Destino de Sangre (libro 12. La Boda)

Cap. 19 Primer paso

 

Punta Dorada, julio 2013

Como Giulio no había estado del mejor humor después del incidente con el primo de Damila, Fredo se había procurado la ayuda de su hermano Ignacio para evitar que sus parientes y nadie en realidad, entrase a la habitación a fastidiar. Por el único que debía preocuparse era por Biano, pero siendo que él estaba muy ocupado con Gianni, el príncipe pudo alistarse sin mayores inconvenientes, y cuando Enzo avisó que los funcionarios habían llegado, pudieron bajar al salón que se había preparado con aquel fin, y sin daños que lamentar.

Las primas de Damila y como ya se dijo, eran la clase de chicas que se preocupaban mucho por su apariencia, de manera que gastaban casi todo el dinero que su padre les asignaba, en ropa. Aunque Carlos Enrique tenía una sólida posición y buenos ingresos, de ningún modo estos podían competir con los de su cuñado, así que las chicas Del Moral se sintieron como auténticas pordioseras al ver los trajes de su tía, las Rossi y las Argento, por no hablar del de Damila y el de Sara; especialmente el de esta última generó no solo envidia, sino ira. Ana Luisa y Ana Lucía jamás habían aceptado a Sara, porque pensaban que Iván tendría que haber escogido a una chica que perteneciese a su círculo, máxime cuando aquel individuo había sido famoso por la cantidad de chicas espectacularmente bellas y con una ascendencia mejor datada, con las que había salido, mientras que Sara era una chica de extracción humilde y que se ganaba la vida trabajando en un salón de belleza cuando Iván la conoció, y aunque su sueño había sido el de ser modelo, con su escaso tamaño nunca tuvo oportunidad, y una vez que su relación con Iván se consolidó, dejó su trabajo y su deseo de subir a una pasarela. Ángelo estaba perfectamente al tanto de esto, de manera que cuando Luciano le dijo que la compañía para la que trabajaba Iván no tenía intenciones de dejarlo volver al país y que él estaba a gusto con su trabajo, algo que había sucedido en fecha reciente, había encargado a Nino de comenzar a adelantar los trámites para que Sara tuviese su propio negocio y no tuviese que trabajar nunca más para nadie. No era que Iván estuviese dispuesto a permitírselo, pero Luciano le había informado también, que estaban teniendo ciertos problemas por ello, ya que la chica se aburría y quería ocuparse en algo. Nino habría podido agenciarse todo lo necesario para el mencionado negocio sin mucho problema y con rapidez, pero Ángelo que ya conocía al hijo casi tanto como a la madre, decidió que hablaría con él primero, y luego de plantearle algunos otros asuntos que tenía en mente, estando seguro como estaba de su capacidad para convencerlo, le daría luz verde a Nino.

Giulio por su parte, y aunque no solía preocuparse mucho por nadie, teniendo en cuenta sus buenas relaciones con Iván, había extendido estas a Sara, así que si bien no sabía mucho de los posibles problemas que pudiese estar enfrentando la pareja, en atención a su simpatía por Sara y en agradecimiento por su ayuda, se había negado a que fuesen ellos los que pagasen por el traje de la chica, y así era como ella había terminado siendo vestida por el mismo diseñador que vestiría a Damila, ocasionando con ello la envidia de las señoritas Del Moral.

Pero si las anteriores lucían molestas, al menos tenían un motivo, aunque este fuese tan vano, mientras que el otro que tenía pésimo aspecto no tenía ninguno, pues se trataba de Nicola. Si a alguien le hubiese interesado y no era así, tal vez se habría preguntado cuáles eran las razones para que Nicola estuviese tan en contra de aquel matrimonio, pero como nadie se molestó siquiera en fijarse o en prestarle atención, se estaba ahogando en su propio veneno y en silencio, ya que Luciano había instruido a Dante al respecto, y como no había nada en el mundo que le produjese mayor placer a éste que fastidiar al prójimo, había cumplido maravillosamente con el encargo. Más temprano y mientras Nicola se vestía, Dante había entrado sin llamar ganándose con ello la mala voluntad de Pietro.

  • El señor Del Piero se está…
  • Imagino lo que está haciendo, señor Rossi – lo interrumpió él – pero eso no lo incapacita para escuchar, aunque… – y bajó leve, aunque inútilmente, la voz – entre usted y yo, pienso que nunca lo hace

Pietro era un Rossi con escasa paciencia, pésimo carácter y la misma lealtad que los definía a todos, de manera que su primera y única reacción fue la de romperle la cara a aquel cretino, pero como Dante sabía esto, no solo porque era de conocimiento general, sino porque había conocido a Fredo casi toda su vida, estaba preparado y neutralizó a Pietro sin mucho problema. Después de eso se fue derecho hacia el vestier cuando Nicola venía y casi colisiona con él.

  • ¿Hay algún motivo para que esté usted aquí? – preguntó con poca simpatía
  • Sin duda – contestó Dante, aunque sin el añadido que tenía en la punta de la lengua – he venido a traerle un amable mensaje de Lucky – esto descompuso aun más la expresión de Nicola – Lucky le sugiere, que en caso de que lo haya olvidado, esforzarse en recordar el mal asunto que puede resultar para su salud molestar a su hijo, y entiéndase por molestar, cualquier comentario o actitud que él pueda considerar inapropiado con relación a la, hasta dentro de un rato, señorita Montiel – puntualizó en forma maligna – Y como sabemos que tratándose de usted, casi cualquier cosa que diga podría calificar en el renglón antes mencionado, estoy autorizado… no, obligado a hacerme cargo, y créame que no va a gustarle. De modo que…
  • ¡Ya entendí! – lo interrumpió él
  • Me alegra saberlo, porque…
  • ¡Cállese de una buena vez y lárguese de aquí!
  • Muy bien, lo veo dentro de un rato entonces – dijo y abandonó la habitación con tranquilidad ante la mirada asesina de los dos hombres




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