Punta Dorada, diciembre 2012
Ángelo y Marino estaban muy preocupados, porque Kelly apenas si había tocado la comida. Alessandro a quien miraba con preocupación era a Ángelo, porque estaba seguro que a menos que Luciano fuese muy rápido, el tal Gsperi estaba a punto de convertirse en historia a manos de Ángelo, y pensó, además, que ese sujeto era muy imbécil, porque después de la clarísima muestra de posesividad que había dado su anfitrión con respecto a su mujer, al menos él habría dejado de mirarla. Alessandro estaba bastante seguro de la razón por la que lo hacía, pero lo estaba igualmente de que a Ángelo las razones le importaban poco y que lo único relevante era que el mayor crimen que podía cometer un individuo, era poner los ojos en su mujer fuera cual fuere el motivo, que dicho sea de paso, para él solo podía ser uno. Por ese mismo camino Alessandro pensó que era una buena cosa que la adorable criatura no fuese de la clase que le gustaba salir mucho o Ángelo habría muerto de un ataque de celos, y aunque seguía pensando que el presente no era el caso, los resultados fácilmente podían ser los mismos, así que lo verdaderamente afortunado en todo aquello, era que Kelly se hubiese negado a hablar con aquel sujeto.
Luciano por su parte se había dedicado a prestar la máxima atención a todo lo que decía y a lo que no decía Azeglio, había estudiado cada uno de sus gestos y el movimiento de sus ojos, había almacenado cuidadosamente los lugares y las fechas que había mencionado el individuo, y había tomado nota mental del escaso interés que él sabía que sentía por la que se suponía sería su esposa.
Los Argento habían contribuido poco a la conversación, y en el caso de Camelia estaba como Kelly, es decir, no había dicho ni media palabra aparte del forzado saludo, y durante casi toda la comida Enzo estuvo sujetando su mano por debajo de la mesa e incluso tuvo que asegurarle en un susurro que ese desgraciado jamás le pondría una mano encima.
Una vez finalizada la cena, pasaron nuevamente al salón, y antes de enfrentarse a Azeglio, Ángelo se acercó a Kelly.
Sin embargo, ella no contestó nada y Ángelo sintió pánico al ver sus ojos, pues pensaba que ella estaba a punto de sufrir uno. No obstante, en ese momento escuchó que Bernardo emitía una maldición, y cuando giró la cabeza, vio que Azeglio se dirigía hacia donde estaba Camelia y que esta perdía el poco color que le quedaba.
Durante la cena ciertamente Azeglio les había hablado de todo aquello, y como había sido Luciano quien más se interesase en sus palabras, él lo interpretó del todo erróneamente y sonrió.
Tal vez hasta ese momento Azeglio no había notado que el salón estaba en silencio, pero una vez que Luciano concluyó su pregunta, la exclamación de Camelia sonó como un grito, aunque no lo era, lo que hizo reaccionar a Kelly que levantándose del sillón donde Ángelo la había dejado una vez que Luciano había comenzado a hablar, se dirigió hacia donde estaba Camelia.
Azeglio que no era del todo imbécil, notó varias cosas, entre ellas la hostilidad de las miradas y que un individuo que no era pariente de Camelia la tenía abrazada en forma protectora. También notó que los gemelos Genovesse se habían movido hacia la pareja, y que el chico que había acompañado a Bernardo en la tarde, se había parado un poco por delante de Ángelo en una inconfundible actitud protectora. Su cerebro le había enviado la adecuada señal de alarma, y aunque por una parte se negaba tercamente a aceptar que pudiesen haberlo descubierto, en forma automática había movido la mano para llevársela al bolsillo donde siempre llevaba su arma, pero recordó que al llegar allí le habían preguntado cortésmente si iba armado y él se las había entregado, porque no habría tenido alternativa en cualquier caso, ya que después de eso igualmente fue requisado antes de poder ingresar a la casa.
Sin embargo, su vista también captó el movimiento de la silenciosa señora Del Piero, y con un movimiento rápido la alcanzó sujetándola por el cabello y casi haciéndola caer. Casi todos los miembros de la familia se movieron al mismo tiempo, pero él los detuvo.
Ellos vieron el peligro de intentar atacar a un hombre que se sabía acorralado, pero los verdaderamente problemáticos podían ser Ángelo y Giulio, así que Carmelo y Alessandro se ocuparon del primero mientras que Fredo y Silvano lo hacían de Giulio. Repentinamente Enzo sintió el peso muerto del cuerpo de su mujer que había perdido el conocimiento, así que con ayuda de Ignacio la estaba colocando con cuidado sobre un sillón. Luciano por su parte no había movido ni un músculo y tenía la mirada clavada en los asustados ojos de Kelly, pero sus palabras estaban dirigidas a su captor.
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Editado: 24.04.2022