Destino de Sangre (libro 12. La Boda)

Cap. 22 Últimos toques

 

Punta Dorada, julio 2013

Como cabía esperar, y en realidad habría sido necio pensar otra cosa, Giulio amaneció en el mismo estado en el que se encontraba antes del porrazo, de manera que Fredo la tuvo muy difícil, y el hecho de que la totalidad de los parientes de ambos, desde el más chico hasta el mayor pasasen por allí a hacerle las consabidas bromas, no colaboró en nada a mejorar el asunto. Pero cuando las cosas se pusieron realmente mal, o al menos Fredo pensó que lo harían, fue cuando Francisco Javier decidió ir a ver a Giulio.

Siendo que la actividad de ese día se llevaría a cabo fuera de Aravera en su totalidad, las asignaciones temporales ya estaban activas, de manera que fue Paulo quien advirtió a Fredo.

  • A7 a LA4, objetivo 3.1 en camino

Los hijos de Kelly, y como no formaban parte del cuadro de seguridad, en casos eventuales como el presente, se les denominaba con la misma nomenclatura de ella adicionándole un número.

  • Copiado – contestó Fredo – Giulio, Francisco Javier viene a verte
  • ¿Qué? – preguntó él saliendo momentáneamente de su pozo

La extrañeza era lógica, porque él estaba tan al tanto como todos, que no contaba con el aprecio de aquel hermano.

  • ¿Quieres que impida que llegue hasta acá?
  • ¡No! – exclamó pensando que aquello solo contribuiría a empeorar lo que en su cabeza era su problema con Damila

Francisco a diferencia del resto de los que habían estado entrando y saliendo, incluido su propio hermano, conservó las formas y un momento después escucharon que llamaban a la puerta.

  • Francisco – dijo Fredo a modo de saludo
  • ¿Puedo hablar un momento con Giulio? – preguntó él

Fredo asintió mientras abría por completo la puerta y lo hizo pasar. Giulio cerró los ojos por un momento y luego se volvió.

  • Buongiorno, Francisco Javier – saludó utilizando ambos nombres como lo hacían Kelly y Damila
  • Buenos días – respondió con parquedad – No voy a quitarte mucho tiempo – hizo una pausa y agregó – Ya te saliste con la tuya, Mila es tu esposa y nada puedo hacer en contra de eso. Tú y yo sabemos que nunca te consideré adecuado para ella, pero como lo que importa aquí es lo que quiera ella y no lo que a mí me parezca,  por tu propio bien espero que la hagas feliz, porque si no es así, no me importa si tienes un ejército para protegerte – dijo mirando a Fredo – igual voy a destrozarte pedazo a pedazo

Era posible que Giulio soportase que individuos como Silvano o Luciano le hablasen de aquella manera sin alterarse, pero que lo hiciese otra persona era algo muy distinto. Sin embargo, cabría suponer que en atención al hecho de que aquel era el hermano mayor de su mujer, decidiese controlarse, algo que sorprendería a todos los que estaban escuchando.

  • Si hay alguien que te entiende soy yo Francisco Javier, porque yo mismo me cuestioné hasta la locura no solo mi amor por Mila, sino que me aterraba la diferencia de edad, y entraba, y entro en pánico ante la posibilidad de perderla por la situación de peligro que supone ser una Del Piero. No obstante, me costó muchas noches en vela, mucho dolor y lágrimas, y fue necesario estar al borde de la muerte para reconocer ante mí mismo que la amaba como nunca había amado ni amaré a nadie. Así que aunque te entiendo, como has dicho no hay nada que ni tú ni nadie pueda hacer para separarme de ella, porque simplemente Mila es mi vida

Francisco Javier lo miró en silencio por largo rato, tanto que Fredo comenzó a preocuparse.

  • Esas son solo palabras, ahora tendrás que demostrarlo

Dicho esto abandonó la habitación de la misma forma que había llegado. El próximo en aparecer y en realidad el último, porque ya faltaba relativamente poco para salir hacia la iglesia, fue Ángelo. Él imaginaba que se lo iba a encontrar con los nervios normales, aunque nada en aquel chico parecía entrar en la clasificación de normal, pero de ninguna manera esperó encontrárselo con aquella tristeza que se le salía por todos los poros. De manera que miró a Fredo, pero éste se encogió de hombros, así que Ángelo le hizo un gesto para que los dejase solos.

  • ¿Bambino? – dijo sentándose a su lado

Teniendo en cuenta cómo habían estado las cosas desde que Giulio había anunciado su boda, se preparó para escuchar casi cualquier cosa y se hizo el firme propósito de no perder la paciencia. No obstante, necesitaría no solo de la mencionada paciencia, sino de toda su habilidad como orador para tranquilizar y hacer entender a su sobrino, que estaba enfocándolo todo muy mal, pero finalmente, y aunque Giulio seguiría atormentándose con lo mismo, estaba más sereno y dispuesto a abandonar la habitación. Siendo que Giulio no se había tomado ni un miserable café, tenía un dolor de cabeza brutal, de manera que Ángelo mandó a llamar a Alessandro por una parte, para que le inyectase algún analgésico, y a Fredo le ordenó subirle el café y algo de comer antes de salir.

  • Tío es tarde y…
  • Y esperarán lo que sea necesario – dijo en tono terminante




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