Destino de Sangre (libro 13. Última Generación)

Cap. 18 Retomando

 

Punta Dorada, diciembre 2013

Giulio terminó de ajustarse la corbata y la miró con ojo crítico preguntándose si Damila la aprobaría, pero luego sonrió al recordar lo que ella le había dicho hacía poco.

  • Definitivamente tengo un gusto pésimo – se había quejado él lanzando la quinta corbata que acababa de arrancarse y la escuchó reír – Non è gracioso, bebé
  • Sí, sí lo es – dijo ella y le hizo señas para que se acercara pues aún estaba en la cama – Hay algo importante que debo decirte G

Los músculos de Giulio se tensaron cual cuerdas de violín, pero hizo su mejor esfuerzo por conservar la serenidad.

  • Succede?
  • Todas tus corbatas, tus camisas y hasta tus pañuelos, me gustan, aunque claro está, el color durazno no es uno de mis favoritos, así que ese no entra en la lista de lo aceptable. La cuestión es que también me gusta mortificarte

La expresión de Giulio debió ser memorable, porque Damila volvió a reír con regocijo, de modo que si en un primer momento y una vez procesado adecuadamente lo que le había dicho, él había querido apretar su garganta, ahora solo quería besarla hasta dejarla sin aliento y fue justamente lo que hizo.

Giulio  volvió a reír mientras recordaba eso y se colocaba la chaqueta de su traje. Una vez que estuvo listo, se acercó a la cama y besó a Damila con suavidad.

  • Bebé

Damila se movió y en seguida se puso alerta al no sentirlo a su lado y se incorporó.

  • ¿G?
  • Buongiorno principessa
  • ¿Qué sucede?
  • Tranquila, solo no quería marcharme sin despedirme, pero tú puedes volver a dormir.
  • ¿Marcharte? – preguntó confundida
  • Devo laborare, my love

Siempre que Damila era sacada del sueño en forma abrupta, le tomaba un poco de tiempo ubicarse, de modo que una vez que su cerebro colocó las piezas en su lugar, arrugó el entrecejo.

  • ¿Trabajar? Llegamos apenas ayer y…
  • Y llevo cinco meses ausente, bebé

Damila abrió mucho los ojos y con la misma hizo a un lado las mantas y corrió hacia el baño.

  • ¿Mila? ¿Te sientes bien? – le preguntó él que la había seguido con expresión de preocupación
  • Sí, pero acabo de recordar que yo también tengo que ir a la universidad
  • No tiene que ser hoy
  • Sí, sí tiene. Yo también voy atrasada G
  • Amor, solo faltan unos días para las vacaciones de navidad, puedes retomar en enero

No obstante, Damila no le prestaría atención y él retrasó su salida para esperarla. Aquella sería una semana de frenética actividad para Damila, porque como había dicho llevaba un retraso de poco más de dos meses y aunque los profesores se habían mostrado comprensivos, la habían cargado de trabajos que tendría que entregar durante las dos primeras semanas de enero para recuperar las notas.

El día 21 las actividades se iniciaron muy temprano y a Samuel le llamó la atención todo el asunto.

  • Dime algo Kelly – le preguntó en un momento de reposo – Estás al tanto de que vivimos en el hemisferio Sur ¿no es así?
  • Claro, mi desorden mental sea el que sea, o me hace ignorante

Ya Samuel se había habituado a que en ocasiones ella podía referirse a sus problemas con aquella ligereza mientras que en otras podía afectarla de la peor manera.

  • Bien, pero entonces ¿por qué una celebración del solsticio de invierno cuando sabes que estamos en el de verano?
  • Porque me gusta conservar las antiguas tradiciones de mi gente

Samuel decidió no seguir por ese camino, pues también sabía las ideas que sustentaba Kelly y que no eran simples ideas, sino un convencimiento profundo con relación a sus vidas pasadas. Samuel también notó que a pesar de que aquella familia, o al menos los miembros mayores profesaban la fe católica, no parecían especialmente incómodos con las prácticas de Kelly, mientras que los más jóvenes participaban con entusiasmo y de hecho los más pequeños que estaban creciendo con aquellas costumbres estaban muy emocionados no solo por la celebración de ese día, sino por el de navidad que sería una sorpresa para Samuel que llegó de la mano de Federico.

  • Hola – saludó al niño que parecía muy concentrado en un dibujo
  • Ciao Sam – contestó él y Samuel sonrió por el diminutivo
  • ¿Estás haciéndole la carta al Niño Jesús? – le preguntó
  • ¿A quién? – preguntó y Samuel lo intentó de otro modo
  • ¿A Santa?

El chico levantó la cabeza, se apartó los rebeldes rizos de la cara y lo miró con extrañeza.

  • Non scribono a nadie. E un dibujo per bambina




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