Destino de Sangre (libro 12. La Boda)

Cap. 39 Aun hay esperanza

 

Punta Dorada, julio 2013

A pesar de que los Rossi habían vivido muchas situaciones críticas a lo largo de su historia al lado de los Del Piero o los Genovesse, aquel episodio estaba resultando realmente duro. Por una parte estaban muy angustiados por Fredo y por Franco por causa de sus heridas. Por otra parte estaba la angustia que sentían por Camelia, porque habiendo vivido la terrible experiencia con la anterior esposa de Enzo, que aquello estuviese ocurriendo de nuevo los tenía aterrados. Y por si todo esto no fuese suficiente, el secuestro de Damila había terminado de hundir por completo por lo menos a Angélica, que se había tomado a Damila para ella y como si fuese de su propia sangre.

Después que Enrico se había asegurado que su mujer no iba a desvanecerse, la dejó en compañía de Lía y se fue a ver Domenico. No era que Domenico hubiese resultado herido, sino que cuando llevaron a Franco y escucharon que el niño necesitaría una transfusión, porque había perdido mucha sangre, Domenico se ofreció para ello, y aunque le dijeron que no era necesario, porque podían enviar por la sangre si hacía falta, él enfureció y le gritó al médico que tomase la maldita sangre que hiciese falta, en ese mismo instante.

Como ya se ha dicho en muchas oportunidades, Domenico podía calificar en el renglón de malo medido por los estándares sociales más comunes y por los que se rigen la mayoría de las sociedades, pero lo que también era indiscutible, era que le profesaba una lealtad a toda prueba y casi enfermiza a su familia, y los Rossi lo eran. Sumado a lo anterior, Francesco era su ahijado, y aunque no dejaba de hacerles costosos regalos a los otros hijos de Enrico y los tres de hecho lo llamaban padrino, aunque no lo era de los otros dos, con Franco era extravagante, exagerado y la madre del niño solía decir que iba a echarlo a perder, algo que Enrico dudaba, pues opinaba que su hijo ya venía mal de fábrica, porque había sido el más problemático desde la cuna.

Nadie sabía ni había sabido nunca las razones por las que Domenico decidía amar u odiar a algunas personas, pero en cualquiera de los dos casos, era igual de intenso, algo esto último que compartía con Ángelo, de manera que en aquellos momentos estaba verdaderamente preocupado por Franco y peleándose con el fulano que no lo dejaba levantarse.

  • ¡Enrico! – exclamó en cuanto éste entró al cubículo – ¿El bambino…?
  • Lui è bene – le dijo él y luego miró al BA – ¿Puede dejarnos solos un momento?

Como Domenico se había tranquilizado, el BA asintió y caminó hacia la puerta.

  • Succede? – preguntó en cuanto estuvieron solos
  • Se trata de Damila – comenzó Enrico

Domenico no se había enterado del secuestro, porque antes de que Luciano llegase, tanto él como Enrico habían estado ocupados con el asunto de la transfusión, pero una vez que Enrico había dejado a Domenico en el cubículo para que le extrajesen la sangre y al volver al área común, se había enterado de lo que ahora le estaba informando.

Domenico había perdido a sus padres y a sus dos hermanos a manos de aquellos miserables, pero el recuerdo que invadió su mente fue el de su hermana Emiliana, y de forma inmediata sintió una punzada en el pecho al imaginar que Giulio debía estar pensando lo mismo. De allí pasó a la habitual e inmanejable ira, porque independientemente de lo que sintiese con relación a Damila, ahora ella era una Del Piero. Sin embargo, cuando se incorporó para ir a ver a Giulio, Enrico le dijo lo que aún no sabía.

  • El bambino fue con el GA
  • ¿Qué?

Enrico pasó a explicar y los niveles de cólera de Domenico rebasaron todos los límites.

  • ¡¿Es que todos en esta familia han perdido el juicio?! – vociferó

Y con la misma empujó a Enrico y enfiló hacia la puerta, el BA que se había retirado unos pasos, al verlo salir y como aún no había recibido la orden de dejar que lo hiciese, caminó hacia él, pero fue sorprendido por el puñetazo que le acomodó Domenico. Para cuando el chico recuperó el equilibrio, ya Domenico había abandonado el pequeño pasillo y estaba en el área común preguntando por su tío.

No obstante, Ángelo en aquel momento estaba enfrentando otra enorme catástrofe. Él había sido conducido a la habitación donde se encontraba Kelly, pero al entrar y ver que Alessandro estaba sentado sujetándose la cabeza con ambas manos, y a su cuñado Alejandro de pie al lado de la cama y mirando a Kelly con inmensa preocupación, sintió que algo muy desagradable recorría su espina dorsal.

  • ¿Sandro?

Alessandro se puso de pie inmediatamente, pero lo que no sabía era qué decir a continuación, o más bien cómo decirlo.

  • ¿Aún no ha recuperado el conocimiento? – preguntó Ángelo
  • Sí, sí lo hizo – le contestó él – pero tomé la decisión de darle un fuerte sedante

A Ángelo le extrañó más bien poco eso, pues imaginaba lo angustiada que debía estar Kelly, aunque en realidad ella no había llegado a escuchar lo sucedido, pero también sabía que ella tenía una forma extraña de saber las cosas y no le había hecho falta escuchar nada. Lamentó no haber estado con ella cuando despertó, y era lo que estaba diciendo mientras acariciaba sus cabellos.

  • Lo siento bambina, debí estar aquí contigo, pero…
  • Mejor que no fue así – escuchó que decía Alessandro y elevó los ojos hasta él
  • ¿Por qué dices eso?
  • Es mejor que me acompañes – le dijo
  • Quiero…
  • No va a despertar en muchas horas – lo interrumpió él
  • Ve Ángelo – dijo Alejandro – aunque tiene razón y la nena no va a despertar en forma inmediata, yo estaré aquí




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