Punta Dorada, febrero 2012
Eran aproximadamente las cuatro de la mañana cuando Luciano abrió los ojos y se incorporó, llevándose la mano en forma automática al oído para verificar que su DTR estuviese en su lugar, pues le extrañaba el silencio. Aquellos aparatos, tanto ese dispositivo como el que llevaba en el otro oído y por el que solo escuchaba música, casi se habían vuelto parte de su anatomía y solo se los quitaba para bañarse.
Aquello extrañó a Luciano, sobre todo teniendo en cuenta que los gemelos estaban francos de servicio, al igual que Dante, y habían planeado salir. No era que todas sus salidas reportasen problemas, pero cuando iban aquellos tres juntos, era casi seguro que así sería.
Mauro y Bianco eran los dos integrantes del grupo que se preocupaban realmente, porque Luciano comiese y durmiese medianamente bien; no era que a los demás no les interesase la salud de su jefe, pero casi todos parecían pensar que en verdad aquel individuo era una máquina sin necesidades tan humanas como la del sueño o la alimentación. La noche pasada y como cosa extraña, Luciano había ido a su departamento temprano y le había anunciado a Mauro que dormiría un rato, de manera que Mauro se había apresurado a sacarlo de todas las frecuencias, porque Bianco le había dicho en fecha reciente, que dormir escuchando lo que los demás decían, no permitía que su cerebro descansase, de modo que era por eso que Luciano en forma inconsciente había pensado que no llevaba el DTR, y explicaba, además, que hubiese dormido tanto, ya que solía despertar en cuanto su cerebro registraba cualquier palabra que indicase peligro, aunque esta hubiese sido dicha en medio de alguna broma entre sus compañeros.
Salió de la cama se dio un baño y antes de vestirse, encendió la maquina de espresso, salió un momento a la terraza y miró la ciudad de El Valle aun dormida, y se preguntó cuánto tiempo demoraría Giulio en anunciar que la nueva sede oficial del Consorcio Del Piero sería Punta Dorada. Luciano no sentía apego por ningún lugar, aquello habría sido improbable llevando la vida que llevaba, pero imaginó que a individuos como Albano, Domenico o Nicola, aunque este último lo haría solo por fastidiar, les costaría mucho dejar El Valle si es que realmente lo hacían. También estaban algunos Rossi que se encontraban en la misma situación, pues habían nacido y crecido en El Valle, sin embargo, también pensó que si Ángelo, que parecía cosido a aquel lugar, lo había hecho y era evidente que así era, pues no iba a El Valle, sino por extrema necesidad, finalmente todos lo harían. Regresó dentro, se sirvió el espresso y volvió a su habitación colocándose a continuación el DTR y procediendo a vestirse. Aún estaba decidiendo entre ejercitarse un rato y revisar unos asuntos en su portátil, cuando escuchó la voz de Mauro.
Luciano cogió el control remoto, lo accionó y en cuanto las imágenes aparecieron en pantalla, la taza casi resbaló de sus manos. Cambió los canales a toda velocidad y algunos estaban transmitiendo lo mismo y otros no tenían señal.
Luciano comenzó a vestirse a toda prisa mientras escuchaba que sus órdenes eran transmitidas a los agentes tanto de El Valle como de Punta Dorada.
Pero los chicos sabían que precaución y Luciano no cabían en la misma frase, y menos si tenía urgencia por llegar a algún lugar.
#2410 en Novela contemporánea
#11578 en Otros
#1892 en Acción
sangre venganza y muerte, jovenes amores accion, persecusion politica enemigos
Editado: 27.03.2022