Punta Dorada, julio 2013
Luciano a diferencia de Ángelo, no se había cuestionado el cómo, por qué o el sí Tornattore sabía o no que Emilio era su hijo, él lo que había visto con claridad meridiana era la posibilidad de que aquel imbécil hubiese decidido asociarse a los Madonia en su cruzada contra los Del Piero-Genovesse. No obstante, después de ese rápido análisis, concluyó que no demoraría casi nada en obtener los detalles tanto si era cierto como si no, porque los Tornattore tenían un férreo perseguidor en la persona de Favio, de manera que más demoraría él en llegar al GA que Favio en saber todo cuanto hubiese que saber.
El chico asintió y se dispuso a seguir a Luciano, después de lo cual Camilo miró a Ángelo.
Ángelo se sentía terriblemente mal y por varias razones, comenzando por el hecho de que Tornattore no tenía por qué haber sabido de la existencia de su hijo. Sin embargo, se tragó su malestar como siempre para poder hacer frente a aquello.
Ángelo sabía que una de las cosas por las que se había destacado su padre, era por su desconfianza, algo que le había heredado. Sin embargo, algo había faltado en su código genético, porque con relación a los niños, él se negaba a verlos como una amenaza y Luciano era una prueba de ello. Era verdad que le había dado, y en realidad le seguía dando, muchos dolores de cabeza, se peleaba con él un día sí y otro también, pero si de algo estaba seguro, era de que a pesar del hipotético trauma emocional o de cualquier especie que hubiese podido causarle al chico, y aun por encima de los posibles trastornos mentales que Alessandro aseguraba sufría Luciano, si había alguien a quien podía confiarle no solo su vida, sino la de todos aquellos a los que amaba, era a él. Y aunque no conocía de trato a Emilio, estaba bastante seguro que aunque según sus genes, era un Tornattore y todos ellos eran por definición unos criminales desgraciados, la crianza que el chico había recibido al lado de Camilo, tenía que haber dado algún resultado positivo si ni siquiera había querido escuchar al enviado de su padre. Por todo lo anterior, iba a responder de acuerdo a sus pensamientos, pero Camilo estaba hablando de nuevo.
Si había alguien que podía entender a Camilo era Ángelo, porque aunque no había tenido jamás un hijo, amaba a sus sobrinos como si lo fuesen independientemente de sus diversos comportamientos.
Camilo entendía perfectamente el punto, pues como Ángelo acababa de decirle, no solo los había conocido toda la vida, sino que había sido testigo de primera fila de las muertes de muchos de ellos. De manera que sin importar si le gustaba o no, el cómo se presentaba el futuro, estaba dispuesto a cualquier cosa si con ello evitaba que sus hijos tuviesen un final como el de Franco o Emiliana.