Isola d'Istria, julio 2013
Un grupo de jovencitas que caminaba por la Piazza Manzioli, se detuvo súbitamente para ver avanzar al individuo trajeado de negro que venía en sentido contrario, detallándolo de arriba abajo. Cabello oscuro, gafas de sol Ray Ban negras, monocromatismo que se mantenía en todo a decir verdad, desde la chaqueta hasta las botas; llevaba la camisa abierta casi por completo, y para absurda apreciación de las niñas, parecía flotar, porque no escuchaban el taconeo sobre el adoquinado. A una de ellas se le cayeron los libros que llevaba en las manos cuando él hombre estaba solo a unos pasos, y éste se detuvo, se inclinó recogiéndolos y se los entregó.
A pesar de hallarse en Eslovenia, Isola era una localidad limítrofe con Italia, de manera que si bien el esloveno era el idioma oficial, casi todos los habitantes de aquella región eran italo parlantes.
Luciano que era el personaje en cuestión, sonrió al escucharla mientras continuaba su camino. Hacía poco que había llegado a aquel apartado rincón de Eslovenia, y después de beberse un espresso en il Caffè alle Porte, marchó hacia su destino. Atravesó un par de calles y se detuvo finalmente ante una casa donde podía verse una pequeña placa con la inscripción Družina Resnik [1], introdujo la llave en la cerradura y entró.
Luciano había adquirido aquel lugar hacía varios años y lo había hecho por un solo motivo, porque perteneció a la familia de su madre. Una vez que Luciano había tenido mayor libertad y recursos para dedicarse a su obsesiva manía de recopilar información, había decidido primero, y afortunadamente, investigar sus orígenes maternos, mismos que lo llevaron hasta aquel apartado rincón. Janko Resnik, el abuelo de su madre, había sido el último de esa familia en residir en aquel lugar junto a su esposa y sus tres hijos, Jelko, Vlado y Tinkara, la madre de Luciana. Tinkara contrajo matrimonio con Luciano Ardizzi, quien se enamoró de ella en oportunidad de una visita que hizo a Isola, y sin pensarlo mucho se casó con ella y se la llevó a Milán, de donde era originario, pero su estadía en aquella ciudad duró poco y de allí marcharon a El Valle, donde nacería Luciana. La única hija del matrimonio Ardizzi, heredó algunas características de su familia materna, como los cabellos dorados y los ojos azules, pero en todo lo demás, era igual a su padre y Luciano resultó ser una copia bastante fiel de esta mezcla, pues si bien nació con el cabello claro y los ojos casi traslúcidos, lo que en opinión de su progenitor era muy desagradable de ver, a medida que iba creciendo, su cabello se obscureció y sus ojos adquirieron el color de los cielos.
Cuando Luciano encontró el rastro de su familia materna, lo primero que hizo fue informarse acerca del paradero de los tíos de su madre, enterándose así que Vlado había sido una de las pocas víctimas del conflicto conocido como la guerra de los diez días o guerra de independencia eslovena. Jelko por su parte, había sido un activista político y uno de los principales actores en cuanto al aspecto estratégico de la guerra, de manera que Luciano sonrió para sus adentros recordando las furiosas diatribas que Ángelo le largaba para que dejase de meterse en los líos políticos de su país y pensó: nada qué hacer, AG, lo llevo en la sangre. No obstante, un poco más adelante y en la oportunidad en la que le metieron una bala que por solo milímetros no terminó en su corazón, también recordaría que el mencionado tío había sido asesinado por la misma razón, de modo que sería más esto, que la petición de Ángelo, lo que lo hiciese reconsiderar sus opciones y decidir que podía seguir fastidiando al gobierno sin exponerse más de lo necesario.
Aquellas investigaciones también le revelaron que su bisabuelo seguía con vida, de manera que en cuanto le fue posible, se montó en un avión y fue a verlo. Por supuesto y en primera instancia, él no tenía intenciones de revelar su identidad, sin embargo, no tuvo en cuenta el pequeñísimo detalle de que él era una copia bastante fiel de su progenitora, de manera que en cuanto Janko lo vio, casi sufre un paro cardíaco, pues la primera y única vez que había visto a su nieta, la misma tenía aproximadamente la edad que tenía Luciano para ese entonces, y siendo que el chico aun conservaba rasgos infantiles, el parecido era más notorio.
Lo anterior se debió a que por un momento su mente lo trasladó a la escuela donde sus compañeros solían referirse a él como a una niña, pero con la misma rapidez determinó varias cosas, como por ejemplo, que aquel individuo no podía saber su nombre, y segundo, que él se parecía mucho a su madre y eso explicaba en forma sucinta la exclamación y la sorpresa del hombre, de modo que se quitó la gorra que llevaba dejando al descubierto sus ahora negros cabellos.
El sujeto aun tardó algunos minutos en recuperarse, de manera que Luciano sin haber sido autorizado a pasar, lo sujetó conduciéndolo hasta el salón y haciendo que tomase asiento.