Destino de Sangre (libro 11. Sicaria)

Cap. 1 Ordenando

 

Punta Dorada, marzo 2012

El encierro que había originado la inestabilidad política del país, y al que la familia se había visto obligada, llegaría a su fin en mayo tal y como Giulio había dicho, pero se vieron obligados a unos cambios que no estaban previstos, sin embargo, dadas las circunstancias, Ángelo se vio en la obligación de trazar nuevos y apresurados planes que le garantizasen la seguridad de su familia, tanto la nuclear como la extendida.

Aquel era un país maravilloso que albergaba enormes riquezas en su suelo y en sus aguas, poseía casi todos los paisajes naturales imaginables y se había constituido en un país de oportunidades, el problema siempre había radicado tanto en sus gobernantes como en sus habitantes que parecían incapaces de determinar las mejores manos en las cuales colocar el destino de su tierra.

Por lo anterior, había sido escogido por muchos inmigrantes que habían llegado en busca de un mejor futuro para sus familias, entre los que se encontraba la comunidad italiana que era grande en aquel país. Sin embargo, había sido El Valle la provincia que albergase el mayor número quizá tanto de aquellos que habían contribuido en gran medida al desarrollo del país en general como a los más peligrosos. Cuando Guido llegó a aquellas tierras y a pesar de que sus compatriotas no eran muchos en la provincia, tal vez por su decidido empeño de levantar un imperio financiero mayor que el que tenían en Sicilia, había marcado el lugar como meta de muchos otros, pero siendo que también se había ocupado de asegurarse el control absoluto, los demás tuvieron que plegarse a sus deseos.

A pesar de que la comunidad italiana estaba esparcida por todo el país, El Valle era el centro de poder de la misma, pero no era en realidad El Valle, eran los Del Piero. No obstante, éstos habían trabajado arduamente para no permitir que otra organización, en ningún lugar del país, les disputase la supremacía y lo habían logrado, pero en las presentes circunstancias, Ángelo Del Piero, la cabeza de la mencionada organización, se vería en la necesidad de tomar decisiones que posiblemente no iban a gustarle a muchos, pero él nunca se había caracterizado por hacer las cosas con miras a complacer a nadie y su único norte era proteger a los suyos y así seguiría siendo.

El primero y más inmediato de los problemas que tuvo que resolver fue el de los traslados, porque si bien la situación política estaba parcialmente controlada, la misma seguía siendo inestable y El Valle continuaba siendo una zona peligrosa para ellos, no solo debido a sus viejos enemigos, sino que ahora se sumaban unos a los que no habían considerado como tales en el pasado.

Por otra parte, y aunque los demás miembros de la organización habían tenido que hacer frente a sus propios problemas con el estado, individuos como Falcone o Tornattore no habían dejado de fastidiar y la vieja fricción entre éstos y los Scianna se había agudizado, dando como resultado unos sangrientos enfrentamientos que dejaron un alarmante saldo rojo entre ambos bandos.

La organización paralela se había ido fortaleciendo bajo la dirección de Greco Moretti, pero afortunadamente la deuda que tenían él y Mantovani con Ángelo, había evitado que causasen mayores problemas y por el contrario, según los informes que le habían llegado, éstos sujetos habían resultado de mucha ayuda para mantener a raya a Falcone y compañía, lo que llevaría a Ángelo a tomar algunas decisiones que sabía serían de difícil ejecución.

Antes de abandonar las instalaciones del GA, Ángelo convocó a una reunión.

  • La situación del país a nivel político sigue siendo delicada, pero la nuestra ha sido parcialmente resuelta, porque si bien ellos van a dejarnos en paz, no pueden garantizarnos que los grupos paramilitares que se cuentan por docenas, vayan a hacerlo  --  hizo una ligera pausa y miró tanto a los Rossi como a los Argento  --  No puedo impedirles regresar a El Valle, pero ustedes saben que es una provincia fronteriza donde los mencionados grupos son más activos, y aunque contamos con una fuerza bien entrenada para nuestra protección  --  y en este punto al menos los Argento miraron a la hilera de sujetos formados a las puertas del salón  --  no puedo garantizar que en algún momento alguno de ustedes no sea víctima o se vea en medio de un ataque de estos sujetos, y si bien nuestros agentes estarían en la capacidad de intervenir, eso no asegura que alguien pueda no salir lastimado.
  • ¿Y para qué sirven entonces?  --  preguntó Nicola, pero como Ángelo no iba a perder el tiempo en inútiles explicaciones al necio aquel, lo ignoró
  • Don Guido  --  dijo mirando al mayor de los Rossi y jefe de su familia  --  es su decisión, pero piénselo, porque no quiero perder a nadie más

Guido Alfredo Rossi tenía a la fecha 80 años, era el hermano menor de Ignacio, pero todos los Rossi lo llamaban nonno y era quien ostentaba la jefatura de su familia desde hacía varios años. Guido trabajó durante muchos años bajo las órdenes de Carlo, pero a diferencia de su hermano Ignacio, que era la mano derecha de Carlo, él trabajaba del otro lado, en el departamento de seguridad como jefe directo de quienes sacaban del camino del bambino, todo aquello que le incomodase, aunque fuese mínimamente, pero esto lo sabían poquísimas personas y nadie que estuviese vivo a excepción de Ángelo, naturalmente.

  • Se hará como tú ordenes, Ángelo  --  dijo el hombre
  • ¡Nonno!  --  exclamaron Pietro y Enrico
  • Silencio  --  ordenó él sin elevar la voz ni un decibel  --  he dicho que todo se hará conforme a lo que el bambino disponga  --  dijo señalando a Ángelo




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