Punta Dorada, enero 2013
A pesar de que Fredo estaba en la misma situación de Luciano, aunque por distinto motivo, y tenía la libertad de estar donde quisiera en aquella casa así como la de asistir a las reuniones familiares, una vez que Giulio estuvo dentro del despacho, él se dispuso a salir, pero recibió la silenciosa orden de Luciano en el sentido de que no lo hiciese.
Giulio había sido y era, un niño malcriado y egocéntrico, pero también estaba muy conciente de su responsabilidad con respecto a la seguridad de su familia, de manera que apenas entró, hizo a un lado su problema personal y abandonando el vaso de agua en el que según Fredo estaba ahogándose, se concentró en el otro asunto.
En cierta forma aquello le extrañaba, pues por mucho que le molestase la espera, en raras oportunidades Luciano se presentaba sin tener ya en su poder una información concreta, de manera que clavó los ojos en los del chico antes de que Giulio dijese algo que en cualquier caso debía ser lo mismo que él estaba pensando.
Después de eso procedió a informarles lo que aun no les había dicho con respecto a quien había pretendido efectuar el ataque. Tanto Ángelo como Giulio tenían la misma expresión de asombrada incredulidad, pues ciertamente en sus cabezas la imagen de una mujer haciendo aquello no encontraba correspondencia. Por mucho que ellos estuviesen en proceso de adaptarse a los nuevos tiempos, y aunque no era que ignorasen por completo el hecho de que había mujeres dedicadas a la actividad delictiva, debido a la ancestral idea que tenían acerca del papel de las mismas en el mundo, se les hacía virtualmente imposible digerir aquello. Sin embargo, tendrían que hacer eso a un lado ante lo que vendría a continuación.
De más está decir que si lo primero aun estaba en proceso de ser entendido, esto les resultaba simplemente inaceptable y tardaron más de lo habitual en reaccionar. Fredo vigilaba con atención a Giulio mientras que Luciano no había despegado los ojos de Ángelo, pues no había olvidado lo que había dicho Alessandro con relación al estado de su salud, y aunque todos acusaban a Luciano de no tener sentimientos, algo que él se esforzaba que siguiesen pensando, el individuo al que estaba mirando, era en muchos aspectos lo más cercano a un padre que había tenido, y ponía todo su empeño en protegerlo, de modo que no era de su especial agrado darle aquella clase de noticias.
Pasados los primeros y tensos segundos, Ángelo reaccionó como lo hacía siempre que estaba extraordinariamente furioso y comenzó a lanzar cosas. Lo primero que voló fue el cenicero, y si Fredo no se mueve con rapidez, éste habría impactado en la cabeza de Giulio que seguía estático y mirando a Luciano como si fuese un extraterrestre. Todos estaban acostumbrados a aquellas reacciones de Ángelo, porque había sido igual toda la vida, y particularmente Luciano lo había visto destruir todo a su alrededor en más oportunidades de las que le gustaba recordar, pues en algunas habían sido por algo que él mismo había hecho, así que se dispuso a esperar con paciencia a que pasase la primera explosión.
Giulio por su parte y en cuanto Fredo lo apartó del proyectil, pareció volver a la realidad y comenzó a vociferar incoherencias a las que Luciano no estaba prestando atención, ya que seguía vigilando la destrucción que estaba causando Ángelo, pero en el momento que se sintió aferrado por el brazo reaccionó inconscientemente.
La expresión de Giulio que era una mezcla de ira y ansiedad, cambió violentamente y sus ojos adquirieron el mortal brillo del más profundo odio.
Al escuchar la rotunda negativa de Ángelo, fue que se dieron cuenta que la tormenta parecía haber cesado dejando un caos de destrucción a su alrededor.
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Editado: 24.04.2022