes?

         -Sí. Le pedí a la Hermana Juana, que lo pusiera lo más oloroso que pudiera.

         -¡Sí, ya veo! ¡Vuele muy bien!

         -Sí. ¡A ver si se resiste!

         -¡Sor María!

         -Disculpe Hermana Teresa, pero las guerras se ganan peleando.

         La Superiora con el rosario en mano, rezaba, cuando escuchó que abrían la puerta. El aroma de la comida, la hizo saber que era Sor María.

         -¡Le dije que no quería comer!

         -¡Debería probarlo Madre! ¡Esta de un bueno!

         -¡Dije que no!

         -¡Cómo quiera!

         La ciega escuchó que ponían la bandeja sobre la mesita y reaccionó:

         -¡Lléveselo!

         -¡No! Siga rezando… Yo la acompaño.

         -¡Llévese la comida y váyase!

         -No Madre… Mis órdenes son cuidarla y eso pienso hacer.

         -`Pues no… Quiero que se largue y me deje sola. ¡Váyase a hacer su vida y no la pierda cuidando inútiles!

         No escucho respuesta, pero sintió que la muchacha se sentaba en la cama. Con algo de molestia, continuó rezando.

         El aroma de la comida, ya impregnaba toda la habitación, María Claudia sonrió levemente al ver la lengua de la Superior humedeciendo sus labios: pero continuó tirada sobre la cama sin decir nada.

         -Quiere hacerme el favor de…

         -¿Ya quiere comer?

         -No. Quiero que se vaya y se lleve la comida.

         -Oiga… Vamos a aclarar ciertas cosas Madrecita… Para que usted, ni yo la pasemos mal…




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