Punta Dorada, enero 2013
Cada vez que Luciano tenía algo de importancia que informar a Ángelo y no lo hacía en forma inmediata, sus compañeros se preocupaban, o al menos individuos como Bianco, Alberto, Fabrizzio y Mauro lo hacían, porque el resto de los que manejaban información clasificada estaban demasiado desquiciados como para preocuparse por nada en opinión de los antes mencionados. Sin embargo, Luciano siempre les daba la misma respuesta, es decir, que su intención no era ocultar información y que solo la retrasaba hasta que lo consideraba prudente.
Con relación al frustrado atentado del día del matrimonio y una vez que Luciano superó la sorpresa, puso su cerebro a trabajar sin descanso hasta que dio con la posible respuesta y se fue derecho a verificarlo. La mañana del último día del año, quienes estaban de guardia eran Aniello y Yuri, pero como Mauro y Favio no tenían una familia, y ni siquiera más amigos que sus compañeros de trabajo que eran ambas cosas, estaban metidos de cabeza en sus equipos haciendo quién sabía qué.
Aniello no difería en mucho de Mauro o Favio en cuanto a lo que los demás Alfa calificaban de manía por los ordenadores, y quien lo hubiese visto o conocido fuera de su entorno habitual, solo habría visto a un chico como cualquier otro, pero la particularidad de éste era, aparte de su habilidad para hallar casi cualquier cosa en la red en tiempo record, su peligrosidad, pero a diferencia de Mauro y Favio que eran el primero aprensivo y el segundo silencioso, Aniello era parlanchín e inconsciente en opinión de Mauro, y parecía estar buscando que individuos como Dante o Arezio le dieran una buena sacudida. Sin embargo, efectuaba su trabajo con la mayor seriedad y lo último que habría pasado por su cabeza habría sido disgustar ni siquiera en forma mínima al jefe. De modo que se preparó para hacerse cargo de la red de comunicaciones general hasta que volviese su compañero de guardia.
El caso de Yuri era completamente diferente, pues parecía cualquier cosa menos lo que era. Él no estaba muy seguro de dónde había nacido y no tenía ni la más mínima idea de quiénes habían sido sus padres; nunca tuvo un nombre y en realidad nada, creció en las calles de Rusia en la época de la disolución de la Unión Soviética, y cuando la población en general no estaba muy segura de nada. Los recuerdos más antiguos de Yuri se situaban en una vieja construcción que brindaba una precaria protección contra las inclemencias del tiempo, vivían allí muchas personas, pero ninguna de éstas eran sus parientes, y era una anciana quien cuidaba de él, hasta donde podía recordar, pero un buen día la mujer desapareció y no volvió a verla.
Así como no tenía un nombre, tampoco tenía una edad, al menos que él conociese, pero en algún momento fue recogido por alguna institución cuando en compañía de otros niños intentaban obtener comida de forma poco ortodoxa. Cuando los llevaron a lo que luego se enteraría había sido un orfanato, él dijo que se llamaba Yuri, porque así lo llamaban sus compañeros de infortunio, pero no pudo proporcionar ninguna otra información acerca de su persona. El médico de la institución determinó que debía tener entonces unos siete u ocho años, aunque él nunca estuvo muy seguro de eso. Como no estaba acostumbrado al encierro, le tomó escaso tiempo escapar de allí y volver a la vida que le era familiar, pero cayó en las peligrosas manos de un asociado de la mafia rusa. Sin embargo, aquel fue su pasaporte a un futuro mejor, ya que con aquel individuo conoció los ordenadores y éstos se volvieron su pasión. En un breve lapso, Yuri aprendió todo lo que había que saber y más, convirtiéndose en la carta bajo la manga de aquel individuo e invadiendo cuanto sistema informático le interesaba al maleante. No obstante, un poco más adelante, el susodicho se metió con quien no debía y lo borraron del mapa. Afortunadamente para Yuri, nadie conocía su existencia, lo que le permitió salir indemne de aquel desastre, pero lo convenció que lo mejor que podía hacer, aparte de poner la mayor distancia entre aquellas tierras y él, era procurarse el entrenamiento a propósito para su defensa personal futura, ya que tenía claro que nunca podría vivir en el mundo de la legalidad.
Yuri abandonó la que suponía era su tierra natal y viajó haciendo auto stop, de polizón y de cualquier manera que pudo. Estuvo en lugares tan diversos como Turquía, Irak, Bruselas, Dinamarca, Francia, y España, pero fue en Italia donde las cosas cambiaron, porque para cuando llegó a la península, ya no era el niño que había salido de Rusia, sino un joven muy apuesto en opinión de las féminas, lo que le proporcionó no solo alojamiento, ropa y comida, sino un trabajo que le causó risa, pero que le facilitó los medios para vivir cómodamente durante un tiempo y hasta que se topó con los Madonia. Yuri tenía una organizada agenda, y cuando aceptó aquella cita por recomendación de otra cliente, no se imaginó que la mujer en cuestión, pertenecía a Pietro Madonia, alguien de quien él ya había oído mucho, así como tampoco que a ella no le quedarían claras las condiciones de su relación, lo que los condujo a ambos al desastre, porque cuando Pietro se enteró de que su amante quería dejarlo por el desgraciado muchachito ruso, montó en cólera con las consecuencias previsibles. Por fortuna Yuri había hecho excelentes relaciones, y fue advertido a tiempo, lo que le proporcionó la oportunidad de escabullirse, y en lo único que pensó fue en buscar a alguien a quien había conocido por casualidad en sus viajes y que había tenido que escapar de aquellas mismas personas. De modo que después de establecer contacto seguro con la persona en cuestión, se montó en un avión y llegó a El Valle, donde Misael Conti que era su contacto, y después de escuchar los detalles de su historia, lo llevó derecho a hablar con Luciano y así ingresó Yuri al programa, cumplió con el entrenamiento completo, incluido el físico, convirtiéndose no solo en un excelente miembro del equipo informático, sino en un frío y letal agente que solo tenía dos obsesiones en la vida, los ordenadores y acabar hasta con el último de los Madonia.
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Editado: 24.04.2022