Destino de Sangre (libro 10. Nueva Generación)

Cap. 38 Encierro

 

Punta Dorada, marzo 2012

Un par de días después del rescate de Vladislav, Ángelo había ido a ver al chico, y aunque ya lo había hecho antes, la diferencia en esta ocasión fue que no lo hizo en compañía de Kelly o de Damila, sino con Enzo.

  • ¿Cómo te sientes?  --  le preguntó
  • Mejor, señor Del Piero, gracias  -- contestó él  --  y la verdad es que quisiera que me permitiesen ver a papá
  • Si puedes caminar, no creo que haya problemas con eso  --  le dijo él  --  Vladislav, con respecto a lo sucedido…
  • No se preocupe, no les dije nada, y en cualquier caso, no sé nada, aunque de haberlo sabido, igual no lo habría hecho  --  lo interrumpió él
  • Lo sé, ya fui informado al respecto, pero lo que iba a decirte es que lamento que hayas tenido que pasar por esto y es una de las razones por las que tenemos tan pocas relaciones con personas ajenas a la familia. Sin embargo, agradezco tu lealtad a nombre propio y del de mi familia
  • No tiene nada que agradecer, señor Del Piero, Mila y Kelly son mis amigas y ustedes son su familia ahora  --  dijo el chico

Después de aquella breve charla, Ángelo abandonó la habitación, pero al menos Enzo sabía que aquel chico se había agenciado un poderosísimo aliado, y que si alguna vez estaba en problemas y necesitaba ayuda, Ángelo ni siquiera lo pensaría para brindársela, aunque Vladislav no la solitase, porque como todo Del Piero, Ángelo valoraba la lealtad y sabía corresponderla.

La situación a nivel político seguía siendo problemática, las leyes preveían un plazo para la suspensión de garantías, pero cuando estaba por vencerse, la asamblea aprobó una prórroga y las cosas continuaron como estaban. Las clases seguían suspendidas, y aunque no era una suspensión autorizada por el estado, ningún padre iba a enviar a la calle a sus hijos cuando a diario seguían registrándose muchas desapariciones.

Entre tanto en las instalaciones del GA, tenían otros problemas. Por una parte habían tenido que elaborar un plan para los niños; Kelly, Francesca y Vittoria se encargaban de mantenerlos al día con sus estudios, algo que había resultado beneficioso para Kelly, ya que la ayudaba a estar distraída; y Luciano había dado órdenes de habilitar un espacio en el exterior para que los chicos pudiesen jugar, al menos dos o tres horas al día bajo la supervisión de sus agentes de custodia. Por ese lado estaban bien, pero los adolescentes y los jóvenes adultos comenzaban a dar muestras de estrés y a resentir el encierro.

Damila se había refugiado en su ballet, y siendo que Vladislav estaba allí, una vez que estuvo en condiciones, pasaban muchas horas ensayando en el espacio que Giulio había ordenado se les asignase para ello. Lía y Aurelia pasaban bastante tiempo en ese salón, aunque nadie estaba muy seguro de si era porque les distraía, o porque iban a mirar a Vladislav. Enrico, Abele y Aurelio llevaban locos a sus progenitores y a sus tíos, pues eran de los que se sentían asfixiados en aquel lugar.

Johan había puesto sus inquietos ojos en Lía, y como Fredo ya lo había notado, se había ido derecho a hablar con el chico y cabe suponer que Johan entendió el mensaje, porque dejó a Lía en paz.

Rosella se pasaba los días quejándose amargamente, mientras que su prima Camelia cuando se hartó de escucharla, decidió unirse al grupo que se encargaba de los niños, y como Rosella tenía terminantemente prohibido acercarse a nadie de aquella familia, algo que había hecho su abuelo en primer término, y aunque ella se hubiese sentido inclinada a no obedecerlo a él, después de la amable visita de Luciano, y como le sucedía a casi cualquiera que tuviese que pasar por la experiencia de una charla con él, de ningún modo se habría colocado en la posición de tener que volver a verlo.

Fiorenzo era el mayor de los varones de la última generación de los Argento, tenía veintisiete años y se había recibido en Leyes, de manera que era el que se encargaba de la parte legal en los negocios de su familia, razón por la cual se pasaba los días en la sala situacional que habían habilitado y desde donde se mantenían al tanto de lo que sucedía, y desde donde podían estar en contacto con los gerentes de sus empresas. Rodolfo que a la fecha contaba con veintidós años, había cursado la carrera de administración, por tanto también pasaba sus días en el mismo lugar, mientras que Romano, su gemelo, era el dolor de cabeza de la familia. Romano se había licenciado en bellas artes, aunque esta no era una carrera en opinión de Mariano, pero como se había considerado afortunado de que aquel individuo hubiese llegado a la universidad, no había hecho mucho escándalo ni oposición, aunque sus hijos pensaban que en realidad Romano podía hacer lo que le viniese en gana y Mariano estaría igualmente de acuerdo, pues había perdido la cabeza por su nieto menor, de manera que Romano no hacía nada en la vida más que ir por ahí tirando el dinero en fiestas y chicas. No obstante, sería justamente este sujeto quien más problemas causaría en el futuro inmediato.

  • ¿Qué opinas?  --  preguntó Romano y Rodolfo se giró
  • Un poco fuera de tu estilo ¿no?  --  preguntó a su vez el gemelo mirando el dibujo que su hermano le mostraba
  • No fue eso lo que pregunté
  • Supongo que bien, como siempre  --  contestó el chico y se giró de nuevo para terminar de vestirse
  • ¿Pero crees que le guste?
  • ¿Que le guste a quién?
  • ¡Rodolfo!  --  exclamó  --  ¿Quieres prestar atención?




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