Destino de Sangre (libro 11. Sicaria)

Cap. 36 Drama en un solo acto

 

La Isla, febrero 2013

Fredo miró por enésima vez su reloj al igual que Gianpaolo, pues ya pasaba de las nueve y la parejita seguía sin aparecer.

  • ¿No crees que ya es mucho tiempo? – preguntó
  • Sin duda, pero no tengo ganas de que G me quite la cabeza – contestó Gianpaolo
  • ¿Dónde demonios están metidos? – les llegó la voz de Silvano

Ambos GA se miraron con algo cercano al horror, porque la última cosa que necesitaban era tener que lidiar con aquel individuo justo en ese momento. Aunque no era que Silvano fuese a entrometerse en el paseo de la pareja, y de hecho, al menos Damila pensaba que los había dejado allí y había regresado a la base, siendo como era parte de la escolta oficial y viendo la hora y que no habían regresado a la casa para la cena, el chico había comenzado a preocuparse.

  • Sin novedad, Ícaro, están en el mirador – le dijo Gianpaolo y Fredo lo golpeó en la cabeza

Aunque a Silvano le pareció extraño, luego recordó que a Damila le gustaba mucho mirar el cielo nocturno, y sin duda desde allí la vista era espectacular, de modo que no insistió. Entre tanto, Fredo había tomado la decisión de acercarse aun en contra de la recomendación de Gianpaolo. Subieron el sendero que llevaba al mirador y se asomaron con cautela, pero todo lo que alcanzaron a ver fue las siluetas tendidas en el piso. Aun esperaron un momento más, pero finalmente Fredo le hizo señas a Gianpaolo para que esperase y él se acercó. No obstante, cuando estuvo más cerca, se percató de la desnudez de Giulio, de manera que mantuvo los ojos convenientemente alejados de la otra figura, aunque la misma estaba prácticamente tapada, porque Giulio la tenía abrazada. Fredo sabía que despertar a aquel individuo nunca había sido tarea fácil, y estaba evidentemente dormido, pero no podía dejarlos allí indefinidamente, así que miró alrededor y cogiendo una rama, se acercó un poco más y comenzó a punzarle la espalda con ella.

  • Giulio – susurró

No obtuvo respuesta y habría sido un milagro que así fuera, de modo que continuó hasta que lo escuchó quejarse.

  • Giulio, despierta – dijo y esperaba que lo hubiese escuchado, pues por quien no quería ser escuchado era por Damila

Después de mucho insistir, Giulio levantó la cabeza y Fredo consideró mejor marcharse antes de que el muy necio comenzase a vociferar insensateces y asustase a Damila.

Giulio ciertamente había despertado, pero no tenía ni idea de qué era lo que lo había sacado del sueño, sin embargo, al ver el cuerpo que tenía en los brazos y la situación tanto del suyo como del de ella, los recuerdos encajaron con rapidez y una alegría salvaje lo invadió; acarició los cabellos de Damila y luego el contorno de su rostro hasta posar sus labios sobre los de ella.

  • G…  – murmuró la chica haciendo que su corazón latiese más a prisa
  • Odio despertarte, amor, pero debemos volver a casa

El adormilado cerebro de Damila registró varias cosas que lo hicieron espabilar. La primera, que sin duda estaba acostada; la segunda, que Giulio lo estaba también; y la tercera, que ambos estaban desnudos, así que su próximo movimiento fue incorporarse con violencia.

  • Tranquila bebé, soy yo – le dijo él en la creencia de que ella no sabía dónde o con quién estaba

Sin embargo, Damila sabía perfectamente que era él, pero estaba muy ocupada buscando con qué cubrirse y lo primero que se le puso al alcance fue la camisa de Giulio y se la echó encima.

  • ¿Bebé?

Damila intentó serenar su respiración y convencerse de que no había motivos para tanta alteración. Los recuerdos habían regresado en tropel y no era que se sintiese arrepentida ni nada de eso, solo necesitaba adecuarse a la situación.

  • ¿Bebé, estás bien? – le preguntó Giulio comenzando a preocuparse
  • Sí, es solo que… desperté desorientada – le dijo mientras él sujetaba su rostro
  • ¿Tienes idea de lo mucho que te amo?
  • Alguna – bromeó ella
  • Entonces tendré que esforzarme más en demostrártelo – le dijo rozando sus labios con un fugaz beso – Debemos regresar, amor, ya debe ser muy tarde
  • Seguro, pero si pudiese encontrar mi ropa sería mejor, porque no creo que sea buena idea ir por allí solo con tu camisa

Giulio rio y comenzó a moverse para ayudarla, pero como lo primero que encontró fue su encendedor, lo accionó y todo resultó más fácil. No obstante, cuando Damila se puso de pie para colocarse el short, Giulio ahogó una exclamación, pero acto seguido…

  • ¡Fredo! – exclamó sobresaltando a Damila
  • ¿G? – dijo Damila con preocupación

Sin embargo, Giulio no contestó, y como había soltado el encendedor, ella no podía verle bien el rostro, así que terminó de colocarse el short y se arrodilló junto a él justo en el momento que llagaban Fredo y Gianpaolo en carrera.

Los GA al escuchar el grito que tenía todo el tiente del horror, lo primero que pensaron, y aunque no era muy probable, era que hubiese algún bicho del tipo peligroso, razón por la cual iban con sus armas en las manos, y Gianpaolo, además, había encendido una pequeña linterna que a pesar de su tamaño, proporcionaba suficiente luz como para hacer una rápida revisión. Aunque no parecía haber nada amenazante, él extendió la búsqueda por el piso alrededor de donde estaban mientras Fredo se acercaba a la pareja.

  • ¿Giulio qué sucede?
  • Necesitamos… un médico
  • ¿Qué?
  • ¿Te sientes mal? – fue la pregunta de Damila que era quien le  sujetaba el rostro a él ahora




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