-¡Por favor!
-Aún no veo nada y este examen me dirá…
-¡No se ponga a pensar estupideces ahora Madre! ¡Vístase que nos iremos dentro de un rato!
-¿Y si todo está bien y…?
-No saque conclusiones Madre. Esperemos a ver que dicen los exámenes y el médico.
-¡Estará bien!
-Pero quiero que me prometa algo, Sor María.
-¡U Y! ¡Temo que no me va a gustar!… ¡Ese tono de voz!
-Si la ceguera persiste, usted no va a…
-¡Por favor Madre! Claro que volverá a ver. ¡Apúrese!
-Sor María… Usted sabe que ya ha pasado mucho tiempo y…
-Madre… Esperemos a saber los resultados para luego preocuparnos… ¡Por favor!
-Está bien. Pero si la ceguera sigue, usted se va.
-¿Me votara del convento?
-¡Sabe bien a lo que me refiero!
-Pues, para su tranquilidad… También me iré si usted vuelve a ver: Así que no se preocupe, porque, ganara hasta perdiendo… ¡Vamos!
Y la muchacha esperó a que la Monja pusiera la mano en su hombro y salieron.
-Hermana Clara, pensé que usted iría con la Superiora y Sor María
-No Hermana Teresa… Solo irán a hacer los exámenes. Sor María se puede encargar.
-La Hermana Francisca ayer me comentó, algo que me ha dejado pensando.
-¿Qué fue?
-¡Qué Sor María y la Superiora…! ¡Que hay más religiosas para ayudar a la Madre Mercedes!
-¡Hermana Teresa, por favor! Usted conoce a la Hermana Francisca… Además, tengo la seguridad, que la Madre Mercedes, volverá a ver y todo volverá a ser igual.
-¡Dios quiera y eso sea verdad, Hermana Clara!
Ambas sentadas en la recepción del consultorio, mantenían silencio. María Claudia no dejaba de vigilar a la Superiora, que demostraba su nerviosísimo, moviendo sus manos una y otra vez: pero no le dijo nada.
-¡Ya pueden pasar! El doctor las espera Hermanas.
-¡Es con usted, Madre!… ¡Ya la bajaron de rango!
-¡Cállese Sor María!
-Vamos y no se enoje, que con lo nerviosa que está, le va a dar algo…
-Buen día… ¡Siéntese!
Ambas obedecieron. María Claudia miró al médico y él antes que ella dijera algo, habló:
-¡Vamos a examinarla Madre Mercedes!
El silencio se hizo pesado y hasta María Claudia comenzó a ponerse nerviosa ante la demora.
-Bien… Superficialmente todo se ve perfecto. Una de las enfermeras la llevará a que la hagan los exámenes.
Regresó al escritorio y oprimió un botón y en cuestión de minutos una muchacha se presentó.
-¡Con permiso!
-Lleve a la Madre a hacerle estos exámenes, que están anotados y son urgentes.
-¡Sí, doctor!
-La ayudo…
-No, la enfermera se encargará. Usted se queda.
María Claudia, no pudo evitar hacer una mueca de disgusto y al mismo tiempo se preocupó. Pero lo que sintió la Madre Superiora, fue mil veces peor…Ya afuera de la oficina, sintió que todo le daba vueltas y si no fuese por la enfermera y la secretaría, hubiera caído al suelo.
-¿Qué le pasó?
-¿Está bien Hermana?
-¡Sí, sí! Solo me tropecé y sentí que la cabeza me daba vueltas.
-¡Eso debe ser los nervios! ¡Cálmese que todo va a salir bien! Venga con cuidado.
-¿Quiere un poco de café Hermana?
-¡No quiero café y no soy ninguna Hermana! ¡Soy novicia! La novicia Sor María… ¡Dígame que pasa con la Madre!
-¡Cálmese!
-¡No me pida calma, que no soy estúpida! ¿Qué fue lo que vio? ¿No volverá a ver?
-No puedo asegurar eso, pero… Sí fuera una inflamación, ya debería haber…
-¿Piensa que puede ser algo más grave?
-Los exámenes lo dirán
-¡Debe hacer que recupere la vista!
-Sí en mis manos está, delo por hecho. Pero hay cosas que un médico no puede hacer.
Aquella aclaratoria, dejó muy preocupada a María Claudia.
De un aparato a otro, tuvieron llevando a la Superiora y a medio camino, la mujer ya algo molesta, dijo: