Destino de Sangre (libro 11. Sicaria)

Cap. 44 Tu problema y no el mío

 

Punta Dorada, marzo 2013

La familia llegó a casa, y aunque Camila no había entendido bien, algo lógico, porque no era que Ignacio se hubiese molestado en dar mayores explicaciones, entendió que su hijo estaba bien y por algún extraño motivo en compañía de Luciano.

Los niños habían corrido a la habitación de Gianni en cuanto habían llegado a casa, pues sus padres parecían muy ocupados con el asunto de Renzo como para enviarlos a la cama. Como cosa extraña, Alfredo había ido con ellos y ahora se paseaba de un lado a otro de la habitación peleándose nadie sabía exactamente con quien, hasta que la emprendió en contra del mayor del grupo.

  • Eres un irresponsable, Guido, no debiste permitir esto
  • No soy su nana, Alfredo – contestó el chico
  • Y tú sabes bien que cuando a Renzo se le mete algo en esa dura cabeza que tiene, nadie puede hacerlo cambiar de idea – agregó Dino
  • ¡Pero debieron decírselo a alguien!
  • ¿Y echarlo de cabeza? – preguntó Emiliano con disgusto
  • ¡No somos unos traidores, Alfredo Rossi! – exclamó con indignación Aureliano
  • Además, hasta donde sé, y precisamente por ser unos Rossi, no podemos desobedecer a un Del Piero ¿no? – intervino Franco con una sonrisa maligna en los labios que Gianni le devolvió

Francesco Daniel era el hijo menor de Enrico, y era una mezcla extraña de los diversos caracteres de los miembros de aquella familia. Tenía una lengua peligrosa en todos los sentidos posibles, era un hábil mentiroso y podía salir de casi cualquier aprieto inventándose las más audaces historias; podía ser extremadamente dulce y hasta tierno, pero con esa misma carita de ángel podía destruir en pocos segundos a cualquiera que lo incomodase, bien fuese con sus propias manos o con la mencionada y peligrosísima lengua. Era muy bueno para los números y un excelente jugador de póker que ya había blanqueado a Gianni en más de una oportunidad, algo esto último que se lo debía a Domenico, que era su padrino y quien lo había enseñado y a quien el chico adoraba, obviamente. Aparte de todo lo anterior, y aunque Francesco tenía todas las características físicas de los Rossi, también había heredado mucho de las finas facciones de su madre, razón por la cual todas las mujeres Rossi habían decidido, por unanimidad, que sería el más apuesto de todos. Las únicas debilidades de Franco, o al menos las exhibidas hasta la fecha, eran dos, una eran los dulces y la otra era Damila, ante quien enmudecía, pues desde que la había visto por primera vez cuando tenía alrededor de cuatro años, parecía haber perdido su infantil cabeza por la chica.

  • ¡Cierra la boca, Franco!
  • Según las leyes de nuestro país, me asiste el derecho a expresar libremente mis pensamientos, Alfredo – y por allí siguió, pues también era por todos sabido que aquel sujeto iba derecho a convertirse en abogado como su primo Ignacio y competía en igualdad de condiciones con Gianni en eso de no poder cerrar la boca
  • Voy a…
  • Eh, eh – lo detuvo Gianni – ya deja el drama, Alfredo, pero si vas a seguir fastidiando, vete a otro lado
  • ¡Gianni! – exclamó Giovanna – Es su hermano y es natural que esté preocupado y a decir verdad yo también lo estoy
  • Y nadie debería estarlo – intervino Amelia – también es mi hermano y yo no lo estoy
  • ¡Porque eres una irresponsable a quien papá debería azotar  y encerrar por…!

No obstante, es posible que el peso de varias miradas, entre ellas la de un par de furiosos ojos verdes, lo detuviesen.

  • Ningún Rossi golpea a una mujer – dijo en tono helado Guido
  • Y ciertamente creo que si Ignacio tuviese una tan mala idea, terminaría siendo encerrado él, después de que tío Ángelo lo hiciese polvo – opinó Franco

Aquella era otra característica de ese joven inividuo, pues a pesar de que todos los chicos llamaban a sus primos mayores, tío, él solo llamaba así al que lo era, en este caso Tonino que era el único hermano de su padre, y a Ángelo.

  • Por no hablar de Fredo – agregó Dino
  • Gianni…  – intentó detenerlo Giovanna al verlo avanzar hacia Alfredo
  • Supongamos y solo supongamos que tu padre hace siquiera la mitad de lo que has sugerido – le dijo colocando un dedo en el pecho de Alfredo – Es mejor que abandones la ciudad, el país y hasta el planeta, Alfredo Rossi, porque encontraré la manera de romperte el cuello, ya que pensaré que ha sido tu idea y no la suya ¿has comprendido?

Al menos los mayores habían escuchado la historia de la famosa caída de Fredo por las escaleras, y aunque Giulio no había tenido verdaderas intenciones de matarlo, en el caso de Gianni no estaban tan seguros, pero mientras todos miraban la escena con preocupación, Franco tenía su eterna sonrisa burlona en los labios.

  • Creo primo, que lo mejor que puedes hacer es bajar y decirle a la abuela que te de una de esas infusiones que prepara para que puedas tener un sueño tranquilo – puntualizó

Después de eso todos parecieron olvidarse de Alfredo y siguieron conjeturando acerca de la aventura de Renzo. Gianni que compartía la pasión de su amigo por los aviones, estaba contento de que lo hubiese logrado, pues siendo que a él sí le habían permitido estar en la cabina durante el vuelo, lógicamente quería que Renzo también tuviese esa oportunidad, y aunque podría haber buscado una forma menos problemática, eran niños y simplemente vieron la oportunidad y la aprovecharon. A pesar de que algunos estaban mortificados por el seguro castigo que iban a ganarse todos, y el peor aun que le endilgarían a Renzo, ni Amelia, Gianni o Franco parecían compartir la mencionada preocupación y siguieron conversando del asunto hasta que Camila y María fueron por ellos.




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