Punta Dorada, diciembre 2012
Una vez que Giulio, Nino y los GA habían desaparecido, los chicos se reunieron y comenzaron a especular y a tejer las más locas hipótesis mientras que Francesca y Vittoria se empeñaban en detener a Damila que quería ir tras Giulio, pero esa tarea la asumiría otra persona, porque en cuanto Romano había visto la conmoción y al igual que todos, había prestado atención, pero apenas Giulio se marchó con los demás, él dejó el vaso sobre la barra y caminó a toda prisa hacia donde las Rossi intentaban tranquilizar a Damila dejando a Lía hirviendo de furia.
Fue audible el suspiro de alivio de Vittoria para quien todos y cualquier problema, debía ser resuelto por un hombre, mientras que Francesca juntó las cejas recordando la opinión que tenía Vladislav de aquel sujeto y sus intenciones, sin embargo, en ella seguía muy arraigada la costumbre de no contrariar a un hombre, y aunque no estaba muy conforme se apartó. Romano tomó el brazo de Damila y la alejó de la mesa, pero cuando Francesca se disponía a seguirlos, Vittoria la sujetó a ella.
Romano condujo a Damila hacia un invernadero que estaba al otro lado de la piscina. Damila si bien había luchado toda su vida por causas que iban orientadas a la protección de la biodiversidad, no por eso le gustaban de manera especial los animales – con excepción de Ícaro – y menos aún las plantas, de manera que desde que vivía en aquella casa, jamás había estado en aquel lugar y de hecho no le prestó mayor atención tampoco ahora.
Romano sintió una enorme ira al escucharla, porque a pesar de que sabía que estaba dolida por lo que él acababa de decir, aún así intentaba defender al necio aquel, pero intentó frenar su deseo de ponerse a insultar a Giulio en beneficio de sus propios planes.
Sin embargo, Damila tenía muy presente algunas cosas, entre las que destacaba que por muy buenos que fuesen los GA, no habían podido evitar que Franco y otros miembros de la familia hubiesen sido asesinados, no habían podido evitar que Giulio fuese abaleado en una oportunidad, y también en su mente seguía muy vivo el recuerdo del día que fue sacada casi a rastras por Fredo y por Silvano de aquella misma casa cuando fueron atacados, y la imagen de Gianpaolo desangrándose mientras urgía a los demás a ponerla a salvo, aun le producía pesadillas, así que sí, ella estaba segura que los chicos ponían el mayor empeño en hacer bien su trabajo, pero a veces las cosas no salían como se esperaban y sintió un enorme peso en el corazón.
Varios sentimientos chocaron violentamente en el interior de Romano, por una parte se sintió miserable al verla tan triste y abatida y sabiéndose responsable por lo que acababa de decirle, una ira ciega en contra de Giulio quien a su juicio era el verdadero culpable, y para completar todo el cuadro, unos celos brutales, porque en su opinión, Giulio no se la merecía. De manera que estiró los brazos y la envolvió en ellos, pero, aunque quería decirle muchas cosas, por primera vez no sabía cómo hacerlo.
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Editado: 24.04.2022