Destino de Sangre (libro 13. Última Generación)

Cap. 19 Navidad

 

Cap. 19 Navidad

 

Punta Dorada, diciembre 2013

Javier abandonó la sala que los que conocían su existencia habían denominado Omega, y aunque aquel sujeto normalmente tenía un ceño adusto, éste parecía haberse acentuado mientras era conducido por Valentino hacia donde lo esperaba Luciano.

  • Javier – saludó él al verlo entrar – Novedades
  • Siguen respirando como ordenaste, lo que es dudoso es su cordura, aunque sería difícil determinarlo, pues su consciencia va y viene
  • ¿La de quién?
  • La de ambos
  • ¿Tiempo estimado?
  • Cualquiera que te de, será igualmente improbable
  • Gracias Javier – le dijo a modo de despedida, pero como él seguía allí, Luciano ladeó la cabeza
  • Sé que no eres dado a la misericordia y supongo que no la merecen…
  • Entonces no hay nada más que discutir – lo interrumpió Luciano

La expresión de Javier no varió como no lo hacía nunca. Se despidió y abandonó la sala. No era que Javier tuviese más inclinación que Luciano a la misericordia, pues en realidad parecía haber perdido todo sentimiento cuando fue objeto de la traición de la mujer que amaba. Sin embargo, alguien que como él había estudiado medicina con el objetivo claro de salvar vidas y el sentimiento tácito de la compasión por el prójimo, independientemente de cuáles fuesen sus circunstancias debía conservar algo de esa compasión, de modo que en aquel momento se sentía miserable, pues llevaba más de un mes viendo morir a aquellos desdichados y evitando que sucediese no por las razones correctas, sino para que Luciano pudiese seguir causándoles aquel inhumano sufrimiento.

  • ¿Qué demonios sucedió con lo que pedí, Bite? – preguntó Luciano una vez que Javier se había marchado
  • Conectando – respondió Mauro
  • Ahora vamos contigo, Decia – dijo mientras abría el archivo

Pietro Decia o Ángelo Brunelli como se había dado a conocer a Rosella, era un individuo de unos treinta y tantos años, bien parecido, educado y con un título universitario según lo que le había dicho a Rosella. Lo que no le había dicho, era quién era en realidad, pero este sujeto no había tenido en cuenta o nunca lo había sabido, que acercarse mucho a la familia era la cosa más peligrosa del mundo si tenías algo que ocultar, y ciertamente él tenía mucho, porque el fulano aquel era uno de los más importantes agentes de Donato Madonia.

Si algo podía reconocer Luciano era un trabajo bien hecho, y la fabricación de Ángelo Brunelli lo había sido, pero ellos llevaban mucho tiempo peleando aquella batalla como para dejar pasar los detalles por insignificantes que éstos pudiesen parecer, de manera que cuando el signore Brunelli apareció en el horizonte, fue ordenada su inmediata investigación, y aunque en un principio la misma no arrojó resultados alarmantes, Yuri Geltzer era un experto en lo que hacía y un entrometido de la peor especie, así que no descansó hasta descubrir la mala costura en el traje del ficticio señor Brunelli y comenzó a tirar del hilo hasta que quedó al descubierto el verdadero.

Atraparlo le había dado un poco más de trabajo del esperado a Dante, pero cuando finalmente le había dado alcance y siendo que solo faltaban horas para la boda, se dejó de delicadezas que por lo demás no eran lo suyo, y acomodándole un bonito gancho de izquierda lo había noqueado para luego subirlo a un avión y encerrarlo en la celda donde aún se hallaba.

Luciano aún no había ido a entrevistarse con él, pero según lo que estaba leyendo, no era ningún escolar desvalido y sin experiencia, porque hasta el momento ni siquiera lo habían escuchado quejarse como solía suceder con aquellos que pasaban largas temporadas encerrados, aunque mucho menores que la que él llevaba allí.

En cuanto terminó de leer el informe, cerró el portátil, se puso de pie  y estiró su humanidad.

  • ¿Cansado? – preguntó Silvano
  • No, simplemente hago estiramiento, porque quizá sea necesario acomodarle las ideas a esta joya de forma poco delicada
  • No parece de la clase inclinada a dejarse convencer a golpes – dijo Silvano mientras caminaban por el pasillo
  • Y seguramente no lo es, pero todos somos susceptibles al dolor, Ícaro
  • Hasta donde sabemos, los soldati pueden ser muy resistentes, así que… – pero se detuvo cuando lo vio sonreír
  • Creí que tenías claro que hay muchas clases de dolor

Silvano y como cualquier Del Piero, era tan poco propenso al perdón como todos ellos, y aunque con sus propias manos había matado a uno de los niños Madonia, conscientemente no era que le gustase de manera especial. Y si estaba pensando en eso, era porque según el completísimo informe de Yuri, Decia tenía una hija pequeña y estuvo tan seguro de que el sol salía y se ponía, como de que a aquellas horas la niña estaba en poder del AF, de modo que estaba igualmente seguro que era a aquella clase de dolor a la que se estaba refiriendo Luciano.

Por supuesto Silvano tenía razón y aquel sería posiblemente el interrogatorio más corto que vería jamás, pero también el más macabro.

  • Tienes una linda hija, Pietro – dijo apenas entrar y lanzándole una serie de fotografías que extrajo de uno de sus bolsillos – Lo penoso es que por tu causa deba morir. Lo que resta saber es el cómo lo hará y eso también será tu responsabilidad




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