Destino de Sangre (libro 12. La Boda)

Cap. 35 Una oportunidad

 

Punta Dorada, julio 2013

Carmelo y Lisandro no se habían ganado sus nombres claves por casualidad o capricho de seres tan malignos como Luciano, Dante o Fabiano, sino por su habilidad para pasar desapercibidos, de manera que se habían movido en forma tan sigilosa que nadie lo había notado con excepción de Luciano, y no porque los hubiese visto realmente, sino porque los conocía bien.

  • Quédense donde están ustedes dos – ordenó

Ángelo y Nino lo miraron con extrañeza, Luigi pensó que aquel desgraciado simplemente demostraba una vez más su locura, y en el caso de Giulio no prestó atención a sus palabras, porque estaba muy ocupado sujetando su cabello para que no pudiese mover la cabeza. El resto del equipo buscó con la mirada a los que sin duda se estaba dirigiendo Luciano localizándolos a solo unos pasos por detrás de Giulio, pero inmóviles debido a la oren recibida.

  • De acuerdo, bambino, vas a venir, pero harás exactamente lo que yo te ordene ¿estamos?
  • ¡¿Has perdido el juicio?! – vociferó Ángelo
  • Si me preguntas, nunca lo ha tenido tío, pero en esta ocasión sirve para demostrar lealtad a quien se la debe – sentenció Luigi
  • Si intentas engañarme de cualquier manera, olvidaré quién y qué has sido para mí, Luciano – le advirtió Giulio antes de soltarlo
  • Tienes mi palabra, bambino – aquello pareció bastarle a Giulio para soltarlo y Luciano se giró hacia Fabiano – Encárgate de que le den un uniforme y todo lo necesario
  • Va bene – dijo él y sujetó a su hermano por un brazo – Andiamo, bambino
  • Recuerda lo que te dije – aun le advirtió Giulio a Luciano y éste se limitó a asentir mientras se giraba hablando por su DTR
  • AL a Ícaro – dijo, pero como no recibió respuesta se dirigió hacia donde estaban los informáticos – ¿Qué sucede con su DTR?
  • Nada, lo tiene activo, pero debe habérselo quitado y está hablando con Danger – informó Yuri

Fabrizzio y Alberto que eran de los que sostenían que aquellos dos se anularían entre sí en cualquier momento, compusieron expresión de preocupación.

  • Ubicación – pidió Luciano
  • Sala de descanso 3 – dijo Favio que era quien había realizado la búsqueda veloz
  • Speedy y Raider, que todos estén listos para salir máximo en quince – dijo mientras caminaba hacia la puerta
  • Hecho – contestó Dante

Luciano había ignorado olímpicamente los improperios y cualquier otra cosa que estuviese diciendo Ángelo, de manera que éste había intentado alcanzarlo para hacerse escuchar de manera menos delicada, pero Nino y Luigi se lo impidieron.

  • Tío, entiendo tu preocupación – estaba diciendo Nino – pero piensa un poco, se trata de Mila y no puedes impedirle hacer lo que en justicia tiene derecho a hacer.
  • ¡Es peligroso y…!
  • ¿Y qué sucedería si se tratase de tu bambina? ¿Te quedarías aquí sentado a esperar sabiendo lo que esos animales pueden hacerle? – le preguntó Luigi con su escasa delicadeza

Aquello pareció tranquilizar a Ángelo, porque asintió y los chicos lo soltaron, después de lo cual se dirigió hacia los informáticos.

  • Bernardi, necesito hablar con el infeliz – le dijo
  • Tío…
  • Solo quiero hablar con él – interrumpió Ángelo a Nino
  • No va a regresar aquí, señor – le dijo Favio – si quiere verlo tendrá que ir al hangar. Espere un momento para que un BA…
  • No necesito a nadie, sé dónde está eso

Dicho esto se encaminó hacia la puerta seguido por sus sobrinos. Entre tanto, Luciano había caminado a toda prisa hacia donde estaba Silvano y en cuanto entró a la sala escuchó a Valentino hablando sin parar, pero Silvano parecía no estar escuchando y tenía la cabeza hundida entre las manos. Luciano le hizo una seña a Valentino y éste hizo silencio apartándose hacia la puerta. Valentino era una caja de gatos, como decían Fabrizzio, Alberto y Bianco, expresión aquella que significaba que aparte de no callarse nunca, tampoco parecía estar a su alcance el estarse tranquilo, pero a pesar de eso, sin duda Valentino sabía cuándo hacer ambas cosas, especialmente si quien lo ordenaba era Luciano.

  • Ícaro necesito que me prestes atención, porque…
  • Le fallé – lo interrumpió él – Tú mismo me dijiste que había nacido con un don muy especial y que lo único que podía hacer era utilizarlo para protegerla – dijo repitiendo casi palabra por palabra lo que él le había dicho hacía poco, algo que no extrañó a Luciano sabiendo como sabía la clase de memoria que tenía Silvano – ¡Pero no pude! – exclamó
  • ¡Escúchame, necio! – dijo sujetándolo con escasa delicadeza y sacudiéndolo a continuación, así que Valentino se tensó, porque sin importar los motivos, y él personalmente le había dado muchos a Luciano, nunca lo había visto agredir a ninguno de sus compañeros – Deja de llorar cobardemente como un crío endilgándote una culpa que no te pertenece. Como intentaba decir, aún tenemos una oportunidad, pero lo que no tenemos es tiempo que perder, y si realmente eres quien creo, entonces vas a ir por tu uniforme  y vendrás conmigo a rescatarla




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