El Valle, diciembre 2011
Ángelo había ordenado que las pertenencias de Giancarlo fuesen recogidas y estuviesen listas para que cuando llegase el momento de partir no tuviesen que ir a la vivienda y el niño no pasase por el mal trago de ver una casa vacía, pero tanto Kelly como Luciano se opusieron, pues en opinión de ambos, era necesaria aquella despedida, de modo que aunque Ángelo no entendió muy bien por qué, no discutió y se avino a hacer las cosas a su modo. Por lo anterior, ahora se encontraban a las puertas de un edificio y se disponían a subir. Ángelo juntó las cejas al entrar, pues lo primero con lo que se encontró fue con un letrero que anunciaba que el elevador no estaba funcionando.
Al llegar, Luciano abrió la puerta y entraron a un departamento que produjo en Ángelo la inmediata sensación de encierro, y si consideraba la casa de Kelly como una casa de muñecas, aquello casi calificaba como una casa del árbol. No obstante, no dijo nada, pues aquel había sido el hogar del niño, así que después de una rápida mirada con la que abarcó todo el lugar, se giró hacia el chico con la intención de preguntarle si podía ayudarlo, pero ya él caminaba hacia la minúscula cocina. Antes de que nadie pudiese decir nada, se había encaramado en un taburete, y aunque Ángelo no vio lo que estaba haciendo, un momento después el niño se bajó y caminó de vuelta.
Ángelo no tuvo oportunidad, sino de elevar las cejas mientras Kelly se iba tras el pequeño y las dos joyas lo miraban a él con expresión burlona.
Ángelo los ignoró a ambos y se dirigió hacia el pasillo por donde habían desaparecido Kelly y Gianni. No obstante, se detuvo en la puerta, pues de ninguna manera cabían los tres allí dentro.
Mientras Kelly lo ayudaba a recoger y él hablaba de mil cosas al mismo tiempo, Ángelo se había dedicado a mirar. Aunque la habitación era condenadamente pequeña, se las habían arreglado para meter un montón de cosas en ella; había una biblioteca donde estaban ordenados todos los libros que Gianni había mencionado; en otra estantería y en un par de cajones de colores, estaban los juguetes, pero hasta ahí llegaba el orden, pues Ángelo notó que el pequeño Gianni parecía tener la misma dificultad que el grande para el orden, ya que había pantalones, remeras, zapatos y calcetines, tirados por todas partes, y él dudaba que a la cama se le pudiese dar el uso correspondiente, ya que había una cantidad de cosas sobre la misma.
A Ángelo todo aquello le parecía una pérdida de tiempo, pues encontraba mucho más práctico olvidarse de lo que había allí y comprarle todo nuevo, sin embargo, tuvo que armarse de paciencia mientras Kelly ordenaba todo aquel desastre.
Luciano había ordenado a Aurelio que consiguiese a toda prisa unas cajas, pues de ninguna manera los juguetes y los libros que el niño quería llevarse cabrían en el par de maletas que tenían en casa, de modo que un rato después y mientras Kelly aun luchaba por acomodar las prendas de Gianni, llegaron las cajas.
Ángelo que había comenzado a sentirse asfixiado, había abandonado su puesto en la puerta de la habitación y había salido al salón, pero Gianni casi lo atropella al pasar corriendo.
Con la misma destreza que lo había hecho antes, se subió de nuevo al taburete, de allí al mesón y comenzó a hurgar en los anaqueles.
Un momento después el chico les hacía señas para que se acercasen y ellos lo hicieron. La cocina estaba separada del pequeño salón por una especie de barra que Ángelo asumió hacía las veces de comedor, pues no veía una mesa por ninguna parte.
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Editado: 27.03.2022