Destino de Sangre (libro 13. Última Generación)

Cap. 9 Samuel

 

Punta Dorada, septiembre 2013

Samuel se había pasado casi un mes encerrado en el departamento que le habían asignado y no recordaba haber estudiado tanto desde su época de universitario. Es verdad que un médico nunca deja de estudiar, pero en su particular profesión y experiencia, ningún caso era igual a otro y como siempre se ha dicho, en materia de trastornos mentales el asunto es incluso más delicado, pues sabía de muchos psiquiatras que habían cometido  gravísimos errores en los diagnósticos llevados por algunas similitudes en los síntomas que presentaban sus pacientes, pero si bien en otras áreas de la medicina un médico podía presuponer una enfermedad equis, guiándose por ciertos síntomas en común, en psiquiatría aquello lucía muy arriesgado debido a la diversidad de factores que podían estar en juego en cada caso en particular.

Samuel siempre y desde que Giancarlo le plantease algunos años atrás el caso de Kelly, había sentido primero la natural curiosidad científica, y aunque incluso en aquella ocasión había determinado que en aquella paciente había “algo” más, ahora, y con la más bien escasa información que Ángelo había podido proporcionarle, estuvo seguro de ello. Sin embargo, se dedicó a lo primero, pues para lo otro era imperativo que tratase directamente con la mujer en cuestión.

Aquel día y como casi todos los anteriores, Samuel hizo una última anotación, leyó el último párrafo, se quitó las gafas y se frotó los ojos, pero cuando iba a mirar la hora…

  • Bastante tarde – escuchó sobresaltándose

Aunque con el tiempo Samuel se había habituado de una u otra manera, a las ocasionales, pero intempestivas apariciones de Luciano, normalmente lo encontraba en su consultorio cuando llegaba o en su estudio cuando regresaba tarde a casa, de manera que aquella variante lo sorprendió más que por el hecho de la aparición en sí, porque no lo había sentido llegar, aunque ciertamente no se plantearía el cómo había llegado allí.

  • Si no te conociera tan bien, diría que eres del tipo obsesivo, Samuel – dijo sin levantarse de donde estaba sentado y mientras encendía un cigarrillo – La encuentras… ¿interesante? – preguntó

Samuel pensó que tal vez otros psiquiatras como John Benavides por ejemplo, habrían podido calificar el caso que estudiaba de interesante, personalmente él habría encontrado otros muchos calificativos para describirlo y aun no sabía bastante. Sin embargo, conociendo a aquel sujeto y no sabiendo muy bien qué relación podía tener con la paciente, decidió ser cauteloso.

  • Algo – le dijo sin comprometerse mucho – ¿Puedo hacer algo por ti?

Luciano conocía a Samuel desde su adolescencia y había decidido confiar en él, pero si bien había sido capaz de confiarle su propia cabeza, eso no lo hacía propenso a confiarle la de nadie más. No se trataba de que no confiase en sus capacidades, mismas que había podido comprobar en sí mismo, sino que era una cuestión de costumbre. En el caso de Samuel, y aunque se le había concedido el permiso para hurgar en aquella particular cabeza, estaba muy consciente y muy lejos de poder decir que conocía al individuo en cuestión; sin embargo, estaba bastante seguro que aquella pregunta estaba fuera de lugar, porque estaba igualmente seguro que Luciano no necesitaba nada y sabía que él lo sabía, algo que se hizo evidente a continuación.

  • Una de las mejores cosas de tu persona, o al menos yo lo considero así, es que no eres estúpido, Samuel
  • Hombre gracias
  • Espero no me hagas cambiar de opinión
  • De acuerdo – reconoció él – ¿Me dirás entonces por qué estás aquí?

Luciano guardó silencio por tanto rato, que cuando Samuel lo vio apagar el cigarrillo y ponerse de pie, pensó que no aclararía nada.

  • Porque GC confiaba en ti – dijo finalmente

Dicho esto cogió unas muletas en las que Samuel no había reparado y comenzó a dirigirse hacia la puerta, y aunque lo dicho no aclaraba nada y al menos en aquel momento el psiquiatra no obtendría nada parecido a una explicación real, antes de llegar a la puerta Luciano giró un poco la cabeza.

  • Si quieres hacer esto, descansa Samuel, necesitarás estar muy lúcido para enfrentarlo y no te puedes dar el lujo de fallar
  • Luciano

Aunque en realidad no sabía qué decirle o por qué lo detenía, él lo hizo, pero no para escucharlo, sino para agregar algo más.

  • No me conoces tan bien como crees Samuel – dijo clavando sus azules ojos en él – pero lo que sí sabes es que es mal asunto molestarme, de manera que esfuérzate, porque aunque  personalmente tengo mucho que agradecerte, si la lastimas, aunque sea de forma mínima, con intención o sin ella, o haces o dices algo que haga pensar a AG que es buena idea encerrarla… date por muerto

Después de eso sí se marchó dejando a Samuel con la desagradable sensación de haberse metido en un enorme problema, porque aunque aún no había hecho nada, ya su vida había sido amenazada de muy distintas maneras y por tres individuos que estaba seguro no eran de la clase a la que se pudiese evadir, y si por cualquier motivo hubiese podido dudarlo de los otros dos, de ningún modo lo haría de Luciano.

Samuel Arancibia había sido un excelente alumno, y junto a John Benavides y Giancarlo, habían sido los estudiantes más brillantes de su generación. Las cosas no habían comenzado bien entre ellos, porque John era sumamente formal y estirado, procedía de una de esas familias consideradas de la aristocracia y se comportaba en consecuencia. El caso de Giancarlo era parecido pero no igual, ya que descendía de una familia de inmigrantes pero con todo el dinero del mundo, y el muchachito aquel se conducía con la arrogancia propia de aquellos que se creen superiores. Samuel por su parte y siendo que era el de más humilde extracción, le importaba poco lo que hiciesen o dijesen los dos pequeños pero insufribles genios, sus problemas comenzaron cuando Giancarlo se interpuso entre él y su novia.




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