Destino de Sangre (libro 12. La Boda)

Cap. 8 Recital

 

Punta Dorada, julio 2013

El día del recital y como de costumbre, las actividades en Aravera se iniciaron muy temprano con la llegada de los chicos. Ángelo estaba tomándose el primer café de la mañana cuando entraron los Jansen.

  • Buongiorno, tío Ángelo – saludó alegremente Vittoria
  • Buongirono, bambini – respondió él

Aunque no había nada en su voz que denotase malestar, al menos Cristian y Enzo fueron muy conscientes de la mirada poco amistosa que le lanzó al primero. Ángelo estaba muy molesto con Cris desde que había decidido marcharse a su departamento, porque en su opinión, el pobre niño no tendría espacio ni para respirar, menos aun para jugar. Aquella era una obvia exageración y Kelly con su habitual manera de mortificarlo, le había dicho que debía estar contento, porque se quejaba mucho de que en casa ya no se podía ni caminar con seguridad debido a la presencia constante de los vándalos. Con las cosas así, él había dejado de molestar a Cristian, pero ciertamente no lo había olvidado y al menos Enzo estaba bastante seguro que solo estaba esperando una oportunidad para obligarlo a regresar.

  • Vamos tío – escuchó que decía Vittoria - ¿Qué estás esperando?

En principio él no entendió, pero luego vio que el niño tenía los bracitos estirados hacia él y estaba muy inquieto intentando decir algo que solo él podía no entender, mientras que para todos los demás estaba perfectamente claro que el bebé decía tío. Le entregó la taza a Enzo y alzó al niño que en pocos segundos le sacó el pañuelo del bolsillo, le babeó la camisa, y llenó su cara de algo que prefería no saber qué era.

  • ¡Oigan! – exclamó al ver que el matrimonio caminaba hacia las escaleras – ¿Dónde creen que van?
  • Ya sabes, comienza la operación de rescate – dijo Vittoria
  • ¿Y qué hago con esto? – preguntó refiriéndose obviamente al bebé
  • ¿No te gusta tanto tenerlo aquí? – preguntó Cristian con malignidad y sujetando a Vittoria se apresuró hacia las escaleras
  • ¡Jansen!

Posiblemente iba a decir algo más, pero el pequeño Ángelo le metió la mano en la boca mientras Enzo reía.

  • ¿Qué sucede contigo? ¿Quieres ahogarme? – le preguntó al bebé que exhibió su desdentada sonrisa
  • Posiblemente opina que dices muchas tonterías – dijo Enzo

Finalmente Ángelo le dejó el niño a Enzo y subió a cambiarse la camisa, pero cuando subía, tuvo que apartarse muy de prisa para no ser derribado por Dino y Emiliano que venían en carrera. Esperó unos segundos a ver quién los perseguía, pero como nadie apareció, continuó su camino, aunque preguntándose que se traían aquellos dos peligrosos sujetos. Como siempre había dicho Alessandro, Ángelo tenía una capacidad única y casi enfermiza para preocuparse, así que comenzó a hacerlo. Por lo que sabía, Dino era un desestabilizador estilo Fredo, es decir,  dañaba, volaba o destruía de cualquier forma lo que se atravesaba en su camino, y eso abarcaba casi todo en el mundo, mientras que Emiliano era un experto  en acceder a los lugares más improbables, habilidad que compartía con Franco, de manera que fuera lo que fuere lo  que estaban planeando, solo esperaba que no incluyese tirarles el techo encima, y por el mismo camino se dijo que estaba tirando el dinero en los GE que custodiaban a aquellos pequeños demonios si no podían evitar los desastres.

Entre tanto y como era habitual, Damila había despertado y no quería salir de la cama, así que cuando entraron los Jansen en compañía de Francesca y Ana, comenzó la odisea, misma que no finalizaría hasta que llegase Vladislav que era el que por lo general se atrevía a tirar de las frazadas. Un poco después entro Angélica con una empelada que acarreaba un carrito y más atrás lo hizo Nino.

  • Buongiorno, gente – saludó con su alegría natural y se fue derecho a alborotarle el cabello a Damila
  • Déjame en paz, Nino Genovesse, ocúpate de tu mujer – dijo de malos modos y la pareja rio
  • Me ocupo, pero qué clase de hermano sería si no te molesto a ti. Además, sabemos que no puedes vivir sin mí
  • Y solo en atención a que eres mi primo, conservas la lengua, sciocco – escucharon que decía Giulio

Afortunadamente aquellas habitaciones eran muy amplias, porque a esas alturas, la de Damila ya parecía una estación de trenes.

Angélica comenzó a pelearse con los chicos, porque estaban arrasando con lo que había subido y no dejaban comer a su niña.

  • Vamos Angélica, sabemos que Mila no come casi nada de eso – protestó Nino ganándose un golpe en la cabeza
  • ¡Fuori! – exclamó la mujer

En ese momento Fredo asomó la cabeza y Angélica se llevó las manos a la suya.

  • Ah, tu sei qui mamma

Después de eso le dijo algo que ni Vladislav ni Cristian entendieron, y a partir de ahí se enfrascaron en una discusión en apresurado italiano que ellos entendieron mucho menos, pero al final, Angélica le acomodó un porrazo a su angelito dando por finalizado el pleito.




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