Punta Dorada, diciembre 2012
La explosión en Las Salinas había causado un fuego moderado que ya había sido controlado, y aunque alguien había avisado al departamento de bomberos, Favio se encargó de suspender la alarma. Varias patrullas de policía habían llegado al lugar, pero aquella era una propiedad privada y pertenecía a unas personas con las que las autoridades ya comenzaban a acostumbrarse a no tener discusiones, así que no insistieron cuando se les negó el acceso.
Uno de los primeros en llegar al lugar del siniestro había sido Bianco que lo había hecho en compañía de Astor, pero no lo hicieron por tierra, sino que lo habían hecho en uno de los helicópteros del AA. Los miembros del equipo de seguridad ya habían evacuado al personal y tenían la zona acordonada, de manera que cuando Luciano llegó, y siendo que seguía las incidencias por su DTR, se fue derecho a hablar con Bianco.
Luciano juntó las cejas, porque no tenía ni la más remota idea de quién era aquel individuo, pero no fue necesario que se esforzara, porque antes de preguntarlo, ya Mauro estaba proporcionándole aquella información. No obstante, no había nada que indicase que el ingeniero no estuviese debidamente calificado para desempeñar su trabajo, así que miró a Bianco.
Bianco tenía deseos de golpearlo, algo bastante común y que todos sentían por lo menos una vez al día si pasaban el tiempo suficiente al lado de aquel incordio. No era que Bianco aprobase lo que había sucedido, sino que conocía lo suficiente a Luciano como para saber que había mejores modos de darle algunas noticias, y ciertamente aquel no era uno de ellos.
Luciano siguió su camino mientras murmuraba apresuradas órdenes por su DTR.
Bianco pensó que Luciano le concedía a aquella rama del GA unas libertades que ellos no tenían, porque eso de cambiar días libres, ellos no podían hacerlo, pues suponía un desfase total en sus actividades, mientras que los locos hacían lo que se les daba la gana y nadie estaba autorizado a meterse en eso.
Luciano entró a la oficina del ingeniero en jefe del proyecto y siendo que el individuo en cuestión no lo conocía, lo recibió con un grito enfurecido y echándolo de allí. No obstante, el jefe de seguridad del proyecto, le informó que el muchachito, era a su vez el jefe del departamento de seguridad del Consorcio. Aunque aquello no era del todo cierto, pues nominalmente Giordano Lorenzetti seguía siéndolo, y su hijo Gino lo era en Punta Dorada, todos sabían que Luciano estaba por encima de ellos, ya que era el comandante en jefe del GA, pero como no iban a ponerse a dar explicaciones de esa naturaleza a nadie, cuando era necesario simplemente decían que era el jefe de seguridad del Consorcio. Como cabía esperar, el ingeniero abrió mucho los ojos mirando de nuevo y con más atención a Luciano.
Joaquín González era un joven profesional que debido a sus magníficas credenciales había sido escogido por Giulio para hacerse cargo de la segunda etapa del complejo habitacional Las Salinas, y era la primera vez que se enfrentaba a una situación como aquella. Por una parte estaba furioso con José Medina, el ingeniero de planta a quien conocía desde hacía tiempo y a quien creía un sujeto responsable, de manera que si bien él, a título personal nunca había tenido ningún problema con Giulio, a quien él conocía como el señor Del Prete, ni con Nino, sí había estado presente cuando cualquiera de aquellos dos individuos enfurecía con otros y ciertamente la última cosa que quería en la vida era ser blanco de su ira, pero si a eso iba a venir a sumarse otro sujeto de mal carácter, ya era como mucho. Sin embargo, no tuvo que contestar a la pregunta de Luciano, y los azules ojos que hasta ese momento habían estado fijos en él, se desviaron hacia el responsable de todo aquel desastre que hacía su entrada en aquel momento.
#11505 en Otros
#1892 en Acción
#2414 en Novela contemporánea
venganza enemigos, accion persecucion sangre, amor promesas boda
Editado: 24.04.2022