Punta Dorada, julio 2013
El día se deslizaba con lentitud y aunque Ángelo llevaba casi 48 horas sin dormir parecía no sentirlo. Después de organizar el regreso de todos los Del Moral con excepción de Fernando que parecía no tener compromisos de ninguna especie; de los Altobelli y de los Gianetti aunque Rafaello no se veía especialmente dispuesto a abandonar a Giulio en aquel momento, pero finalmente Ángelo lo había convencido que nada iba a suceerle al bambino, se fue a ver a los Argento que también estaban por partir.
Esta familia había tenido su propio drama con Romano y se habían visto en la necesidad de pedirle a Emilia Molinaro algún sedante, después de lo cual Mariano los reunió a todos y comenzó a pedir explicaciones que nadie con excepción de Rodolfo parecía poder dar aunque evidentemente se negaba a ello.
Todos en aquella familia sabían que Don Mariano había perdido la cabeza por el menor de los gemelos y que el condenado muchachito podía estar incendiando el mundo y él sonreiría complacido. Sin embargo, no compartía la opinión ni de su hijo ni la de su nuera, porque él mejor que nadie sabía que si bien era verdad que Romano era un artista y que posiblemente tuviese la mencionada sensibilidad esta se circunscribía al arte, porque también había sido protagonista de muchos hechos violentos desde el prescolar y no era la primera vez que vivían de cerca un ataque a la familia. Por otra parte, estaba perfectamente al tanto ya que había tenido que sacar al bambino de más de un lío de faldas, que Romano tenía un muy subido gusto por las féminas. De manera que tanto Graciela como Bruno iban mal encaminados, pero como también quería saber qué estaba sucediendo con el chico, y todos sabían que lo que hiciese uno por fuerza tenía que saberlo su gemelo ya que siempre había sido así, encaró a Rodolfo.
Rodolfo aun lo pensó un poco, pero finalmente terminaría claudicando como siempre que algún problema llegaba a su abuelo.
Por un momento todos miraron a Rodolfo como si de pronto le hubiese brotado otra cabeza al lado de la original, pero casi enseguida Rosella comenzó a reír.
Sin embargo, la mayoría estaba de acuerdo con Rosella, porque en primer lugar no creían a Romano capaz de amar a ninguna chica, de enamorarse sí porque había vivido enamorado media vida, pero amar era un asunto demasiado serio para alguien que todo se lo tomaba a broma como él. Y por la otra y los que como Mariano pensaron un poco más, concluyeron que aunque así fuese, eso no explicaba de ninguna manera aquella reacción.
Por supuesto que no tenía idea de qué sería lo mejor en las presentes circunstancias, pero cuando abrió los ojos, los de los demás estaban clavados en él con expresión de incredulidad, pero además vio otras cosas. Su madre y su tía Ana parecía que hubiesen visto un fantasma especialmente aterrador y él estaba seguro que estaban a punto de desmayarse; su tío Bernardo y su propio padre parecían a punto de golpearlo mientras que Fiorenzo y Mariano lo que tenían era una expresión muy cercana al terror, pero de nuevo fue Rosella la primera en reaccionar.