Destino de Sangre (libro 11. Sicaria)

Cap. 16 En la iglesia

 

Punta Dorada, diciembre 2012

Las chicas, de común acuerdo, habían dejado a Camelia sola con su madre cuando lo único que le faltaba era colocarse el vestido, y las únicas que pudieron entrar después de eso fueron Kelly y Angélica.

  • ¡Wow, estás preciosa, Cami!  --  exclamó Kelly
  • Gracias  --  dijo ella muy emocionada mientras las otras dos mujeres lloraban como Magdalenas

Kelly y Angélica abandonaron la habitación y bajaron al salón donde las esperaban casi todos.

  • ¿Qué estás haciendo aquí, Enzo? --  le preguntó Kelly  --  ¿Acaso piensas llegar después que la novia?

Sin embargo, Enzo no le estaba prestando atención y miraba con consternación a su madre.

  • ¡Mamma! Cosa succede? Perchè piangi? [1] --  preguntó
  • Niente figlio… è solo…
  • Si serás necio, Enzo  --  dijo Fredo  --  Todas las madres lloran en las bodas, por tanto todos los hijos que se casan son unos desconsiderados por hacer llorar a sus madres  --  agregó abrazando a Angélica  --  No ti preoccupare mamma, come io ti amo, non potrò mai sposarmi, e così non si sarà mai piangere [2]

Aun suponiendo que aquello pretendiese ser alguna clase de consuelo, lo único que Fredo consiguió fue que su madre comenzase a llorar con más brío, pues ella aun no encajaba que su hijo menor no pudiese casarse nunca, mientras que Alfredo pensaba que alguna criatura debía estar muy agradecida, porque  sin duda Dios la estaba salvando de un desastre seguro.

  • Mamma  --  insistió Fredo que no entendía qué había dicho de malo
  • Cierra la boca y ocúpate del bambino   --  le llegó la voz de Luciano

Los miembros masculinos de la familia, en compañía de sus esposas los que la tenían,  salieron al mismo tiempo que Enzo, mientras que las chicas del cortejo lo harían junto con Camelia. Giulio no había estado muy contento con aquel arreglo, pero siendo que Damila era una de las damas de honor, tuvo que ceder.

  • Primer grupo listo para salir  --  escucharon que decía Luciano
  • Copiado  --  les llegó la voz de Paolo que comandaba la primera escolta aérea
  • Eres afortunado, Lucky, vas con el grupo “bonito”  --  escucharon todos la voz de Silvano
  • ¿Dónde demonios estás? Y dime por favor que tienes los pies en tierra
  • En tierra exactamente no, pero bastante cerca

Bianco y Fabrizzio que ya estaban en la iglesia, se miraron y menearon la cabeza pensando que aquel muchachito era, con mucho, el peor de todos. Siendo miembro de la familia, Silvano debía ir en alguno de los vehículos de la misma, ya que por lo primero estaba franco de servicio, pero a la hora de la salida, ninguno de los GA lo había visto, aunque se suponía que debía estar en el mismo vehículo con Domenico.

  • Ícaro  --  dijo Luciano y su voz sonó como un latigazo
  • Tranquilo Lucky, se me hizo tarde, pero ya voy en camino
  • Apuesto mi nueva X-Box a que estabas…  --  había comenzado a decir Valentino, pero fue silenciado por Luciano

Todos tenían pocas dudas de dónde había estado Silvano, y más exactamente haciendo qué, y aunque estaba libre ese día, Luciano pensó que tendría que hablar con aquel incordio para que se ciñera a los planes, o lo encerraría en un calabozo por una buena temporada.

En cuanto le avisaron a Luciano que estaban llegando a la iglesia, él le dio la orden a Astor y a Paulo de prepararse para salir con las chicas. Valentino se reportó en posición y pudieron partir. Llegaron a la iglesia sin novedad, y Luciano entró de último cuando ya la novia había comenzado a avanzar por el pasillo central del brazo de su padre. Paseó la vista por el interior y sonrió al ver la expresión de disgusto de Dante, recordando lo mucho que aquel individuo odiaba los trajes de etiqueta.

Giulio estaba de pésimo humor por diversos motivos; el primero de ellos, porque no le gustaba que Damila no estuviese a su lado; el segundo, porque no le gustaba que ella estuviese vestida del mismo modo que todas las chicas, aunque sabía que aquello era un requisito, porque todas las damas de honor debían vestir igual; y tercero, porque sin importar cuántas excusas hubiese dado Romano, seguía sin quitarle los ojos de encima a Damila.

Los niños que llevaban los anillos, naturalmente eran los sobrinos de Enzo, ya que Camelia no los tenía, pero Renzo estaba de un humor parecido al de Giulio por no hablar de su hermana, ya que ambos parecían sentir aversión por la ropa formal. Renzo no dejaba de repetir que aquella cosa atada al cuello iba a asfixiarlo, mientras que Amelia que odiaba con vehemencia los vestidos, no podía sentirse más incómoda.

  • Me apuesto lo que no tengo, a que Amelia vendrá hecha una furia  --  le susurró Gianni a Giovanna que se sentaba a su lado
  • Estuvo a punto de tirar el vestido al horno de la cocina anoche  --  le dijo ella y ambos ahogaron la risa




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.