Punta Dorada, enero 2013
Giulio había abandonado el despacho unos minutos después que Luciano se marchara, y aunque aparentaba estar más tranquilo, Fredo sabía que una ira helada se había instalado en su interior y que no lo abandonaría hasta que con sus propios ojos viese el cadáver del responsable de todo aquello. Aun cuando era muy temprano, entraron al salón y Giulio se fue derecho a la licorera sin percatarse de que Nino y Luigi estaban allí.
El caso de Nino era muy similar al de Damila, aunque no tan extremo, pero parecía haberse vuelto muy aprensivo en cuanto a la salud de Giulio, y al igual que Damila, sostenía que su primo no debería beber.
Fredo movió la cabeza en forma negativa para señalarle a Nino que era un mal momento, mientras que Luigi se preguntaba qué le sucedía ahora al malcriado bambino. No obstante, cuando Giulio miró a Nino, se sintió miserable al ver la preocupación en el rostro de su primo, porque a su mente acudieron fragmentos de todo lo que Fredo y Damila le habían contado acerca del dolor y la depresión de Nino por causa de su supuesta muerte.
En ese momento Giulio se derrumbó de nuevo y le contó a Nino aquello de lo que acababa de enterarse, pasando del abatimiento a la ira nuevamente en el proceso, lo que hizo pensar a Fredo que les esperaban días muy difíciles, si sumado a la situación ya de por sí problemática, tendrían que enfrentar también el carrusel de emociones de Giulio. Por otra parte, Nino también había pasado del franco terror a la más devastadora furia, y Fredo maldijo el hecho de que justamente ese día Leonardo estuviese libre, de manera que se alejó un poco para comunicarse con el BA a cargo y advertirle que no perdiese de vista a Nino. No era que el chico corriese algún peligro inminente, pero todos los GA estaban al tanto de que a pesar de que Nino no exhibía el carácter volátil de muchos de sus parientes, era un muy mal asunto disgustarlo más allá de lo razonable, porque seguía siendo un portador de la efervescente sangre siciliana, y como cualquier Genovesse, solía reaccionar muy mal ante las amenazas.
A quien nadie, con excepción de Hans, naturalmente, prestó atención, fue a Luigi, que después de escuchar lo más relevante, abandonó el salón y se dirigió al despacho de su tío. Ángelo seguía allí aun preguntándose cómo decirle aquello a Kelly cuando escuchó la voz de su sobrino.
Ángelo emitió un suspiro de resignación y comenzó a explicarle las medidas de seguridad.
Dicho esto abandonó la estancia sin agregar nada más, pero se fue derecho a buscar a Gianpaolo.
Como ya se mencionó en una anterior oportunidad, la relación entre Luigi y su GA había variado mucho desde que vivían en Aravera, pero en aquel momento aquel individuo era un Genovesse en su más pura esencia y solo esperaba ser obedecido, de manera que Hans lo condujo hasta donde se encontraba Gianpaolo. Como todos los GA que estaban en la mansión habían escuchado el asunto, la mayoría de ellos advirtió a Gianpaolo para que mantuviese la boca cerrada y se limitase a escuchar la advertencia, amenaza o lo que se le antojase decir a Luigi, y que no lo provocara innecesariamente.
Gianpaolo se encontraba en el pasillo de las habitaciones con Dinka y Lisandro, que como no tenían que montar guardia cercana a sus objetivos, simplemente estaban haciendo compañía a su amigo, pero, aunque se apartaron un poco cuando vieron avanzar a Luigi, permanecieron en alerta al notar la actitud agresiva de éste.
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Editado: 24.04.2022